Ciudad del Este. Agencia regional.

En la colonia Tierra Prometida, distante a 69 kilómetros del casco urbano del distrito Itakyry, norte de Alto Paraná, existe un puesto de salud dependiente del Ministerio de Salud, desde hace 28 años. Allí la enfermera Ramona Esther Flores, la única funcionaria y encargada del lugar, logró vacunar al 80% de la pobla­ción indígena. Con estructura deteriorada, paredes quebra­das y el peligro al asecho, el local está lejos de ser la “tie­rra prometida” como se llama la comunidad.

Tragar polvo, usar su propio vehículo y pagarse el com­bustible para cumplir con sus tareas también es parte de su vida diaria recorriendo lejanas comunidades. “Muchas veces nosotros tenemos que vernos con nuestras necesidades, no recibo ningún apoyo”, dijo la encargada del puesto de salud, al ser consultada al respecto.

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En ese escenario de abandono por parte del MSP, ella logró un alto porcentaje de vacuna­ción entre los indígenas de las tres comunidades que atiende. Un método que aplicó es con­vencer primero a los caciques, a los líderes indígenas y luego trabajar juntos para que toda la comunidad acepte la aplica­ción de los biológicos.

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