POR Marycruz Najle
FOTOS. AFP y Archivo.

El pasado 16 de setiembre, se cumplieron 40 años de la muerte de María Callas, la diva más importante del mundo de la ópera, hasta hoy recordada como una enorme artista, de una riqueza vocal extraordinaria que además, dio vida sobre el escenario a los personajes con una pasión que la hizo única y la convirtieron en "divina".

Nacida en New York el 2 de diciembre de 1923, con el nombre de Ana María Sofía Kaloyeropulu. Hija de emigrantes griegos, vivió una infancia que de grande recordó como "muy infeliz", ya que ella decía que su madre la rechazó cuando nació ella, luego de que perdiera un año antes a un varón de pocos meses de vida y por lo tanto, deseaba tener a un niño y no a María, que además era muy poco agraciada y, mucho menos, si se la comparaba con su hermana mayor, que era bella.

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A medida en que fue creciendo, la voz de María fue adquiriendo importancia, aunque su crítica madre, le reprendía por sus kilos de más y su enorme nariz y su miopía. A los 15 años, pesaba casi 90 kilos y su potente voz ya se destacaba, aunque para la madre, era "potente, pero fea y poco musical"

En 1937, sus padres se separaron y ella, junto a su madre y hermana, regresaron a Grecia. La madre quería educar esa voz de su hija pequeña para que ella fuera su sustento económico, según relató ella más adelante, demostrando que el amor materno no la acompañó en esa etapa de su vida. Fueron tiempos duros y por ser menor de edad, no la admitieron en el Conservatorio en Grecia. En ese momento estudió en forma privada con la soprano María Trivella, que demostró su asombro por la gran capacidad y extensión de la voz de la joven. Según cuenta la historia, ella dijo que era una "soprano dramática" y eso era un gran don. Luego de ello, pudo ingresar al Conservatorio, en donde la española Elvira de Hidalgo, una cantante retirada que además era una maravillosa maestra de canto, la formó y allí nació la magia de la voz única de María Callas. Una voz que resumía pasión y emoción en cada nota cantada y que era capaz como ninguna antes, de transmitirlo a quienes la escuchaban.

UNA VOZ SINGULAR

María debutó en febrero de 1941, en el Teatro Lírico Nacional de Atenas, con la opereta Boccaccio, y su primer éxito lo tendría en agosto de 1942 con "Tosca", en la Ópera de Atenas. A pesar de que, por el color y la potencia de la voz, los empresarios le ofrecían papeles veristas, Elvira de Hidalgo decidió reconducir la voz de Callas hacia el olvidado "belcanto romántico", lo que constituiría la llave del triunfo para María Callas.
El trabajo con Hidalgo y las actuaciones fueron cada vez más exitosas, pero la relación con la madre siguió siendo difícil para la joven que a los 22 años, decidió volver a Estado Unidos, en 1945 y vivió con el padre. Sin embargo, en ésos tiempos, la dramática voz de María no alcanzó el éxito en un ámbito en el que se preferían a las sopranos ligeras. Sin embargo, Giovanni Zenatello, empresario de la Arena de Verona, se impresiona por la voz de Callas y le ofrece un contrato para que protagonice "La Gioconda" en esa sala. Ella acepta y viaja. Aunque la representación de Verona fue un éxito, a Callas no le llovieron los contratos en Italia. Pero en Verona había conocido a Giovanni Battista Meneghini, un rico industrial, treinta años mayor que ella, que se enamoró de María y le propuso matrimonio. Se casaron en 1949 y el industrial, además de marido, se convirtió en su manager y protector. La opinión más generalizada es que fue un matrimonio de conveniencia y la propia María dijo años más tarde, que había buscado más un padre que un amante en Meneghini. Y allí comenzó a nacer la diva.

LA DIVA

En enero de 1949 iba a representarse en Venecia la ópera "I Puritani", de Vincenzo Bellini. Poco antes del estreno de esta ópera en el legendario Teatro de La Fenice, la soprano que iba a encarnar el papel de Elvira, Margherita Carosio, se sintió indispuesta. María Callas cantaba en ese momento la ópera de Wagner, "La Valquiria", en el mismo teatro, un papel de soprano dramática. Con voz oscura y muy diferente al personaje de Elvira en "I Puritani". Para cualquier cantante, hacer las dos cosas era imposible, pero el director Tulio Serafin había oído cantar a María y le ofreció sustituir a la Carosio. Con poco tiempo para aprender el papel, y sin dejar de cantar "La Valquiria", Callas aceptó. El día del estreno, el público de La Fenice escuchó la mejor encarnación de Elvira que se pudieran imaginar. Vieron algo inolvidable porque la voz de "La Valquiria" era totalmente diferente a lo que escuchaban ahora, en el mismo teatro y con la misma persona, representando a un personaje diferente. Esa noche, la del 19 de enero de 1949, el público enloqueció aplaudiendo. Nacía un nuevo mito. Nacía María Callas, la diva más grande de la historia de la ópera.

