La aparición de nuevas figuras en el campamento político nacional debería significar un soplo de aire fresco, la oxigenación de los viejos pulmones colapsados por la mala praxis, la deshonestidad, la incompetencia, el lenguaje colérico y el discurso vacío de propuestas y de ideas, pero atiborrado de descalificación adjetivada del adversario. Cuando nos referimos a nuevas figuras no lo hacemos encasillando en ese grupo a una franja etaria exclusivamente juvenil. Son personas que sintieron la necesidad de aportar algo por su ciudad, su departamento y/o su país. Algunos escuchan el llamado más temprano que otros. Hubo poetas y escritores que empezaron a desarrollar sus obras a edad madura. Sacerdotes que se ordenaron a los 60 años. Abogados que recibieron tus títulos ya muy mayores. Aunque no puede negarse la influencia de la vocación, finalmente el hombre se construye a sí mismo, con perseverancia y tenacidad, en la profesión que ha elegido. Si se nace o se hace es un debate que ha perdido consistencia.
En todos los partidos políticos emergieron nuevos rostros, nuevos nombres. En el particular caso de los denominados tradicionales (Asociación Nacional Republicana y Radical Auténtico) fue el cedazo de las elecciones internas el que ha ido seleccionando esta renovación, aunque no en la magnitud que estos tiempos reclaman para desplazar a aquellos que convirtieron a la política en un instrumento para el enriquecimiento personal, la venganza y el chantaje. Es obvio que quienes demostraron eficiencia y honradez, y que verdaderamente se preocupan por la gente, volverán a ser premiados por esa misma gente. No obstante, tenemos que celebrar estas presencias renovadas que tratan de volver más respirable el asfixiante ambiente político que nos toca vivir. En las demás organizaciones partidarias, con estructuras de cuadros, se aplica el dedazo, con resultados disímiles.
Después de las últimas elecciones municipales, con el sistema de las listas cerradas y desbloqueadas (una opción preferencial), muchos cuerpos colegiados proyectan una conformación mayoritariamente nueva, con escasas repeticiones de concejales que parecían eternizados en sus cargos. Fue un gran avance. Ahora tendremos una oportunidad y un desafío mayor en las internas partidarias simultáneas del próximo 18 de diciembre de este año, cuyo resultado ideal sería una equilibrada mezcla entre experiencia y renovación. Pero no esa experiencia taimada que apela directamente al utilitarismo y reniega de la ética y de los buenos modales. Ni esa simple renovación de rostros, pero con síntomas de los mismos vicios. La experiencia enriquecedora y la renovación de la esperanza. Es lo que la sociedad espera.
Ser una figura nueva en el firmamento partidario y nacional no es suficiente sin una intervención que subraye la diferencia. Empezando por el lenguaje. Suponíamos que la elección del entonces ministro de Educación y Ciencias, Juan Manuel Brunetti, como precandidato a la Vicepresidencia de la República acompañando a quien hoy ejerce esa función, Hugo Velázquez, era por su carácter comedido, para sopesar los desaforados discursos, con rostro desencajado, de su compañero de fórmula. Velázquez seguiría con su artillería virulenta, mientras Brunetti aportaría los fundamentos de por qué habría que votarles. Pero en su declaración inaugural ya empezó a caminar torcido.
Entre varias preguntas que ayer le hicieron los medios, las internas partidarias eran un presupuesto ineludible. Antes que explicar las razones de su seguridad de victoria, empezó con el gastado argumento de los que no tienen argumentos: la muletilla del ataque. “Pido a mis correligionarios que miren cómo terminó la administración de Horacio Cartes, cuál era la situación política, social y económica del país”, y les invitó a que comparen con lo que hizo el gobierno actual “a pesar de la pandemia y de la crisis económica mundial”.
Parecía un buen muchacho, pero apenas traspasó la línea y tiene tendencia a transformarse en uno más de lo que tanto se critica. El gobierno del señor Mario Abdo Benítez cerró el ejercicio fiscal 2019 con crecimiento cero. Y elevó al 3% el déficit fiscal con respecto al producto interno bruto (PIB). El tope fijado por ley es de 1,5%, por lo que se tuvo que recurrir al Congreso de la Nación para su aprobación. El precandidato a la Vicepresidencia debería saber que, en nuestro país, el covid-19 fue declarado pandemia recién en marzo del año 2020. Sería una pena que el señor Juan Manuel Brunetti, de una expectativa de aire fresco, sea otro agente reproductor de las miasmas de siempre.
Tenemos que celebrar estas presencias renovadas que tratan de volver más respirable el asfixiante ambiente político que nos toca vivir.
Ser una figura nueva en el firmamento partidario y nacional no es suficiente sin una intervención que subraye la diferencia. Empezando por el lenguaje.