• Alguna vez tuve la sensación de que la única razón por la que tenemos elecciones es para averiguar si las encuestas estaban en lo cierto”. Esta frase, que se le atribuye al comediante norteamericano Robert Orben, pinta de cuerpo entero la importancia que se le atribuye hoy a las encuestas electorales.

AUGUSTO DOS SANTOS, consultor político

Lamentablemente, las encuestas tienen un costado exitista: la gente quiere saber la ubicación de los candidatos en la “tabla de posiciones”; siendo probable que muchos nunca sepan que lo más sustancioso de ellas jamás llega a publicarse.

Miles de datos que jamás serán título de prensa, pero constituyen “la información” que los estrategas necesitan para trabajar líneas de acción electoral. A este síndrome, en los Estados Unidos llaman peyorativamente “Historias de Carreras de Caballos”, porque creen que los medios solo utilizan las encuestas para ocuparse sobre quién está a la cabeza y quienes le siguen atrás.

Mientras todas las radios le dedican horas y días a masticar los pocos datos que sueltan los medios sobre quién está primero, segundo y tercero, nosotros estamos trabajando intensamente con los responsables de campaña en la información dura, aquella que no va a cambiar hasta los comicios y que tiene que ver con el elector, con lo que piensan los votantes, con sus valores, inclinaciones, gustos y caprichos”, explica Julián Ruiz, el encuestador de la empresa paraguaya de sondeos Ecodat.

LO QUE HAY QUE SABER SOBRE LAS ENCUESTAS

Gabriel Colomé, investigador español y profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, escribió un artículo titulado “Sondeos: ¿el fracaso del oráculo?” en el que pone en claro lo que hay que saber sobre las encuestas.

De entrada –sostiene– el lector, politizado o apolítico, dirige su mirada de manera ansiosa hacia la tabla de intención de voto y la distribución de escaños. Craso error. La primera cosa que se debe analizar en una encuesta es la ficha técnica. Los datos que contiene nos indican si vale la pena seguir con la lectura o, contrariamente, es mejor pasar directamente al crucigrama. Uno de los datos relevantes es que el margen de confianza no supere, en ningún caso, el 5%. Este es el límite fatídico de credibilidad de una encuesta política. El otro es el porcentaje de no sabe/no contesta, que se debe situar en unos márgenes aceptables. Por ejemplo, una encuesta con un 40% de no respuesta anula las conclusiones”.

EL CARRO DEL VENCEDOR Y OTROS APRIETES

Entre los mitos que existen en esa fauna en la que conviven los diversos hacedores de campaña existen dos potenciales fórmulas de manipulación de la opinión pública. Una de ellas es la que espera que los votantes indecisos se inclinen finalmente por aquel que está mejor posicionado para ganar. Por tanto, que suceda aquello que se llama “subir al carro del vencedor”, vieja institución del oportunismo político.

También existe otro “apriete” vía encuestas, cuando los sectores favorecidos con las encuestas se valen de ellas para plantear a sectores posicionados en inferior chance a unirse al hipotético líder, para vencer a un enemigo común.

DOS ENCUESTADORES, DOS VISIONES

Cruzamos preguntas sobre el impacto de las encuestas en la opinión pública y su valor vital para las campañas electorales con dos expertos, cuyas empresas trabajan los estudios demoscópicos. Se trata de Gustavo Córdoba, especialista en campañas electorales y analista político argentino, y Caio Manhanelli, antropólogo, consultor político y encuestador brasileño.

Gustavo Córdoba, especialista en campañas electorales y analista político argentino.

LN: ¿Creen que la opinión pública tiene conciencia sobre el hecho de que las encuestas sirven para mucho más que definir un podio de candidatos?

Córdoba: La utilidad más importante de la encuesta, hasta ahora, es que sirve como instrumento para conocer la opinión, demandas, necesidades y hasta sentimientos de los ciudadanos, y éste es un insumo fundamental para quien tiene que diseñar la estrategia de una campaña electoral o para quien tiene que gestionar cómo funcionario. Y digo hasta ahora, porque desde hace unos años irrumpió en el ámbito de investigación de la opinión pública, la analítica de datos y de redes sociales y el big data. Ambas técnicas de investigación se complementan y convergen en un instrumento fundamental para el abordaje de la opinión pública.

Manhanelli: Ya existen indicativos de que la opinión pública empieza a dar importancia a las encuestas o investigaciones como más que datos sobre los rangos electorales. En Brasil las revistas ya publicaron encuestas cuantitativas de profundidad. El problema no está de hecho en la opinión pública, sí en los intereses que se imponen por una comunicación que llame la atención de la población con informaciones rápidas, y por esto parciales. Lo que se impone en las elecciones es justo sus resultados, así que los intereses son enfocados absolutamente sobre las “previsiones” de quién gana y quién pierde.

