La política implica la representación de distintos intereses. Asume que para llegar al poder o mantenerse en él se deben hacer concesiones que muchas veces pueden estar muy lejos de lo ideal. Ahora bien, hay niveles admisibles y otros que efectivamente no lo son, que ya pasan de la raya.

Definitivamente este es el caso de la administra­ción actual. Para tener una dimensión hay que hacer algo de retrospectiva e ir hasta la génesis de Añetete, un archi­piélago de liderazgos que vie­ron en la figura del actual Presidente de la República, la posibilidad de enfrentar a Honor Colorado y, sobre todo, derrotar a ese modelo que tantos dolores de cabeza les trajo: el de la meritocra­cia, el de los concursos para acceder a cargos públicos, el que ponía a técnicos en luga­res técnicos y a políticos en espacios políticos. En la con­cepción, en la forma antigua de ver la política eso no podía seguir. Y lo lograron, ganaron las internas de la ANR y luego las generales con la promesa de coloradizar los ministe­rios, los seccionaleros ten­drían las puertas abiertas, nunca explicaron muy bien para qué, pero con eso les alcanzó para generar sensa­ción de victoria. ¿Gobernar? De eso no se habló y hasta ahora lo venimos sufriendo.

Un componente fundamen­tal, el puente entre todas las islas integrantes del archi­piélago tiene que ver con el loteamiento del Estado que se le ofreció ya desde el ini­cio mismo del movimiento a cada liderazgo. Lo que se hizo fue de alguna manera garantizarle espacios dentro el Ejecutivo (incluso de otros poderes del Estado) que les permitan a cada una de las distintas individualidades o grupúsculos políticos poder controlar institu­ciones estatales con todo lo que eso implica: recauda­ciones, licitaciones, concur­sos de precios, porcentajes por cada compra. Siempre y cuando se cuiden ciertas for­mas mínimas, y por qué no, se mantenga algún espíritu democrático a la hora de la repartición se iba a tener ase­gurada la tranquilidad para operar. Tal vez en este punto se podría entender la obse­sión que se tenía para acceder al control total del Ministerio Público.

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Bastaría con hacer un mapeo que incluya instituciones con sus respectivas desig­naciones y los liderazgos y equipos a los que responden para poder tener una visión integral para confirmar que estamos ante el loteamiento del Estado más grande que recuerde la historia política del Paraguay. Han transfor­mado toda la estructura esta­tal en una inmobiliaria, una enorme y que no incluye nin­gún tipo de ganancias para sus auténticos y reales due­ños: el pueblo paraguayo.

Y lo lograron, ganaron las internas de la ANR y luego las generales con la promesa de coloradizar los ministerios, los seccionaleros tendrían las puertas abiertas.

Estamos ante el loteamiento del Estado más grande que recuerde la historia política del Paraguay.

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