• Por Josías Enciso Romero

La estrategia es muy obvia: hay que desviar la atención del quilombo que está fermentando dentro de la Concertación. El más golpeado es el capanga del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Efraín Alegre. Cinco diputados de este sector político solicitaron un nuevo juicio, ya perdimos la cuenta, a Sandra Quiñónez. Ahora disputarán protagonismo a Kattya González y Celeste Amarilla. Justamente esta última es la vocera de los “arrepentidos” de haber dado quórum para archivar el último y reciente pedido, aclarando que ninguno fue “coimeado”. No pudieron buscar una mejor portavoz. ¡Mirá quién habla! Pareciera que el lema es el “circo debe continuar”. Lo que significará prolongar la agonía de la falta de votos, pudiendo el proceso extenderse indefinidamente, aumentando el ritmo de los espasmos y boqueadas, pero sin salida a la solución final. Mientras, la campaña electoral sigue campante su curso. Y las necesidades de la gente puede continuar esperando. Total.

Los periodistas, en los últimos años, nos convertimos en dioses. Juegan con las tapas de los diarios, las pantallas de la televisión y las ondas radioeléctricas para crear su propio mundo. Todos somos hijos de Alethia, la diosa griega de la verdad. O su símil Veritas, de los romanos. Pero ya no solo buscamos la verdad, la inventamos, develamos lo que está oculto según nosotros vemos y no como realmente es. Y como tenemos poderes propios de los seres sobrenaturales, nos creemos propietarios del pueblo, de la ciudadanía y de los votantes. Y, como tiene que ser, hablamos por todos ellos, porque, como diría Lino Oviedo, autoridad que no se ejerce, se pierde. Así, en nombre de ese pueblo, de esa ciudadanía, de esos votantes expresamos nuestro enérgico repudio cuando unos cuantos divergentes vienen a destruir nuestros caprichos, deseos y berrinches y a truncar nuestra ansia de la fama eterna, aunque más no dure un minuto. Como luciérnagas en un frasco de vidrio.

Cuando el circo recogió su carpa en la Cámara de Diputados, dando por concluido el espectáculo “Destituyan a Sandra Quiñónez”, con un estruendoso fracaso de taquillas –aunque los fiscales del libelo acusatorio quisieron entrar con taquillas altas–, se desencadenó una letanía de histerias y de lloros, como rosario de novena. Un terremoto mayor de cuando el titán Prometeo robó el fuego de los dioses para compartir con los mortales. Hubo furia, soponcios, ataques de nervios y amenazas de “voto castigo” y de sanciones partidarias. Los estómagos flojos sintieron el impacto y solicitaron otro juicio político, ya lo apuntamos al inicio. Luego, cuando sus pronósticos se desbarranquen estrepitosamente se encargarán de borrar con olvidos la memoria. Y aunque nosotros hagamos el largo cotejo de las predicciones con la realidad, a muy pocos les va a interesar. Porque se juzgan los resultados y no las intenciones. Porque la intención de estos medios, al mismo tiempo de ser parlantes de los políticos que piensan igual, es amedrentar a los diputados, convocar a multitudes para presionar a los parlamentarios, someterlos al escarnio en sus propios domicilios. Se hicieron eco, en letras negras y cuerpos gigantescos, del inconstitucional “mandato imperativo” para los integrantes de la Concertación, so pena de ser expulsados. Nada funcionó. Solo podemos colegir lo siguiente: o la credibilidad hace rato hizo tris al fondo y a la derecha y nadie ya les da piola o el pueblo, la ciudadanía y los votantes –cuya representación se atribuyeron medios, periodistas y faranduleras– tienen necesidades más urgentes que andar entreteniéndose con ferias callejeras, aunque utilicen el recinto parlamentario. O, ambas cosas a la vez. Ni credibilidad ni interés.

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Nosotros, también, hablamos en nombre de la ciudadanía, pero a partir de la interpretación de sus actitudes, movilizaciones o silencios. A pesar de la inmensa campaña por la que cualquier candidato pagaría millones, la ausencia de manifestantes en los lugares públicos fue tan evidente como deprimente para quienes estaban esperanzados en llenar las calles con miles de personas. Las secuencias lógicas nos permiten concluir que a la mayoría no le interesó el juicio político a Sandra Quiñónez, porque lo asumió como totalmente contaminado por el internismo colorado, con intereses colaterales, y no tanto, de la oposición. Ahora volverán a la carga con la misma obstinada manipulación mediática. La intención seguirá siendo tener un Ministerio Público sometido al Poder Ejecutivo para allanar el camino de su precandidato presidencial sin necesidad de pasar por las internas partidarias. También los Vierci-boys y los “buenos muchachos” de la “Faraona” saben todo eso. Pero no lo dicen. Jamás lo van a decir. Es más fácil jugar a dioses. Asumen posiciones, pero niegan su identidad. La recomendación de mi vecino, don Cecilio, sería “¡Haganlón!”. Así los lectores podrán escudriñarlos más tranquilos. Sin el oropel de sus falsas y modestas imparcialidades.

La intención seguirá siendo tener un Ministerio Público sometido al Poder Ejecutivo para allanar el camino de su precandidato presidencial sin necesidad de pasar por las internas partidarias.

Los estómagos flojos sintieron el impacto y solicitaron otro juicio político, ya lo apuntamos al inicio.

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