Yoed Magen, embajador de Israel concurrente ante Paraguay.

Nuestras vidas se dividen actualmente en dos períodos de tiempo: el tiempo que precede al 7 de octubre y el tiempo posterior a esa fecha. Israel está rebosante de conmoción, dolor y horror a raíz de la atroz masacre perpetrada por Hamás contra civiles inocentes en la mañana del Shabat (sábado) que también era una festividad religiosa. Mi mano tiembla al escribir estas palabras que describen sólo una fracción de este brutal ataque. Pero no podemos mirar hacia otro lado. Debemos enfrentar este mal absoluto para comprender por qué Israel está decidido a derrotar a esta máquina asesina.

A partir de las 6:30 de la mañana del sábado, más de dos mil terroristas armados irrumpieron en hogares y mataron a tiros a familias enteras mientras dormían. Dispararon con lanzacohetes antitanques portátiles en los dormitorios. Las madres escondían a sus hijos en los armarios, tratando desesperadamente de evitar que sus bebés lloraran, pero Hamás no perdonó ni a las mujeres ni a los niños. Utilizaron alambre de hierro, ataron a madre e hija, abuela y nieto, y los quemaron vivos. No aparte la vista de esta maldad. Debe saber lo que ha sucedido. Decapitaron a bebés con cuchillos, violaron a niñas, abrieron el vientre de una mujer embarazada. Prendieron fuego a edificios, quemándolos hasta los cimientos, mientras la gente se escondía adentro. Atacaron a hombres y mujeres jóvenes que celebraban en un festival musical en un claro del bosque. Persiguieron a los juerguistas que huían, disparándoles y matándolos con una crueldad indescriptible. Unos cientos de hombres y mujeres fueron asesinados allí mismo en el bosque. Con una crueldad impronunciable, secuestraron a familias enteras, incluidos bebés de seis meses y niños aterrorizados cuyos padres acababan de ser asesinados frente a ellos.

Unos 1.400 israelíes fueron asesinados en un acto brutal de matanza masiva, minuto a minuto, durante muchas horas. ¿Acaso los asesinos estaban avergonzados de sus acciones? Absolutamente no. Ellos documentaron entusiastamente las atrocidades y las transmitieron en vivo. Y durante la matanza masiva, alrededor de 200 personas fueron violentamente secuestradas de sus hogares a las guaridas oscuras de Hamás, incluida una mujer de 85 años y pequeños bebés lactantes que buscan a sus madres. El padre de una de las niñas asesinadas, una dulce niña de 8 años llamada Emily, dijo: “Me sentí aliviado cuando escuché que mi pequeña niña fue asesinada y no secuestrada por Hamás”.

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Hay quienes describen estas acciones como “conducta animal”. Esto es incorrecto. Los animales no se comportan de esta manera. Las personas que torturaron a sangre fría familias enteras hasta la muerte no son animales. Son monstruos humanos. Los horrendos actos del 7 de octubre, despertaron en la mente de muchos israelíes emociones de horror e impotencia que recuerdan los sótanos de la memoria colectiva del Holocausto. El Estado de Israel fue establecido como hogar para el pueblo judío. Para garantizar que los judíos nunca sean llevados a la muerte por el solo hecho de ser judíos. De ahí la terrible conmoción que ahora prevalece en Israel. No hay sonrisas, sólo profundo dolor y trauma. Pero también hay un fuerte sentimiento de “unidad” y una profunda convicción interna de que debemos luchar contra esta organización terrorista y derrotarla. A fin de erradicar la amenaza de aniquilación que se cierne sobre nuestros hijos. Estamos luchando por nuestro hogar. ¡Por nuestro derecho a vivir!

Durante muchos años, la creencia de que se debe encontrar una forma pragmática de vivir junto a Hamás, manteniendo un cierto status quo basado en consideraciones reales, prevaleció en Israel y en las capitales occidentales, a pesar de que su ideología de violencia y antisemitismo era bien conocida. Siempre supimos quién y qué es Hamás, su doctrina familiar. Lemos la Carta fundacional de Hamás: el documento fundacional de Hamás escrito por el jeque Ahmed Yassin en 1988 -el documento antisemita más peligroso escrito en el mundo desde el Holocausto-. La Carta de Hamás culpa a los judíos de todos los males a lo largo de la historia, deshumaniza a los judíos, y rechaza toda solución política al conflicto árabe-israelí. En muchas de sus cláusulas, como la cláusula 13, declara que “no hay solución al problema palestino, excepto a través de la Yihad”, es decir, una guerra santa. Pero la Carta de Hamás también habla explícitamente de un nuevo genocidio para el pueblo judío. La cláusula 7 convoca al asesinato de judíos en todos los rincones del mundo, citando lo siguiente: “…las piedras y los árboles dirán ¡Oh siervo de Alá! Hay un judío escondido (detrás) de mí, ven y mátalo”.

Y eso es exactamente lo que sucedió. Vinieron a matar.

