La Semana Santa comenzó ayer con una procesión festiva con ramos del pindo karai, recordando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Una gran cantidad de fieles acudieron a las iglesias, para recordar el misterio de la muerte de Jesús y de su resurrección. En la Catedral Metropolitana de Asunción, la misa estuvo presidida por el cardenal Adalberto Martínez, quien resaltó que “con la pedagogía de Dios, necesitamos vencer el amor al dinero, al poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana y contra la creación. Y nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y la creación”.
“Hemos escuchado la pasióndel Señor. La liturgia nos habla de la pasión. Por esto el salmo responsorial, en lugar de las aclamaciones de bendición, llenas de entusiasmo, y de los gritos de ‘Hosanna’, nos hace escuchar ya hoy las voces de escarnio, que comenzarán la noche del Jueves Santo y alcanzarán su culmen en el Calvario”, recordó el arzobispo de Asunción.
La Liturgia de hoy nos enseña que el Señor no nos ha salvado con una entrada triunfal o mediante milagros poderosos. El apóstol Pablo, en la segunda lectura, sintetiza con dos verbos el recorrido de la redención: “se despojó” y “se humilló” a sí mismo (Fil 2, 7.8). Estos dos verbos nos dicen hasta qué extremo ha llegado el amor de Dios por nosotros. “La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén pide a cada uno de nosotros coherencia y perseverancia, ahondar en nuestra fidelidad, para que nuestros propósitos no sean luces que brillan momentáneamente y pronto se apagan. En el fondo de nuestros corazones hay profundos contrastes: somos capaces de lo mejor y de lo peor. Si queremos tener la vida divina, triunfar con Cristo, hemos de ser constantes y hacer morir por la penitencia lo que nos aparta de Dios y nos impide acompañar al Señor hasta la cruz.
En esta semana, la Semana Santa, que nos conduce a la Pascua, seguiremos este camino de la humillación de Jesús. Y solo así será “santa” también para nosotros. “Esta es la vía de Dios, el camino de la humildad. Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación”.