La caracterización de la modernidad como un tiempo líquido es uno de los mayores aciertos de la sociología contemporánea. La expresión, acuñada por Zygmunt Bauman, da cuenta con precisión del tránsito de una modernidad sólida esta­ble, repetitiva, a una líquida flexible, voluble o que ya no perdura el tiempo necesario para solidificarse y no sirve de marco de referencia para los actos humanos. Pero la incer­tidumbre en que vivimos se debe también a otras trans­formaciones entre las que, en el lúcido análisis de Bauman, se contarían: la separación del poder y la política; el debi­litamiento de los sistemas de seguridad que protegían al individuo, o la renuncia al pensamiento y a la planifica­ción a largo plazo; el olvido se presenta como condición del éxito. Este nuevo marco implica la fragmentación de las vidas, exige a los indivi­duos que sean flexibles, que estén dispuestos a cambiar de tácticas, a abandonar com­promisos y lealtades.

Citar a Bauman para enmar­car la discusión sobre lo que pasó en la Gobernación de Central. De esos lujos que solo el periodismo puede per­mitirse. Y es que estamos en tiempos líquidos. La alianza entre Efraín Alegre y Hugo Velázquez consiguió, por la vía del hecho consumado, que un concejal departamental del movimiento oficialista asuma como gobernador del departamento de mayor volu­men electoral. Once votos bastaron para desalojar a Hugo Javier González, quien se encuentra en medio de una tormenta judicial. Gustavo Machuca, del movimiento de Hugo Velázquez, fue electo con el voto de cinco colegas concejales departamenta­les liberales del sector efrai­nista afines al mismo Alegre, al diputado Édgar Acosta y, atención a esto, al menos un par de votos vinieron desde la propia Corte Suprema de Justicia de la mano del minis­tro Víctor Ríos, quien según lo afirmado por Dionisio Amarilla, operó fuerte para concretar la operación. Tal vez en la seguridad de que debía pagar alguna que otra fineza que había recibido en el pasado, quién sabe. Se sumaron otros cinco conceja­les que responden al torismo y uno de Honor Colorado, que decidió traicionar la línea de su movimiento.

Ahora el efratorismo tiene la mirada puesta en hacerse con el curul del Tribunal Superior de Justicia Electoral que per­tenece al PLRA y que queda vacante luego de la salida de Alberto Ramírez Zambonini. A propósito, en la jornada de hoy vuelve a sesionar el Con­sejo de la Magistratura, que está recurriendo a una excusa diferente por día con tal de impedir la participación de Juan Bartolomé Ramírez y beneficiar a Enrique Salyn Buzarquis. Basta con observar el sentido de los votos que tuvieron los integran­tes del CM que responden al torismo y al Ejecutivo en este tema para valorar lo impor­tante que es esa silla dentro del máximo organismo elec­toral. Ya con la mirada puesta en las elecciones internas de diciembre y las generales del 2023. Lo que se está haciendo es dejar de lado lo que la Cons­titución Nacional prioriza como son la idoneidad y la honorabilidad para antepo­ner los intereses sectoriales en el marco de una terrible persecución que atenta con­tra la libre participación y oportunidad de concursar.

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Citar a Bauman para enmarcar la discusión sobre lo que pasó en la Gobernación de Central. De esos lujos que solo el periodismo puede permitirse. Y es que estamos en tiempos líquidos.

Tal vez en la seguridad de que debía pagar alguna que otra fineza que había recibido en el pasado, quién sabe.

Etiquetas: #efratorismo

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