Durante muchos años, los líderes de la comunidad internacional han exigido a Israel: no escuchen lo que Hamás escribe y lo que Hamás dice. Ignoren su ideología y su terrible retórica. A pesar de las amenazas, Hamás desea mejorar las condiciones de vida de los dos millones de palestinos que viven bajo su sombría dictadura, garantizarles un medio de vida, permitirles pescar y construir una infraestructura. El ataque bien planeado contra Israel el 7 de octubre demostró este concepto erróneo. Hamás no está interesado en la coexistencia o la paz. No está interesado en una vida mejor para los dos millones de gazatíes, sino en la eliminación del Estado judío y el asesinato de sus ciudadanos. No se trata solamente de un objetivo ideológico, sino también su único curso de acción. Hamás es ISIS (Estado Islámico), un ISIS palestino que desafortunadamente goza de relaciones públicas y de la compasión muy preocupante de algunas de las principales poblaciones del mundo, incluidos algunos de los medios de comunicación.

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¿Hay acaso un acto más profundo de defensa propia que cuando Israel ataca a la organización terrorista Hamás para defenderse? Israel no está atacando al pueblo palestino. De hecho, Israel no constituye una amenaza para la Autoridad Palestina en Ramallah, siempre y cuando no se sume al ataque contra Israel. Hamás no está interesado en el establecimiento de un Estado palestino junto a Israel, sino solamente en la destrucción del Estado de Israel.

Por el contrario: el establecimiento de un Estado palestino se opone directamente a la concepción de Hamás de su objetivo final-el establecimiento de un Estado islámico en todo el territorio, incluido el territorio de Israel. No está interesado en la creación sino en la destrucción total. No en la paz sino en la guerra hasta que el islam extremo asuma el poder. La única solución, conforme a Hamás, es la destrucción de Israel y la aniquilación de sus habitantes.

Hamás no duda en sacrificar a los palestinos en su intento de alcanzar su objetivo monstruoso. No hay libertad en Gaza, no hay libertad de expresión ni libertad de religión. Pero la situación es mucho más apremiante: Hamás establece sus bases militares dentro de poblaciones civiles en Gaza, plenamente consciente de que las fotografías de los civiles palestinos muertos son su arma más poderosa. La organización oculta misiles debajo de hospitales y escuelas de la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo), y dispara contra Israel desde esos sitios en anticipación de transmisiones en vivo de las cadenas de televisión. De hecho, muchos cronistas, no sólo los del canal Al Jazeera con base en Qatar, que difunde propaganda falsa de Hamás, sino también de reporteros de medios de comunicación occidentales, se apresuran a transmitir propaganda de Hamás automáticamente, sin ningún tipo de verificación.

¡No caiga en la trampa del escudo humano! Las únicas entidades a las que se debe culpar por la muerte de civiles inocentes en la Franja de Gaza son Hamás y las otras organizaciones terroristas en Gaza, que se ocultan entre mujeres y niños, su propia gente. Actuando con malicia deliberada, son ellos, no Israel, los responsables de estas trágicas víctimas. Israel se está defendiendo y luchando por su vida, y como una verdadera democracia está haciendo todo lo que está en su poder para evitar el daño a los inocentes. Ejerce su tremendo poder militar de una manera cuidadosa y controlada, actuando dentro de las limitaciones del derecho internacional, mientras que Hamás, documenta con orgullo sus actos de genocidio y crímenes de lesa humanidad.

No se equivoquen: la guerra contra Hamás no es una guerra privada de Israel. Se trata de una campaña no solo acerca del futuro en todo el Oriente Medio, sino acerca del futuro del mundo en el que vivimos. Su momento ahora se divide en dos: en un lado del mundo, se está conformando una alianza valiosa e importante entre Estados Unidos, muchos países europeos e Israel, mientras que, del otro lado, una coalición del mal de algunos países sumamente problemáticos y bárbaros grupos terroristas, de los cuales Hamás y Hezbolá son los más prominentes, también se está conformando.

“No están solos, estamos con ustedes”, dijo el presidente Biden en su reciente visita a Israel. Nos llenamos de orgullo cuando vimos y escuchamos al presidente de los Estados Unidos expresar su pleno apoyo al derecho de Israel a existir en seguridad y su deber de erradicar a Hamás.

Otros líderes mundiales expresaron su solidaridad, incluidos los líderes de Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia. En contraste, no obstante, hay otros países que continúan dudando ante esta organización terrorista asesina, negándose a condenarla mientras continúan albergando a algunos de sus líderes en su suelo.

Su momento también se divide ahora en dos. El 7 de octubre obliga a tomar medidas inmediatas. De hacer todo lo que esté a nuestro alcance a fin de acelerar el retorno de los secuestrados, algunos de los cuales son ciudadanos de otros países, a sus hogares. Se trata de mujeres cuyos hijos fueron asesinados ante sus ojos, hijos que se han quedado sin padres. Todos ellos fueron secuestrados por la fuerza por la organización asesina.

El apoyo a Hamás es igual que el apoyo a ISIS y Al Qaeda, y todo aquel que sigue esta política, inevitablemente, llevará a los asesinos a su propio hogar.

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