POR JOSÍAS ENCISO ROMERO

Aunque el pobre Marito se haya desparramado sobre su aún más pobre discurso dirigido al Congreso de la Nación, tratando de convencer a un pueblo harto del robo, la medianía y las mentiras de este gobierno, de que no ha “sacrificado las formas para alcanzar los fines”, eso es lo que menos ha cuidado.

Porque, si alguien deformó las instituciones, las descuadró y las hundió en el fango de la miserabilidad más apestosa para perseguir a sus adversarios políticos, ese ha sido y sigue siendo el presidente de la República. Naturalmente, secundado por sus secuaces más incondicionales a la hora de destapar la lata y meter la mano. Cuando se acabe la plata, también opáta la lealtad. Porque amor comprado, flores de un día son. Marito no cuida las formas más rudimentarias para desatar una deshonorable campaña en contra de los líderes del movimiento Honor Colorado, especialmente contra el candidato a la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana, Horacio Cartes.

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El primero en fracasar, pues, la maldad nunca triunfa, fue Arnaldo Giuzzio, en ese momento ministro del Interior. Su “tres por tres” trucho le reventó en las manos. Luego siguió Emilio Fúster, ministro anticontrabando –especialista en incautar pollos, mandarinas y batatas–, cuya intranscendencia lo consumió como pabilo de fósforo rapái. Después le tocó el turno a Carlos Arregui, ministro de la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes (Seprelad), cuyo ofídico mamotreto, con aspiraciones del Instituto Butantan, no pasó de la especie del yvytaso. Desesperados, desempolvaron al inoperante ministro de la Secretaría Nacional Anticorrupción (Senac), René Fernández, para denunciar la “misteriosa” presencia en nuestro país de un avión iraní, queriendo ligarlo con Cartes, olvidándose de que ellos son el Gobierno. Un detalle sin trascendencia.

Lo último, por ahora, es la orden del presidente Mario Abdo Benítez, haciendo gala siempre de su ascendencia de resentido social y con añoranza dictatorial, para que el Banco Nacional de Fomento (BNF) cortara toda operación con Tabesa. Es una obviedad repetir, pero, sí, Tabesa es una empresa de HC. Ndaje, esta medida es para cuidar el “prestigio de la banca pública”. No se puede cuidar lo que no se tiene. Y lo que este gobierno menos tiene es prestigio. Sin contar la honestidad, la capacidad y la decencia de las que carece con gravedad de cero. Y como todo mediocre, se descubre a sí mismo en su intrigante maniobra, porque fue el primero en dar la información.

Ni utilizando la escala Richter podríamos medir el grado de cinismo de este gobierno, suponiendo que esa descarada forma de mentir fueran ondas sísmicas. Ni los terremotos de mayor magnitud hubieran causado los estragos que provocan en nuestro país la corrupción oficial y los hombres más visibles de un poder carcomido por la codicia, el enriquecimiento ilícito, la concupiscencia y el saqueo sin asco a las arcas públicas, convencidos de que robar es un acto legitimado por el cargo. Se justifican a sí mismos con una conciencia ahogada en bodegas de añejo roble.

Estos descarados tripulantes del bergantín criollo han azotado las costas, los medios y los extremos del Tesoro que es de todos. Han parcelado el Estado para transformarlos en potreros para engordar corruptos. Engorde rápido en cinco años. Pero, ya lo advertimos, en la hora indicada les llegará su San Martín. El pueblo siente como una patada en el hígado cuando hoy, a punto de irse, reivindican un Estado al servicio de las clases populares y una “conducción política que surge de las luchas, de las trincheras, con sus victorias y derrotas, que conoce al pueblo y sus necesidades”, como se desgañitó el martes último, en San Ignacio, Misiones, el “mariscal de la derrota”, Nicanor Duarte Frutos. Y lo dijo sin rubor ni pudor. Tampoco hay que esperar grandes manifestaciones de honorabilidad de quien acumuló su fortuna mediante el extremo sacrificio de abandonar el cigarrillo. Ahora prefiere los cigarros importados. En cuanto a sus presuntas luchas, no se registran sus pasos por alguna seccional, ni liderazgos estudiantiles ni participación gremial, aunque sea como observador casual, en los sindicatos. Del entonces Ministerio de Educación y Culto, adonde llegó de la mano del finado Ángel Roberto Seifart –según me confidenció mi vecino don Cecilio– pasó directamente a la Junta de Gobierno del Partido Colorado. Grandes méritos de trincheras y barricadas, al menos, no tiene. Al “mariscal” ya le dicen “planta de mango”, porque ni el césped va a dejar tras su paso por Yacyretá.

Ahora se dedican a perseguir a colorados y coloradas que no se alinean con el proyecto oficialista: la precandidatura del vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, el “Chorro”, como ya lo dijo alguien, parece pandorga sin cola. Se viene en picada. Nunca la hipocresía rayó tan alto como con estos pelafustanes que descubrieron la alquimia del Estado para enriquecerse sin derramar una sola gota de sudor de sus frentes. Lo que no podemos negar es que son expertos en discursos que trasuntan meras transpiraciones caninas. Ahora denigran a humildes trabajadores de la función pública. Si esto es “volver a las raíces del coloradismo”, dejaité, nomás, Marito. Esto es estronismo puro y duro.

Mario’i, el “Chorro” Velázquez y el “mariscal pastelito”, Duarte Frutos, han elevado el tono agraviante de sus discursos. En su imaginación creen que son potentes misiles de destrucción masiva. Pero, en la realidad, esos discursos escatológicos no superan el ruido de los efluvios de una etérea flatulencia. Y así se irán, regurgitando los efectos del saporo ka’aru.

El primero en fracasar, pues, la maldad nunca triunfa, fue Arnaldo Giuzzio, en ese momento ministro del Interior. Su “tres por tres” trucho le reventó en las manos.

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