Cada semana, la cam­paña del Presidente de la República a la Junta de Gobierno y del Vicepresidente para intentar suceder al primero, se cons­tituye en fuente inagotable de actos y discursos repletos de polémica. Lo hacen lleva­dos por la desesperación de no levantar vuelo en las medi­ciones. Si sus propios com­pañeros de movimiento se refieren (aún en voz baja) a Hugo Velázquez como pan­dorga de plomo, ahora que se sumó Mario Abdo Benítez para supuestamente ayudar a levantar unos puntos y hasta ahora sin ningún resultado, el círculo rojo de la campaña ya se encuentra en un atolladero del que no sabe cómo salir. Ahora no tienen una pan­dorga de plomo, tienen dos. Lo que se sabe es que aque­llos que apostaron a la figura del presidente como un even­tual elemento positivo ahora están arrepentidos o incluso están pensando seriamente en cambiar de campamento. Hay más pedidos de autoriza­ción para aterrizar en Honor Colorado que en la torre de control del aeropuerto John F. Kennedy en vísperas de Navidad.

“Muchas veces me pregun­tan por qué Marito no contó tal cosa, por qué ahora están contando muchas cosas. Por­que yo soy un hombre institu­cionalista, yo hice mi parte como Poder Ejecutivo y está documentado todo lo que yo hice contra el crimen organi­zado. Récord en incautación de todo, récord en incauta­ción de activos que estaban en manos del narcotráfico que hoy están al servicio de la ciudadanía”, esto es parte del discurso de Mario Abdo Benítez en una gira proseli­tista del oficialismo que se dio el jueves en el departa­mento de Caaguazú. El pre­sidente se atribuye a sí mismo un mérito que no tiene a refe­rirse al operativo “A Ultranza Py” tuvo la participación de varios países, que en reali­dad decidieron accionar por­que veían con preocupación cómo el crecimiento despro­porcionado y descontrolado del narcotráfico, el crimen organizado y sus diversas modalidades de financia­miento y lavado que se origi­nan en Paraguay, empezaban a permear en aquellos paí­ses y sus respectivas estruc­turas delictivas y económi­cas. Dicho en pocas palabras, cuando empezó a afectarles y viendo que el Gobierno poco o nada estaba haciendo, deci­dieron entrar ellos mismos a solucionar la cuestión. Si alguna institución puede atribuirse la paternidad de la operación es el Ministerio Público, la misma institu­ción al que el Poder Ejecu­tivo y sus escuderos en el Congreso y los medios de comunica­ción alinea­dos per­siguieron con saña. Y conste que no se entra a cuestio­nar el excesivo uso de la pri­mera persona en el discurso del Presidente, lo cual trans­mite una peligrosa tenden­cia autoritaria y una concep­ción de que el Estado es una persona. Una especie de Luis XIV subtropical.

“Y di tiempo a las institu­ciones a que funcionen, di tiempo a que funcionen. Hici­mos los operativos, hicimos lo que teníamos que hacer y dejamos para que las institu­ciones funcionen, para que hagan su parte. Yo no soy la Justicia, yo no soy la Fiscalía, ¡yo soy el Poder Ejecutivo!, pero antes de terminar mi gobierno si los otros pode­res y si los otros estamentos no actúan, yo voy a contarle al pueblo todo lo que se están callando y la complicidad de los otros poderes del Estado que hoy favorecen al crimen organizado en Paraguay”, continuó vociferando el Pre­sidente de la República. En esta parte de su alocución se puede evidenciar la forma de pensar de alguien que nunca estuvo a la altura del cargo, que desde el día uno arrojó la investidura presidencial a los chanchos. Coacciona y amenaza a otros poderes del Estado como el Congreso Nacional y el Poder Judicial. En un penoso intento de inti­midación y vulgar bravuco­neada, imita poses y ejes discursivos de otros manda­tarios a los que de la boca para afuera dice rechazar, Nico­lás Maduro, entre ellos. Es el bully de la clase que hostiga a los demás compañeros.

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El Presidente olvida que su cargo conlleva una alta carga de responsa­bilidad con sus mandantes. El Presidente debe recordar que si no da nombres y responsa­bilidades se vuelve cómplice, además de darle uso proseli­tista a la información privile­giada a la accede. Aun así, lo que se espera es que cuando el Presidente se decida a hablar recuerde incluir una explica­ción convincente sobre la pre­sencia de “Cucho” Cabañas y la famosa mochila en su quin­cho, las numerosas reuniones y conexiones de su compa­ñero de chapa y su candidato a sucederlo con las más oscu­ras vertientes del financia­miento terrorista, la candi­datura a gobernador por su movimiento del hasta ahora prófugo de A Ultranza, el pas­tor José Insfrán. Es lo que se espera y es lo que las circuns­tancias ameritan.

Sus propios compañeros de movimiento se refieren (aún en voz baja) a Hugo Velázquez como pandorga de plomo.

Coacciona y amenaza a otros poderes del Estado como el Congreso Nacional y el Poder Judicial. Es el bully de la clase que hostiga a los demás compañeros.

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