Texto: Alberto Castro
Fotos: Barcos & Rodados y Gentileza de Arnaldo Hernández

Sentir el costillar de Rocinante bajo los talones, con la adarga bajo el brazo, es quizás el prototipo del espíritu del mochilero adaptado a los tiempos modernos. Y emprender una carretera con las manos sobre los manubrios de una motocicleta da mayor relevancia a la prosapia aventurera. "Las viejas motos no pierden aceite, solo están marcando su territorio", es un dicho que estampa la pared de un bar de licuados y frases en la legendaria Ruta 66, en Estados Unidos.

Arnaldo Hernández encostó la KLR 650 en la estación de servicio, desempolvó los guantes y se sacó los lentes tipo aviador que parecen de realidad virtual. Pinta de corredor y aventurero a secas, anda escapando de rutinas agobiantes y aprendiendo del camino con alta dosis de pensamientos positivos y optimistas. Eso le da vitalidad a este amo y señor de la ruta en su país natal, Uruguay, donde es conocido por ir dando la vuelta al mundo en moto, aventurándose a destinos lejanos, asombrosos, deslumbrantes. Su pasión por el viaje lo llevó recientemente por varios países del continente americano y pasó por Paraguay proveniente de Brasil.

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La empresa Barcos & Rodados lo presentó oficialmente en la tardecita del último viernes, en pleno "veranillo de San Juan". Vino desde Uruguay, acompañado por la trasnacional Repsol, para estar en la gasolinera de la avenida Choferes del Chaco y Pacheco y compartir experiencias, dar autógrafos y posar para una selfie tras otra. Viene hace años cruzando América del Sur sobre dos ruedas, atravesando países, ciudades, rutas, caminos, senderos, montañas, desiertos, selvas, nieve, sol, lluvia, frío, calor, viento a favor, viento en contra.

"Espera recorrer alrededor de 200.000 km. En el sitio www.unarutapordia.com está publicando en forma de relatos, fotos y videos todo lo que sucede durante sus recorridos, para que los interesados puedan adentrarse en su trayecto aventurero", consignó Luis Stalland, planificador de medios, a La Nación.

Almorzando en la favela

-Cada viaje tiene sus vivencias y algunos dejan su marca indeleble. En ese sentido, ¿hay un recuerdo o anécdota que en particular quedó atrapado en la memoria?

-Uno cuando sale en un viaje de éstos, más o menos tiene que saber que le puede tocar de todo, vivir con gente desconocida, con culturas diferentes, uno tiene que estar abierto sobre todo a aprender. Hasta ahora algo inesperado e impactante fue entrar a una favela de Río de Janeiro (Brasil) a almorzar.

-¿Qué es la aventura o esa pasión por viajar para alguien que siempre anda buscando la carretera como necesitándola?

-La carretera es lo que conecta esos lugares tan diferentes, esas culturas. Es el camino que te lleva. A su vez, es un mundo en sí mismo, pues los viajeros son como los habitantes de ese mundo, que tienen muchas cosas en común. La pasión por viajar es la necesidad de habitar ese mundo y de moverse entre las culturas para estar constantemente aprendiendo y sintiéndose parte de cada una.

-¿El viaje importa más que el destino o es a la inversa?
-En éste caso, el viaje es todo: camino y destino. El destino será parte del camino también. Es la diferencia entre viajar y hacer turismo.

Hoja de Ruta

"Saldré hacia el Norte por el Brasil, navegaré el Amazonas hasta Perú, subiré a Colombia, Panamá, México, Estados Unidos, Canadá y Alaska. Norteamérica de costa a costa, volar a Europa, completarla de a poco, bajar por África uniendo sus dos orillas hasta Ciudad del Cabo, saltar a Australia para recorrer Oceanía y subir hasta Asia, terminando en Japón"

ARNALDO HERNÁNDEZ

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