Nunca la hipocresía rayó tan alto den­tro de la oposición política amarillista de nues­tro país. Y, principalmente, en su actual caja de resonan­cia: la Cámara de Diputados. Decimos amarillista para diferenciarla de aquella que piensa y actúa con responsa­bilidad y cordura, sin perder la firmeza de sus denuncias, de sus objeciones y de sus reclamos. Sin envanecerse con la fugacidad del humo ni la frivolidad de las aparien­cias. Pero otros y otras han preferido el camino rápido del vodevil para imprimir sus nombres en las marquesinas de las obras ligeras, con situa­ciones de enredos, diálogos picarescos y, por supuesto, escenas de canto y baile. Su única finalidad es la entrete­ner, divertir, hacer reír. Inclu­yendo la promoción y venta de elixires que curaban todas las enfermedades. Algunas bien identificadas parlamen­tarias y sus colegas masculi­nos han extremado el recurso de llamar la atención con el eco cómplice algunos medios periodísticos también ama­rillos. Creen que el espec­táculo, y ofreciendo póci­mas de soluciones mágicas, es el recorrido para ganar al electorado en las urnas. No todos los productos conoci­dos a fuerza de marketing son comercializados masi­vamente. Ya nadie compra por el envoltorio sino por la comprobada calidad del con­tenido.

Hipocresía en su represen­tación conceptual más sen­cilla es entendida como la simulación de cualidades y sentimientos de los cuales se carece. La hipocresía viene acollarada con el cinismo. Cínica es la persona que actúa con falsedad y desvergüenza descaradas. Miente sin par­padear. Desglosemos la razón de nuestros asertos. Sepa­remos el hecho principal en sus rasgos particulares. Ubiquémoslo con sus ante­cedentes o backgroud como telón de fondo. Así se facilita la comprensión. Los discur­sos lanzados al vacío a veces impactan, aunque más no sea momentáneamente, por su lenguaje ostentoso, pero igualmente hueco. Como la denuncia de la diputada del Partido Liberal Radical Auténtico, Celeste, quien durante la sesión del miér­coles 2 de marzo, despojada de todo aplomo , aseguró que ella posee información confidencial de la Secre­taría Nacional Antidrogas (Senad) de que varios de sus colegas colorados “financian sus campañas con dinero del narcotráfico”. Ya en los linde­ros del paroxismo, con des­enfado sin igual, afirmó que “ya sabía lo de Ozorio (Juan Carlos), pero si decía el nom­bre se iban a desmayar y me iban a mandar presa”.

“Esta señora hubiera estado en el manicomio” le retrucó uno de los nombrados por la legisladora, el diputado por Cordillera, Nazario Rojas, quien sobre la marcha anun­ció que va a denunciarla judi­cialmente. Aunque poste­riormente la legisladora -es un decir- se disculpó. porque no tiene “pruebas”, los afectados aseguraron que “no es suficiente la retracta­ción”. Así que, suponemos, irán a los tribunales o pedi­rán su pérdida de investi­dura.

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En un segundo acto, pero de la misma obra, la dipu­tada Kattya González, dijo al pleno que no presentará (por ahora) el libelo acusato­rio contra Sandra Quiñónez, argumentando una supuesta “extorsión” de parte de la directora de Comunicacio­nes de la Fiscalía General del Estado, Élida Favole, (actual­mente sumariada), a raíz de unos tuits publicados por la mencionada funciona­ria. En ellos (los tuits) alega que algunos parlamentarios están “ofreciendo el oro y el moro” para llevar adelante el juicio político, agregando que “un peso pesado del narco­tráfico consiguió una lista de votantes a favor de una legis­ladora”, así como otras alu­siones a diputados interesa­dos en “atajar los procesos abiertos y juicios que ya están en curso”. Ahora viene lo sim­pático y grotescamente con­tradictorio. Según la dipu­tada González “no se puede votar con una extorsión del propio órgano enjuiciado”.

Veamos, ninguna persona que tenga sus antecedentes limpios puede ser objeto de extorsión, que signi­fica, literalmente, “presión que se ejerce sobre alguien mediante amenazas para obligarlo a actuar de deter­minada manera”. Es más, las víctimas de la extorsión tie­nen el deber de denunciar a sus extorsionadores. Pero la diputada Kattya González lo simplifica todo con que “no están dadas las condiciones de libertad para votar” por el juicio político. Tamaño disparate solo puede tener dos posibilidades: no consi­guieron los votos requeridos o los que temen son legisla­dores ligados al crimen orga­nizado que están buscando impunidad. De lo contrario, sus aliados no se sentirían. Qué tienen que esconder sus compañeros de ruta? Des­pués, podemos seguir char­lando.

En el tercer acto no podía faltar la senadora Desirée Masi. Aseguró que el sumario a la “directora de Comunicaciones de la Fisca­lía General es un circo” y que la citada funcionaria debe­ría ser destituida inmedia­tamente. Y responsabilizó a la señora Sandra Quiñó­nez de cualquier informa­ción que pueda filtrarse de su institución. Ahora vamos a enlazar los hechos. No le escuchamos a la sena­dora Masi cuestionar a la ministra de la Senad, Zully Rolón, por la “información” que soltó en plena sesión la diputada Amarilla. Mucho menos pedir su destitución. Es que la hipocresía se des­nuda sola. Ahora resulta que los datos -sin identifi­car a nadie - “son sensibles”, pero cuando los divulga la diputada Amarilla, con nombres, es un uppercut para sus adversarios. No hay interés en la libertad, la justicia, la democracia ni la trasparencia. Solo defen­der sus intereses, los de sus maridos, amigos, cómpli­ces y aliados. La oposición amarilla se está volviendo marrón. Una funcionaria de rango mejor, desde su cuenta privada de Twitter, la hizo correr al sanitario.

La diputada Kattya González dijo al pleno que no presentará (por ahora) el libelo acusatorio contra Sandra Quiñónez, argumentando una supuesta “extorsión”.

La pregunta que debería hacerse la parlamentaria es muy sencilla: ¿Qué tienen que esconder sus compañeros de ruta? Después podemos seguir charlando.

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