LN: ¿En qué medida los resultados de una encuesta inciden en los votantes indecisos y en los no votantes habituales a tomar parte en determinado sentido?

Córdoba: Cada vez menos. La influencia que ejercen las encuestas en la decisión de voto es directamente proporcional a la influencia que ejercen los medios de comunicación tradicionales en la opinión de la mayoría. Debo citar al respecto la teoría de la espiral del silencio de la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann, por la cual las personas adaptan su manera de comportarse a las opiniones predominantes en su contexto social, sobre cuáles conductas son o no aceptables. Hoy, la pérdida de masividad, y en algunos casos de credibilidad de los medios tradicionales de comunicación a manos de información que circula en la red, conspira en contra de la creencia en las “opiniones mayoritarias”.

Caio Manhanelli, antropólogo, consultor político y encuestador brasileño.

Manhanelli: Esta es una pregunta sin una respuesta generalista, solo un buen consultor podría señalizar el sentido que puede tomar la publicación de la encuesta en una campaña electoral. En la investigación académica hay hipótesis teóricas que no tienen solución de respuestas en la práctica, esto fue probado con las secuencias de estudios promocionados por Talcott Parsons y otros, cuando identificaran básicamente dos comportamientos básicos en votantes que son expuestos a las publicaciones de encuestas de intención de votos antes de votar: el “bandwagon” (el “rebaño”) y el “underdog” (el “pobrecito”), es decir, los estudiados elegían por el que estaba en primer lugar o alguno de los que seguían abajo del primero.

LN: Se ha hablado mucho al respecto del “prestigio” de las encuestas con los sucesivos eventos de Brexit, el referéndum de Colombia y la victoria de Trum. ¿Cuál es su lectura como encuestador de lo que ocurrió en tales episodios?

Córdoba: Antes incluso de la aparición de la investigación digital se escribieron numerosos obituarios a las encuestas convencionales. Todo este cálculo estadístico y diseño metodológico, desarrollado desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días, fue puesto en tela de juicio por poco menos de 30 años de desarrollo de lo que hoy conocemos como big data y con ello, todo el asunto sobre el método de investigación científica entró en fase de revisión. Digo esto porque, evidentemente, ya no puede cuestionarse que los medios digitales ejercen una influencia cada vez más significativa en la vida de las personas.

Manhanelli: Las encuestadoras se convirtieron en el chivo expiatorio de los malos consultores, de los políticos equivocados y muchas veces de los medios de comunicación. Una pena, quien pierde es la población y la democracia.

DESDE LA VEREDA DEL CIUDADANO

Acudimos a Ricardo Rivas, profesor titular de la cátedra de Opinión Pública de la Universidad de Palermo (UP) de Buenos Aires, para entender cómo se vive este proceso desde la perspectiva del ciudadano convertido en opinión electoral.

Ricardo Rivas, profesor titular de la cátedra de Opinión Pública de la Universidad de Palermo de Buenos Aires.

LN: ¿Cómo juega la opinión pública desde su colectivo ciudadano este partido?

Rivas: Si se aborda la respuesta desde una perspectiva académica se trata de creencias respecto de lo público, y en consecuencia implica masividad y toma de posición. Luego, es necesario tener claro que a través de la opinión pública (OP) el individuo –en tanto sujeto social– evita el aislamiento. Desde ese lugar, además, la OP –es imprescindible puntualizarlo– tiene componentes irracionales debido a la incompletud esencial del conocimiento.

LN: Y desde qué lugar responde…

Rivas: La sociedad, los sujetos sociales, no saben todo. No tienen toda la información. Desde ese lugar entonces, la teoría sugiere –como idea de base– asumir toda opinión como sospechosa, y desde esa premisa emerge la necesidad de abordar la OP con herramientas investigativas (las encuestas) diseñadas para cada caso, que aspiren a ser lo más precisas posibles para producir el diagnóstico social.

LN: ¿En qué medida su opinión publicada (la del ciudadano y vía encuesta) se transforma en herramienta de presión sobre él mismo?

Rivas: Los resultados de las encuestas –definitivamente– influyen en los procesos electorales, pero no lo son todo. Son una herramienta más. Las encuestas siempre hablan más de las sociedades que se abordan, que se investigan, que son objeto de análisis que de los candidatos y candidatas que pretenden representarlas y son integrantes de ellas.

CONCLUYENDO

Se suele afirmar que una encuesta es la “foto” de un momento social y se advierte que “no es la película entera”. No creo que sea el mejor ejemplo.

Joan Fontcuberta, un verdadero y reconocido filósofo de la fotografía y fotógrafo, sostiene que “toda fotografía es una mentira que se presenta como cierta”, asegura que “eso ya lo hemos aceptado” y advierte que “lo importante es que el fotógrafo le dé una dirección ética a su mentira”, porque “el buen fotógrafo es el que miente bien la verdad”. Tal vez con las encuestas pase lo mismo.

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