Cada 1 de agosto el pueblo paraguayo recuerda uno de los días más terribles y luctuo­sos de su historia: el incendio del supermercado Ycuá Bola­ños. Aquel domingo soleado de 2004 se vio teñido por el fuego, las cenizas y las lágrimas de casi 400 paraguayos falleci­dos. Han pasado 21 años, pero la herida sigue sangrando, sigue doliendo.

El sol quedó cubierto por el negro humo que cubrió la ciu­dad, que se volvió gris y doliente por el terrible suceso que marcó para siempre al barrio Trini­dad, donde en cada cuadra había al menos una víctima.

Las llamas habrían iniciado cerca del mediodía en la cocina del patio de comidas del súper, el cual, debido al día y el hora­rio, estaba lleno de familias que estaban compartiendo en el lugar o iban a retirar el almuerzo para compartirlo en sus casas.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Los múltiples testimonios refieren que segundos después de escucharse una explosión, el sitio estaba rodeado de lla­mas, las cuales se extendieron de manera voraz, generando pánico, miedo y un descontrol entre todos los que estaban en el lugar y que, al intentar huir del sitio, se encontraron con los portones y las salidas de emer­gencias cerradas, quedando atrapados en el infierno que, tras 21 años, permanece en la memoria de todo un pueblo.

La historia de cientos de sobre­vivientes ha sido contada año tras año, con la esperanza de que aquella tragedia nunca sea olvidada. Rocío Melgarejo es una madre que casi pierde a su hija aquel domingo. Ese día la siguió por años, ya que su hija no solo sobrevivió milagrosa­mente, sino que debió luchar por recuperarse y sanar.

“Mi hija Luna tenía 4 añitos apenas, pero ella cada domingo iba a la iglesia con mi hermano Nelson y su novia María Luisa. Ese domingo no fue la excep­ción, pero al salir del encuen­tro fueron hasta el súper para almorzar; ellos estaban en el estacionamiento cuando el fuego los atrapó”, relató Rocío a La Nación/Nación Media.

Continúo recordando que, en medio de la densa humareda y las llamas que tomaban el lugar, casi por un milagro un pastor amigo de la familia apa­reció para ayudar a su hermano a rescatar a la pequeña Luna y su cuñada María Luisa, quienes lograron salir de las llamas al igual que su hermano Nelson, pero con graves secuelas.

“Ese día yo no entendía lo que pasaba, porque a mi hermano lo derivaron a un hospital, a mi cuñada a otro y a Luna al IPS; ahí me dijeron que estaban y fui a buscarla, desesperada. Cuando llegó una de las doc­toras, me mostró unos aritos, muy peculiares, cuadraditos; eran los de Luna”, comentó Rocío.

Destacó que en los minutos posteriores a la tragedia, y en medio de la búsqueda y el hallazgo de su hija, no podía dimensionar todo lo que había pasado, pero al llegar a ver a su hija, quedó completamente paralizada, ya que si bien no podía creer el estado en el que se encontraba, sabía que era su retoña.

“Yo entré a la habitación y vi a Luna, estaba en una camilla, y tenía toda la cara colorada, hinchada, con respiradores y soporte médico; no podía creer que era mi hija. Miré sus pie­citos, me detuve a mirar sus pies y sabía que era ella, me convencí de que era ella. Ella sufrió un paro respiratorio, estaba muerta al momento en que la rescataron; después vol­vió a la vida, pero no se sabía cuánto tiempo estuvo sin res­pirar”, indicó Rocío.

Entre las explicaciones médi­cas sobre el estado de Luna, surgían posibilidades terri­bles, como el hecho de que su capacidad del habla y desarro­llo se hayan visto comprometi­das debido a la falta de oxígeno sufrida, eso sin contar las que­maduras que habían sufrido.

“Luna sufrió quemaduras de segundo y tercer grado en un 20 % de su cuerpo, pero si bien esa cifra suena poco, ella era muy pequeña y esto hacía que la situación fuera muy grave según los médicos, y que la agra­vante era la zona de las quema­duras, ya que le afectaba la cara, parte de la cabeza, el cuello y las manos; además, pasamos por infecciones y otras dificulta­des”, explicó la madre de Luna.

Una vez fuera de terapia inten­siva y con la capacidad de ser trasladada, la pequeña Luna inició su camino en una nueva vida, una vida donde debía aprender a lidiar con el dolor de las heridas, los tratamien­tos por quemaduras y los cuida­dos para la cicatrización.

La búsqueda de la recupe­ración total de Luna la llevó hasta Chile, hasta la Caoni­quem, que es una corporación que se dedica a la rehabilitación de niños, niñas y adolescentes con quemaduras y otras cica­trices, donde por meses recibió atención médica especializada; debió quedar internada e inclu­sive permanecer en un albergue junto a su madre.

Rocío recuerda con resilien­cia y fortaleza los procesos médicos a los que debió acom­pañar a Luna, incluyendo las cirugías de injerto y los proce­sos de confección de sus ropas compresivas que debía utilizar la pequeña para garantizar una rápida y buena recuperación.

Con una larga lucha, y algunas marcas tanto en la piel como en la memoria, hoy Luna tiene 25 años, trabaja, estudia y se destaca como una persona sumamente afín al arte, ya que baila, canta y pinta, logrando expresarse com­pletamente a través de estas pla­taformas que la apasionan.

Hoy Rocío relata como un mila­gro que su hija y su hermano hayan sobrevivido, y recuerda con amor y cariño a su cuñada María Luisa, quien debido a la inhalación de humo y el paro que sufrió no logró sobrevi­vir. Hoy, a pesar de 21 años de perspectiva, Rocío nunca olvida aquel domingo que marcó la vida de su familia.

El 1 de agosto del 2004, el incendio del super­mercado Ycuá Bolaños se cobró la vida de 364 personas y resul­taron con heridas graves más de 200, hombres y mujeres.

Las familias de todos ellos nunca olvidarán la pérdida, el miedo y la injusticia vivida aquel día, en especial porque si las puer­tas no hubieran sido cerradas, quizá aún podrían abrazar a quienes aman.

Déjanos tus comentarios en Voiz