La autopista Silvio Pet­tirossi se ha conver­tido, una vez más, en escenario de una tragedia que enluta al país. Luciano Laterra Vila Correa, un joven de apenas 23 años, per­dió la vida tras impactar vio­lentamente contra un árbol.

Este accidente vuelve a des­nudar diversos aspectos de esta transitada vía así como de la relación de los auto­movilistas con la velocidad en este tramo. La avenida, sobre todo en el tramo que bordea el parque Ñu Guazú, parece una trampa mortal, sobretodo, si se le suma la alta velocidad y la impruden­cia al volante.

La muerte de Luciano, ocu­rrida el pasado viernes, no es aislada. Forma parte de una extensa y dolorosa lista de accidentes fatales regis­trados en los últimos años en esta arteria clave de acceso a la capital.

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A pesar de ser una de las rutas más transitadas del país, no cuenta con todos los estándares de seguridad vial, sumado a que los auto­movilistas la aprovechan para pisar el acelerador.

Desde el 2020, suman varias muertes en esta arteria. Ese año, el comunicador Miguel Ángel “Michu” Riveros falleció cerca del parque Ñu Guazú. En 2021, la tragedia tocó a la puerta del exfut­bolista y entrenador Fran­cisco “Chiqui” Arce, cuyo hijo Alexandro Arce perdió la vida tras impactar contra un árbol.

En 2022, un motociclista identificado como Rubén Darío González Domín­guez perdió el control y murió tras chocar contra el cordón central frente al Parque Ñu Guasu. En 2023, la víctima fatal fue Fabiana Cabral Osorio, quien falle­ció en un choque frontal; en 2024, la “autopista” se cobró la vida de Constanza Silva, quien falleció tras un vuelco, y de Carlos Villalba, quien perdió la vida en una coli­sión violenta.

Este 2025 se suma Luciano Laterra, quien impactó con­tra un camión y murió en el acto. Estaba a 300 metros de llegar a su residencia.

Este patrón de muertes en la avenida Silvio Pettirossi deja al descubierto una peli­grosa combinación: exceso de velocidad, imprudencia, dis­tracciones al volante y una infraestructura vial que no acompaña el crecimiento del parque automotor ni las nece­sidades actuales de seguridad.

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