Alzar upa a alguien está asociado a necesidad de protección, a dar seguridad. A la necesidad de contacto físico de los bebés y niños. Ellos necesitan un sostén, necesitan estar upa. En los primeros años de vida, es una de las necesidades más importantes que tienen. Es en los brazos de sus padres o seres amados, donde el bebé encuentra seguridad, confianza, comunicación, y contención. Atendiéndolo y ofreciendo esos abrazos todo el tiempo que lo necesite, le estamos dando lo que necesita para su desarrollo emocional. El bebé sabe que el lugar más seguro, más placentero, donde va a estar más contenido y cuidado, es en los brazos de un ser querido. Es evidente la tranquilidad que tienen los infantes cuando está en contacto piel a piel con papá o mamá. Muchas veces la gente refiere que un bebé está siendo malcriado si al llorar se le alza upa, y relacionado a esto, se relaciona al acuerdo no escrito entre el bebé y sus padres de que alzándolo upa dejará de llorar inmediatamente.

Los actos públicos y sus escenificaciones también comunican. Y mucho. Los presidentes Jair Mesías Bolsonaro y Mario Abdo Benítez se volvieron a encontrar esta semana para una visita técnica de la obra del Puente de Integración, donde los mandatarios de Brasil y Paraguay llegaron caminando hasta el centro de la obra sobre el río Paraná. El nuevo paso fronterizo unirá las ciudades de Presidente Franco y Foz de Yguazú. En el evento, Bolsonaro agradeció varias veces a su amigo “Maritu” su apoyo permanente a Brasil. Esto en sí mismo ya es señal de atención, ya que es el país que es todo un continente agradeciendo a un país de mucho menor volumen en todos los sentidos. Bolsonaro trató de ser diplomático (a lo cual no está acostumbrado) y elegantemente le agradeció su permanente entreguismo evidenciado en varios capítulos, el último de ellos es la negociación de la tarifa de Itaipú donde Brasil volvió a quedarse con la suya. Eso fue lo que se dijo.

Ahora vayamos a lo que no se dijo, pero que comunica mucho más. El protocolo marcaba una línea en el medio exacto del puente, una línea de color negro. Hasta ahí debían ir ambos mandatarios. Un metro antes y paralelo a esa línea estaban pintadas las banderas de Brasil y Paraguay. Ahí debían pararse antes de concretar el encuentro. Ahí permaneció Jair Mesías sonriente, con los brazos abiertos. Él hizo lo que tiene que hacer, tener el control, mostrar liderazgo, evidenciar quién es el alfa. Sin embargo, el presidente Mario Abdo Benítez no logró contener la necesidad del contacto físico y no dudó un segundo en ir directo y a velocidad turbo a los brazos del mandatario brasileño. No se detuvo cuando debió detenerse. Él tiene la carencia de afecto, precisa sentirse seguro, estar protegido. Quiere que lo alcen upa. Apenas recibió el abrazo, sonrió exultante. Las posibilidades de llanto y berrinche se habían esfumado.

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Fue tal el descontrol que los fotógrafos de los medios de los dos países, a los gritos pidieron que por lo menos regule la velocidad. Fue en vano, ya “Maritu” había cruzado todas las líneas y llegado hasta la bandera de Brasil para que lo arrope. Para tratar de componer un poco el vergonzoso espectáculo, los reporteros gráficos pidieron que se ubiquen en el centro para las fotos y el saludo oficial. Un minuto con diecisiete segundos de puro entreguismo.

Para terminar de completar el cuadro de figuritas, el recientemente ungido precandidato presidencial por el oficialismo Arnoldo Wiens asistió al acto a sacarse selfis para sus redes sociales y siguiendo la posición de su jefe se encuadró a Bolsonaro cual aspirante a cadete. Asistió en carácter de ex ministro, según Mario Abdo. Nos enteramos de que ese es un motivo para asistir. En realidad, lo hace porque a alguna fantasma caribeña se le ocurrió que era una buena idea. Una genia absoluta.

Pero al final, todas estas son minucias. Pequeñeces sin importancia. El niño ya había conseguido que lo alcen upa.

Bolsonaro trató de ser diplomático (a lo cual no está acostumbrado) y elegantemente le agradeció su permanente entreguismo evidenciado en varios capítulos.

Mario Abdo Benítez no logró contener la necesidad del contacto físico y no dudó un segundo en ir directo y a velocidad turbo a los brazos del mandatario brasileño. No se detuvo cuando debió detenerse.

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