POR JOSÍAS ENCISO ROMERO.

Al gobierno del presidente Mario Abdo Benítez le está llegando su San Martín. Las cuentas, tarde o temprano, se pagan. Se le cae la noche encima. Sin estrellas ni plenilunio. Tantean a ciegas en la oscuridad y no le atinan a colgarse de nadie. Entonces, les queda el último recurso de darse ánimo unos a otros. Y se copian el mismo discurso: Delirante, desfasado en el tiempo, anclado en el siglo pasado, sin gracia, sin capacidad de convencimiento, sin credibilidad. Quienes han estado robando al pueblo sistemáticamente desde el 2018 no pueden presentarse como los salvadores de la patria. Ni los redentores de la doctrina social del coloradismo histórico que han traicionado en función de gobierno. Han deshonrado la militancia intelectual de sus más ilustres hombres porque nunca entendieron a qué partido se habían afiliado. El lucro les enceguece. La codicia les carcome.

El mascarón de proa de la corrupción es hoy la Entidad Binacional Yacyretá, donde su director, el “mariscal de la derrota” Nicanor Duarte Frutos, se niega a trasparentar los gastos sociales. Contrata a discreción a personas sin méritos ni formación. Sumadas a toda la parentela que ya tiene en la nómina. Y la parentela de sus acólitos. Grandes monaguillos recolectores del diez. Sin ningún pudor, sin ninguna decencia, sin el mínimo recato. No es el único que ha corrompido las instituciones para acrecentar sus ingresos, favorecer a sus amigos y financiar sus deleites. Por eso su auditorio se aburre, bosteza y, a veces, aplaude por obligación. En fin, ya fue. Y ya no será. Las inconductas, las maldades y la hipocresía tienen un alto costo y, también, pagan facturas. Como le gusta decir al “mariscal pastelito”, aunque sin darse por aludido: “Quien mal anda, mal acaba”.

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Pero Yacyretá no tiene el monopolio de la corrupción. Sus tentáculos depredadores de los recursos del Estado están fuertemente enraizados y empotrados en el Instituto de Previsión Social, el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, Petróleos Paraguayos (Petropar), el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, el Ministerio de Justicia, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social… ¡Ah! Ni hablar de la Dirección Nacional de Aduanas y la Administración Nacional de Navegación y Puertos.

El otro protagonista estelar de “The walking dead” político es Abdo. En su insulso mensaje al Congreso de la Nación afirmó que no humilló “al Estado al no ponerlo al servicio de las corporaciones o los grupos mafiosos”. Pusiste al Estado de rodillas ante las empresas de Alberto Palumbo Zaldívar, presunto financista del vicepresidente de la República y precandidato a la Presidencia, Hugo el “Chorro” Velázquez. ¿Eso estaba o no en tu informe al Congreso? Pregunta seria. Porque, sinceramente, no recuerdo haber leído nada al respecto. Y, peor aún, estás humillando a pobres funcionarios públicos por no acompañar al proyecto oficialista. ¿Eso piko es enmarcar tus “ideas y planes en las reglas del juego democrático”? ¡Anínati, Presidente! No somos boludos.

El tercer zombi o cadáver político es el “Chorro” Velázquez. Las encuestas le dejaron boqueando en medio del ruedo. De ahí la desesperación que se refleja en sus discursos. Es por eso que el “mariscal de la derrota” toma la posta de los insultos y anda escupiendo nuevamente al público con sus bravatas de barriobajero amparado en el cargo. Porque en la época de Fernando Lugo vivía encerrado en su mansión. De ahí que el propio Abdo lloriqueó las internas del Partido Colorado ante los parlamentarios. El llanto que salió del Palacio de López inundó los alrededores del Congreso de la Nación. Es que se viene la noche. Van marchando los cadáveres políticos. Y, felizmente, también ya se están marchando. Y como suele declamar mi vecino, don Cecilio: “Llora, llora el yryvu/ desde su dorado asiento/ ya se le termina el tiempo/ ¡Cháke, cháke, Tacumbú!”.

El llanto que salió del Palacio de López inundó los alrededores del Congreso de la Nación. Es que se viene la noche. Van marchando los cadáveres políticos.

Han deshonrado la militancia intelectual de sus más ilustres hombres porque nunca entendieron a qué partido se habían afiliado. El lucro les enceguece.

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