El poder, en cualquiera de sus formas, puede ser instrumento, vio­lencia, influencia, capacidad, sea visible o invisible, sea omnipresente o escurridizo. El poder se está degradando, transformando o debili­tando; o al menos lo que hasta el momento se percibía como poder. El mundo de los pode­rosos, sean políticos o empre­sarios, sean países, medios de comunicación, ejércitos, reli­giones, sindicatos o partidos políticos ya no es ni será lo que en algún momento fue. Esta es la ambiciosa tesis que sostiene el libro del presti­gioso economista y analista internacional Moisés Naím, titulado “El fin del poder”.

En Paraguay, el eje de poder lo componen en gran parte los partidos políticos, sus movimientos internos (por momentos los segundos tie­nen más peso que los prime­ros), los grupos económicos representados en sus respec­tivas agremiaciones, las igle­sias (en especial la católica) y los medios de comunicación. Por esas estructuras pasa en gran parte todo lo que pasa, lo que se ve y también aque­llo que no se ve. Y así como está pasando en el mundo, de lo cual nos habla Naím, tam­bién está pasando en nues­tro país. De todos los grupos mencionados, hoy vamos a referirnos a uno de ellos: los medios de comunicación. En gran parte porque de todos los demás ya se ha escrito bas­tante y además que es en este sector donde menos están visualizando cuánto cambió y seguirá cambiando la con­figuración del poder. Enten­dido el mismo como el mando fáctico, como la fuerza que se impone aun contra la volun­tad del otro y sin importar la razón de aquella.

El poder conlleva beneficios, sin duda; así como también soporta perjuicios, en espe­cial el del desgaste y eso se agrava con el elemento del tiempo que se lleva dentro de ese eje. Con ese escena­rio y en esta coyuntura, el grupo Zuccolillo es el que está sufriendo un mayor daño y de manera más evidente. El diario, que era el buque insig­nia está pasando por su peor momento, sobre todo por la falta de conducción. Añora en demasía a don Aldo, quien era el que tenía el tino y sentido de oportunidad que da la sabi­duría de saber elegir momen­tos, batallas, aliados y adver­sarios. Está, como le gusta decir a Sabina, en una sala de espera sin esperanza. El canal tiene un alcance porcentual­mente limitado, por decir lo mínimo. Tal vez la radio AM sea lo que podría ser una tabla de salvación, por todo lo que implica y su alcance.

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En la jornada de ayer quedó evidenciado lo del diario, una vez más. Le dedicaron el tema principal de tapa a la supuesta noticia de que el presidente de la Cámara de Diputados, Pedro Alliana, era el respon­sable de que la conformación de una comisión no avance. Bastó un tuit del precandi­dato a vicepresidente de la República y una entrevista donde pueda contar que la verdad era que la conforma­ción depende d e que las b a n ­cadas (aque­llas reglamentaria­mente habilitadas) envíen sus representantes a inte­grar la comisión. Tal hecho no había ocurrido, a excep­ción de la bancada de Honor Colorado, que era la única que había nominado integrante.

Evidentemente, alguien le pasó mal el dato al grupo Zuccolillo y embriagados por el sesgo, no corroboraron un procedimiento fácilmente verificable. Este hecho y otros anteriores evi­dencian el deterioro que está sufriendo, el que años atrás hacía que uno tiemble al ver la tapa de Abc. Eran otros tiempos. El poder ya no es lo que era. Cambió, para siempre.

El diario, que era el buque insignia, está pasando por su peor momento, sobre todo por la falta de conducción. Añora en demasía a don Aldo, quien era el que tenía el tino.

Bastó un tuit de Alliana y una entrevista donde pueda contar que la verdad era que la conformación depende de que las bancadas envíen sus representantes a integrar la comisión.

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