María Callas y Aristóteles Onassis se conocieron el 3 de septiembre de 1957, durante un baile de máscaras celebrado en el hotel Danieli de Venecia.

TRIUNFOS Y TRAGEDIAS

Podría haberse conformado con ser la máxima diva, adorada por todos, luego de su consagración como una cantante extraordinaria que combinaba dos cosas, que hasta entonces, casi ninguna cantante de ópera había logrado: voz maravillosa y talento interpretativo.

Podría haber vivido junto a su esposo y manager de triunfo en triunfo, de viaje en viaje, de fiesta en fiesta y de elegantes reuniones. A pura fuerza de voluntad, había conseguido afinar su figura. De los casi 90 kilos de peso, se había convertido en una esbeltísima mujer, sin que se le notara para nada su pasado de obesidad. Podría haber seguido inclinándose ante el público que saltaba, gritaba y se ponía de pie, cada vez que ella terminaba de cantar en la Scala de Milán, donde reinó por una década con sus interpretaciones únicas de óperas como "Norma" y "La Traviata", además de otras. Su voz y su capacidad de drama, fueron capaces de dar vida a personajes inolvidables, y su belleza, fue motivo de indudable atracción para los primeros "paparazzis" que la retrataban a su llegada a las fiestas de los magnates como invitada especial .

Podría haber hecho mucho más, si no hubiera sido presentada aquella noche por Elsa Maxwell, a ese hombre más bajo que ella, griego también y casado con otra mujer. Un hombre al que la ópera le importaba un comino y se llamaba Aristóteles Sócrates Onassis, pero que la sedujo enviándole regalos caros, invitándola – con su marido por supuesto- a uno de sus viajes a bordo de su yate inmenso. Podría haber seguido la ruta de triunfos sobre el escenario, sin dejarse llevar por la pasión de un amor, que nadie más que ella, creyó tan correspondido como para que él dejara de considerarla una conquista más -importante eso sí- en su colección de posesiones y le diera el ansiado lugar de esposa que ella soñaba.

La diva comenzó a abandonar los escenarios y a "vivir la vida de mujer" que tanto, según ella, se había negado y postergado. Vivía para él y por él, esperando en el Ritz a que regresara. Pero la historia fue otra. Un día, Onassis anunció que ya tenía otra "posesión" que le daría trascendencia mundial a un nivel impensado, incluso para alguien con todo su dinero: iba a casarse con Jacqueline Kennedy, la viuda más famosa del mundo en ese año, 1969. Y allí comenzó la tragedia para María.

Su voz y su capacidad de drama, fueron capaces de dar vida a personajes inolvidables, y su belleza, fue motivo de indudable atracción para los primeros “paparazzis” que la retrataban a su llegada a las fiestas de los magnates como invitada especial.

MEDEA Y EL OCASO

Aunque algunos de sus biógrafos y las revistas del corazón de entonces, aseguraran que el propio Onassis le planteo seguir como amantes, mientras él transitaba su matrimonio con "Jackie", el corazón de María Callas, pareció romperse para siempre y ya no perdonó jamás a Onassis su abandono. María volvió a cantar, pero su voz ya no era la misma, y solo su presencia física y su talento dramático la mantuvieron en los escenarios. Incursionó en el cine, de la mano de Pier Paolo Pasolini, con una Medea dramática y no tan convincente.

Pasó de reinar sin rivales en los escenarios a esporádicas actuaciones, en las que más de una vez, abandonó el escenario en plena actuación por sentirse indispuesta o contrariada. Se dedicó a ofrecer "máster clases", que dieron soporte a su fama de diva y, por suerte para la humanidad, las grabaciones con sus maravillosas interpretaciones siguen allí para deleitarnos con su maravillosa voz.

Callas pasó sus últimos años viviendo sola en París. El 16 de septiembre de 1977 murió de un ataque al corazón, aunque muchos dijeron que ella se dejó morir "de tristeza".

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