• Por Josías Enciso Romero

Hipocresía es el sustantivo que, como hierro caliente, marca la frente del precandidato a la Presidencia de la República, Arnoldo Wiens. Hoy más evidente que nunca. Visible, público. Pero, ¿qué significa esa palabra que es de uso casi cotidiano, sobre todo, en el ámbito político? En estos casos, es el diccionario el que proporciona la claridad necesaria: “Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se sienten o experimentan”. En términos corrientes, se trata de una persona falsa. Que aparenta lo que no es. No es, por ejemplo, la honestidad una de sus cualidades, aunque la predica. También finge sentimientos de indignación cuando afirma en guaraní que “le da rabia, le pone nervioso, no soporta” ver a “su prójimo” sufrir penurias por culpa de un deficiente sistema nacional de salud. ¿Cómo creer en alguien que ayer nomás era parte del Gobierno, en el cargo de ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, y jamás vio, denunció o criticó esas barbaridades que ahora le preocupan? “Chemorrenega”, he’i mi. “Ndasoportái”, oñapytî hi’ári. La caradurez alcanzó los picos nevados. A mí, en lo particular, no me sorprende. Lo he venido observando desde su época que fungía de periodista. “Siempre fue un fariseo –colaboró mi vecino, don Cecilio–, incluso, cuando usaba la engañosa vestimenta de pastor evangélico”. Y tiene razón. Si injuriaba lo sagrado, con su inconducta, con más razón no va a pestañear para burlarse de sus potenciales electores. O, al menos, intentarlo. Un blasfemo que no está arrepentido de la traición a su propia fe, ni siquiera merece ser evaluado. El descarte es automático. Y justificado.

Juguemos, un momento, con la imaginación. Vamos a pensar en un ministro de Salud Pública y Bienestar Social innominado. Sin rostro. Pero con carácter. Que admite las deficiencias de su función. Sin embargo, no acepta ser el pato de la boda. Mucho menos que el crítico a su gestión haya tenido una gestión peor. Entonces, le responde a su anterior compañero en el gabinete presidencial. Aunque eso le cueste el cargo. “Si era yo, he’i suplente”, carraspeó don Cecilio. Este secretario de Estado le contestaría al “Wiens derecho” de la corrupción y muñeco títere de Mario Abdo Benítez y del “mariscal de la derrota”, Óscar “Nicadrón” Duarte “Bruto”. Empezaría algo así como “chéve avei chemorrenega heta mba’e”. Añadiría, luego: “Mientras se priorizaba la construcción de rutas, con el sólo propósito de comprar asfalto de la empresa del Presidente, pensando solo en su interés y no en la gente, se postergaban los hospitales de contingencia, equipados con terapia intensiva, carecíamos de oxígeno e insumos primordiales para salvar vidas. Si se hubiera pensado y actuado de esa manera, habríamos evitado miles de muertes a causa del covid-19″.

“A mí, también, me da rabia –seguiría nuestro ficticio ministro– que se haya despilfarrado recursos que Salud reclamaba con desesperación. Ahí está la ‘pasarela de oro’, con una sobrefacturación que ronda los 2 millones de dólares, cuya licitación fue direccionada hacia la superproveedora amiga del Gobierno, Engineering, a través del cuñado del presidente de la República y hermano de la primera dama, Jorge López Moreira, quien participaba de las reuniones con los técnicos del Ministerio de Obras Públicas. Me indigna sobremanera que el director de Obras, el arquitecto José Kronawetter, haya sido apartado de su cargo por haber denunciado este descarado tráfico de influencias. Me pone nervioso que este fantoche haya inaugurado el primer puente en el mundo con semáforo, porque tenía un solo carril.”

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

“Ndasoportái umi hipócrita kuéra”, diría ya con más impulso ese ministro de Obras que alguna vez habremos de tener. “No tolero a un ministro negligente, que asfaltó el puente que conecta el Cruce Tacuatí con Tacuatí, sin considerar la estructura, sino solo hacer ganar dinero a la empresa de su jefe, y que terminó desmoronándose con un saldo de tres muertos y tres personas heridas. En un país serio ese funcionario hubiera presentando su renuncia inmediatamente. Y el Estado hasta podría ser demandado. Pero aquí, el comprobadamente inútil es premiado con una precandidatura presidencial, aunque, por todas estas razones, no tiene ninguna posibilidad de ganar”.

No hace falta profundizar mucho –y esto ya es harina de “mi costado”– para desnudar la miserabilidad de Arnoldo Wiens. Un hombre sin conducta, que premió a los mediocres por el único hecho de ser incondicionales, como su “Solcito”, la radióloga, que usurpa un cargo técnico. Si hasta se fue a fiscalizar rutas en construcción. Aclarando siempre que, hasta tanto pueda comprobarse, la cantidad de kilómetros de los que se ufana Marito es pura fantasía. “Termoldo” es mentiroso de origen y de oficio. No sabe hacer otra cosa. Se arrastra detrás del poder. Por eso se pasó trepando con los presidentes de turno desde el 2003. Ahora quiere el premio mayor. Pero, como decreta la Biblia (que cita tanto, pero nunca cumple lo que dice), nada es oculto para siempre. Y Arnoldo Wiens, con su falsa sonrisa de vendedor, está a la exposición pública con todas sus mentiras, sus hipocresías y su corrupción. Todo se sabe. Lo único que quiere es seguir ordeñando la vaca mecánica del Estado. Y a toda máquina.

¿Cómo creer en alguien que ayer nomás era parte del Gobierno, en el cargo de ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, y jamás vio, denunció o criticó esas barbaridades que ahora le preocupan?

Me pone nervioso que este fantoche haya inaugurado el primer puente en el mundo con semáforo, porque tenía un solo carril.

Dejanos tu comentario