Sabemos que la tilinguería no fue invento de este gobierno. Pero la hizo brotar como desecho de Pombero. Se multiplicaron como Minions. O como desfile de enanitos verdes después de una larga jornada con aguardiente alcanforado etiqueta azul. O con vinos reserva de las bodegas Marqués de Murrieta. Siempre con plata robada al sudor del obrero y a las manos callosas del campesino. Nunca más acertada la Biblia, de uno de cuyos textos podría parafrasearse: “Perlas a tavyrones y margaritas a los juru tavy”. Mientras disfrutan de un habano que puede alimentar a una familia pobre durante un día, discursean para ellos mismos y su entorno sobre las épicas jornadas de redención social del coloradismo. Para, luego, quedarse dormidos en sus sillas. Esta es la radiografía de los integrantes del círculo kupi’i del régimen de Mario Abdo Benítez. Bajo la carpa donde entran todos los oficialistas, y aún quedan lugares (porque el desbande electoral empieza a dejarlos solos), van desfilando elefantes rosados, retozando ante los ojos desviados de tanto desviar dinero público hacia catedrales y capillas, sacerdotes, frailes y monaguillos. Un solo requisito: en primer lugar, la cofradía debe integrar la familia y algunos que otros elementos exógenos que desestresan; en segundo orden, amigos, cómplices, celestinas y encubridoras y, por último, los trepadores con vocación de bonzo. Por el “líder” son capaces de prenderse fuego, mientras abanican las llamas con suculentos contratos, nombramientos o ijyképe, provenientes de sobrefacturaciones, diezmos o ayudas a los barrios marginales (que, casualmente, extravían el camino).
La tilinguería no tiene límites, como decíamos días atrás, así como la angurria no tiene fondo. Lo peor es que se contagia a la velocidad de la gripe y es más letal que el mbiru’a tavy. Los desequilibrios afectan el ánimo, el pensamiento (si lo hubiere) y el comportamiento de los últimos restos de un ejército en desaparición. Que se extinguiría por el poderoso látigo de los votos de una sociedad hambrienta, desesperada y cansada de sus trapacerías más abominables. De sus discursos cargados de felonías, mentiras, fraudes y soberbias porque, mientras invocan al pueblo, han asegurado, mediante el robo al Estado, el futuro de sus familias, esposas, hijos, yernos y extras. No hay que tener temor para decir la verdad. Es el único camino de la verdadera libertad. Mientras se pavonean de leer su Biblia –decimos “su” porque hacen totalmente al revés–, acumulan riquezas en la tierra que en un futuro cercano serán destruidas por el orín y devoradas por las polillas. Adoradores de Mammón, que desprecian los tesoros del cielo. Sepulcros blanqueados que cuelan el mosquito y dejan pasar el camello. ¿Hay pio alguien que les cree cuando vociferan sobre honestidad, ética, coloradismo y patria? Salvo aquellos que viven colgados de sus sacos –que ahora ya andan buscando otros sacos–, nadie. Ninguno. La orfandad será el castigo a este desprecio por la decencia y las familias humildes.
El último caso de deschavetamiento estridente tuvo como protagonista al vicepresidente de la República, Hugo Velázquez. Se desparramó como hyekue po’i sobre las escalinatas del local de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, cuando una periodista le subrayó que estaba realizando política proselitista en horario laboral. Acababa de inscribir su precandidatura a la Presidencia de la República. Emulando, literalmente, los escupitajos del “mariscal de la derrota” de sus mejores épocas, ahora devenido a chufletero en la Corte del Rey Zoquete, con un rostro desencajado, los ojos girando a la velocidad de la luz y una voz filtrada de soberbia por la incómoda observación, ensayó una cantinflada de nerviosa respuesta, e inmediatamente, como el que busca en otro la culpa de su delito, se lanzó contra… ¡No, no y no! Esta vez no va a acertar. ¿Cómo que sí? ¿Contra HC? Así no da gusto. Los lectores ya saben todo. Sí, contra el líder del movimiento Honor Colorado. Como gato con florero sobre un tejado de cinc caliente, torció la boca cual enajenado para vomitar: “¿Sabés qué? A tu patrón, el que trafica contrabando de cigarrillo, explíquele eso. Gracias”. Eso le pasa a nuestra compañera Rosa Pereira, del Canal GEN, por su impertinencia de proponer preguntas fuera del libreto que ningún periodista “decente” de los medios amigos osa formular. Para que aprendas. ¡Ich! En cuanto a su recomendación, de explicar lo de “trafica contrabando”, ningún “hermeneuto” de respetada reputación lingüística pudo decodificar tan avanzada ilustración léxica. Un TP para futuras generaciones. Cervantes se dio la vuelta en su ataúd y le respondió con su pandero.
El rey de los tambaleos emocionales es el “mariscal de la derrota”. Su marca registrada son los altibajos y cambios radicales de humor. Ahora reunió nuevamente a su “anillo político” de Yacyretá para tranquilizar a sus integrantes, porque “como miembro de la Junta de Gobierno, HC va a tener que negociar con nosotros si quiere gobernar tranquilo”, dando por sentado que Marito va a perder frente al líder de Honor Colorado. Atrás quedaron los días en que, descentrado, anunciaba “opa la Horacio Cartes”, cuando fue uno de los filtradores a la prensa mercenaria del “meduloso informe” de la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes (Seprelad). Nos confidenció uno de los asistentes, que el nefasto director administrativo, Armín Diez Pérez, no paraba de hurrear “muy bien líder, muy bien líder”, mientras trataba de superar el grave dilema existencial de aplaudir y atajar la baba con las dos manos.
Abdito, desde aquel repudiable “¡Uyyy, qué miedo!”, que le respondió a una ciudadana que le recomendó prestar atención a los sectores sociales si quería terminar bien su gobierno, ya demostró que anda con el control de mando perdido. Después vinieron el “moópio che aikua’ata” y “yo soy el mejor” presidente de la pandemia de toda Sudamérica. En realidad, Marito es la pandemia. Y para honrar a sus ancestros, aseguró que su candidatura para la presidencia de la Junta de Gobierno del Partido Colorado no afectará su gestión, porque durante las “veinticuatro horas del día se dedicará a las funciones oficiales y a la noche hará política”. Larry, Mou y Curly volvieron a las andadas. Pero en versión criolla de Mario, Hugo y Nica. De muy mala calidad. Pésima réplica de los inolvidables “Los tres chiflados”. Solo que los nuestros no hacen reír. Y son un peligro para el país. Tuku karu errantes, voraces e insaciables.
Larry, Mou y Curly volvieron a las andadas. Pero en versión criolla de Mario, Hugo y Nica. De muy mala calidad.
El rey de los tambaleos emocionales es el “mariscal de la derrota”. Su marca registrada son los altibajos y cambios radicales de humor.