Mucho se ha debatido y analizado sobre el supuesto beneficio económico de establecer relaciones directas entre el Paraguay y el gigante asiático, China continental. Diversos sectores empresariales y políticos, a lo largo de los años –en mayor o menor medida–, han insistido en la idea de fomentar estas relaciones, porque “saldríamos favorecidos con las bondades” de la gran economía asiática.
Sin embargo, hay voces y experiencias disonantes que contrastan con este pretendido beneficio, y no nos referimos a los casos de países de Centroamérica que han cedido más que una ventaja económica, sino parte de su soberanía, en esta suerte de interacción económica desigual entre los países pequeños y el gigante.
Hablamos de la experiencia que algunos países –como por ejemplo Costa Rica– no terminan de dimensionar la desventaja que representó esta alianza en su momento, pese a las mentadas utilidades.
La Unión Industrial Paraguaya (UIP) presentó recientemente un informe técnico que analiza los posibles impactos de un giro en la política exterior del Paraguay, específicamente en establecer relaciones diplomáticas con China continental y dejar de lado a Taiwán. Paraguay es el único país de América del Sur que mantiene sus lazos diplomáticos con la isla asiática, que es su gran aliado en esa zona del planeta.
El citado análisis fue elaborado por el Centro de Estudios Económicos (CEE-UIP) y plantea que una transformación de esta índole y magnitud, pasarse de un bando a otro, tendría consecuencias económicas y estructurales significativas para el país.
Según este informe, la apertura con China podría generar un saldo neto negativo de cientos de millones de dólares, debido a la pérdida de mercados en Taiwán, menores ingresos fiscales por desarme arancelario y la interrupción de programas de cooperación bilateral. Además, sectores industriales clave –como el textil, el químico, el metalúrgico y del calzado– podrían verse afectados, con un riesgo directo sobre miles de empleos en la manufactura. El informe cuantifica que el panorama global desfavorable ascendería a un anual en negativo de USD 592 millones.
El análisis no solo alerta sobre este impacto perjudicial sino también advierte sobre efectos estructurales graves no solo a corto plazo, sino a mediano y largo, lo cual podría acarrear un patrón de fuerte retroceso de la producción primaria y en consecuencia de la propia economía paraguaya, que tiene aún hoy al agro como uno de sus pilares fundamentales.
Queda claro que una apertura podría traer “ventaja” inicial (que es la gran apuesta que hace Beijing todas las veces que busca “seducir”), pero esto no necesariamente garantiza una mejoría sostenida ni beneficios permanentes.
Muchas veces, las ventajas inmediatas de una decisión económica o política generan el espejismo del progreso que no es tal. Lo que al comienzo parece un impulso vigoroso puede transformarse en vulnerabilidad futura, especialmente si el país queda expuesto a factores externos, como la dependencia de un solo mercado o la volatilidad de los precios a nivel internacional.
Se reitera el ejemplo de Costa Rica y otros de la región que literalmente se quedaron expuestos y vulnerables.
Hay otros procesos y alianzas económicas, más consolidadas, que certifican y avalan aspectos positivos que apuntalan y tienden a aumentar a lo largo del tiempo.
Esto hace referencia a sólidos aliados como Taiwán, según indica el informe divulgado por la UIP esta semana. Mantener la alianza con el aliado asiático se considera una estrategia que favorece el desarrollo sostenible, la inversión en tecnología, la infraestructura y el capital humano, y preserva la industria local.
El informe subraya que, más allá de las ventajas puntuales de comerciar con China, la opción de Taiwán protege el valor agregado, la soberanía industrial y los intereses de los ciudadanos.
En lugar de orientar hacia una apertura que favorezca solamente a unos pocos exportadores de commodities, el análisis hecho por el organismo vinculado a la Unión Industrial Paraguaya (UIP) apunta a fortalecer y consolidar la alianza estratégica con Taiwán, que hoy se expresa en varios campos como el comercio o la educación.
Esa colaboración permite una inversión real en desarrollo productivo: tecnología, innovación, capital humano e infraestructura.
En resumen, la elección por Taiwán estimula un trayecto de desarrollo sostenible que se extiende y fortalece en el tiempo, mientras que tomar la dirección hacia China Continental, aunque tentador por su magnitud inicial, conlleva un alto precio para el país.