DESDE LA FE
Por Mariano Mercado
“El Paraguay es la tierra suspirada por muchos corazones salesianos y es el sitio en que, sin duda, se abrirá el campo más vasto al celo y laboriosidad de la Congregación”. En 1894 monseñor Lasagna escribía estas palabras a don Miguel Rúa, rector mayor de los salesianos. A partir de ese momento comenzaron, no sin grandes sacrificios, a germinar en el país los deseos apostólicos de san Juan Bosco.
El pilar de la vida de Don Bosco fue la caridad pastoral, especialmente con los jóvenes. Como síntesis de su espiritualidad y su profundo amor a Dios y la Santísima Virgen María, a la que siempre se confió diciendo: “Ella lo ha hecho todo”. Seguro de su misión y confiado en la gracia, mantuvo un lema de vida: “Dame almas, llévate todo lo demás”.
Fue pionero de una espiritualidad centrada –no solo en la teoría, sino en la práctica– en la acción; promoviendo la caridad pedagógica y el desarrollo humano. Focalizó esencialmente su atención a los jóvenes, para revelar sus potencialidades. Con paciencia y perseverancia, los convirtió en personas activas, responsables, solidarias, abiertas a los valores de la vida y de la fe. Finalmente, personas útiles a su familia y comunidad.
Como gran visionario e inspirador, participó activamente en la construcción de una sociedad más justa. Pero, indudablemente, uno de sus mayores logros fue el desarrollo de un sistema pedagógico preventivo extraordinario, que permite la formación de niños y jóvenes, cimentado sobre la razón, la religión y la “amorevolezza”, el amor que acompaña, escucha y respeta.
Este año, al celebrarse los 125 años de la llegada al Paraguay de aquellos primeros cuatro misioneros, el espíritu salesiano está más presente que nunca. No importa dónde miremos, siempre encontraremos una obra, una acción, un/una ex alumno/a, una organización o una institución salesiana, con una influencia directa o indirecta en muchos de nosotros. Recuerdo con mucho cariño la fundación de la colonia Minga Guazú (1958), liderada por un gran salesiano, el querido padre Guido Coronel, junto con los primeros diez valientes y laboriosos pioneros, entre ellos mi querido papá Luciano Mercado Colina, de feliz memoria.
Para conmemorar este largo trayecto de la misión salesiana en Paraguay, visitó nuestro país el cardenal Cristóbal López Romero, actual arzobispo de Rabat, a quien todos, creo, consideramos, con gran cariño, nuestro primer cardenal. Una persona sencilla y humilde, alegre y dinámica, que desarrolló con gran fervor una prolífica misión en el país durante casi 20 años, formando no solo generaciones de jóvenes fieles al espíritu salesiano, sino también dirigiendo y fomentando un sinfín de organizaciones, como la Asociación de Comunicadores Católicos.
Con un mensaje contundente en defensa de la vida y la familia, nos invitó a aprovechar esta celebración, no solo para dar sentido a toda la historia salesiana en el país, sino también, y lo más importante, para dar sentido a nuestra propia historia, la de cada uno de nosotros: “A mirar el pasado con gratitud, ser agradecidos, a vivir el presente con pasión, apasionadamente, pasión por Cristo, pasión por los jóvenes, y sobre todo, a abrazar el futuro con esperanza, con fe, a pesar de la pandemia, a pesar de las dificultades económicas, sociales y políticas, mirar el futuro con esperanza”. La esperanza que no permite que nos quedemos quietos, la esperanza que no acepta el conformismo, una esperanza con la fuerza de la fe para ser protagonistas.
Invitó a los salesianos ex alumnos a: “No estar bajo la sotana de los curas, no están llamados a ser ratas de sacristía, deben transformar la economía, la política, la educación, la justicia…”. En síntesis, somos llamados a ser buenos cristianos y honrados ciudadanos, para inspirar y seguir construyendo, lo que muchos otros antes comenzaron.