Directorio Legislativo es una organización de la sociedad civil con sede en Argentina y Esta­dos Unidos, que trabaja hace más de diez años para forta­lecer las instituciones demo­cráticas en América Latina y el Caribe. Se declara a parti­daria e independiente. Como su nombre lo indica, traba­jan con énfasis en los pode­res legislativos para que sean representativos, receptivos y capaces de dar respuesta a las necesidades de la ciuda­danía. Fomentan la respon­sabilidad de las instituciones de la región mediante el diá­logo entre diferentes actores: sector público, privado, aca­démico y de la sociedad civil. Trabajan para promover el diálogo, la transparencia y el acceso a la información pública con el fin de fortale­cer los congresos, legislaturas y/o parlamentos de la región.

La organización también rea­liza un monitoreo bimestral de aprobación de presiden­tes de América Latina, reco­pila diversas encuestas de opinión pública de distintas fuentes y las promedia para arrojar un solo numero con­solidado. El principal factor que miden es imagen positiva e imagen negativa de los polí­ticos que están al frente de los Ejecutivos de dieciocho países. A ese informe lo lla­man Imagen del Poder. En el mismo, se ve una muy impor­tante degradación en la ima­gen de los presidentes lati­noamericanos, los números son lapidarios. Los gobier­nos, en su mayoría se pade­cen, como titula el académico de la Comunicación Política, Mario Riorda, quien fue con­tactado por Directorio Legis­lativo para analizar el último reporte.

En lo que respecta a Para­guay, no escapa de uno de los factores que se ve en todos los demás países: una abrupta caída apenas ini­ciados los mandatos. Puede verse en el informe como Mario Abdo Benítez tenía entre marzo y abril del 2020, 61% de imagen posi­tiva y 37% de negativa. En este último informe, el dato que refleja que se muestra da escalofríos: 75% de ima­gen negativa y 23% de posi­tiva. Y conste que el último acopio de datos sobre nues­tro presidente es de setiem­bre-octubre del 2021, una simple proyección estadís­tica y los gravísimos pro­blemas de gestión nos dicen que, en la actualidad, fines de mayo del 2022, esos núme­ros pueden ser aún peores. Si acaso esto fuese posible. En el análisis de Riorda se menciona un elemento con el cual es imposible no sen­tir que describe a la cabeza de nuestro Ejecutivo, “a quienes les va mal en términos de opi­nión pública, no han sabido surfear la gobernabilidad en contextos de sistemas políti­cos de partidos rotos”. En el caso paraguayo, fue el mismo presidente quien se encargó de romper con el partido que lo llevó al poder, el partido que le hubiese garantizado una administración donde la gobernabilidad sea al menos una de las características. Sin embargo, decidió acordar con partidos y bancadas en el Congreso cuyos números y prácticas políticas solo pre­decían lo que efectivamente terminó ocurriendo: desgo­bierno y una permanente generación de una crisis tras otra. Incluso habiendo par­celado el poder y dejando a representantes de esos parti­dos en cargos absolutamente estratégicos.

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Paradójicamente, ahora el mismo que rompió con su partido, que le dio la espalda durante toda su adminis­tración pretende ser presi­dente del mismo. Aunque los números muestran que la concreción de ese objetivo es altísimamente improbable no habría que descartar que en el muy hipotético que ello ocurra termine cambiando el color colorado por el verde del PDP o una gigantografía de Efraín en la entrada de la Junta de Gobierno. Pre­tende llevar el gobierno del padecimiento a la Asociación Nacional Republicana. Los hechos nos dicen que para nada es una buena idea.

Paraguay, no escapa de uno de los factores que se ve en todos los demás países: una abrupta caída apenas iniciados los mandatos.

Decidió acordar con partidos y bancadas en el Congreso cuyos números y prácticas políticas solo predecían lo que efectivamente terminó ocurriendo: desgobierno.

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