Por Elvio Venega

Con la firma del protocolo del 12 de junio de 1935, después de un amplio debate, bajo los auspicios del grupo mediador, cesaron las hostilidades en la Guerra del Chaco, y se constituyó la Conferencia de Paz que luego fue integrada por miembros del referido grupo. Con ella terminó una cruel contienda entre dos pueblos que no se conocían y ni tenían odio el uno por el otro. El enfrentamiento entre Paraguay y Bolivia, además de dejar numerosas bajas en ambos lados de las trincheras, empobreció aún más económicamente a dichos países que a esa altura, después de tres largos años, ya estaban totalmente agotados física y moralmente.

Durante el desarrollo de la contienda (1932-1935), surgieron varios intentos de mediación para poner fin a las hostilidades. Señalan algunos historiadores que no fue fácil la negociación del Protocolo de Paz. Las tratativas para sentar las bases de un acuerdo fueron en vano repetidas veces. Hubo intentos promovidos por los mandatarios de Argentina, Brasil y Chile. El presidente argentino, Agustín Pedro Justo, con su colega brasileño Getulio Vargas, y con el presidente chileno Arturo Alessandri, también se enfocaron a dicho fin. Las reiteradas propuestas de la Conferencia de Washington y de la Liga de las Naciones tampoco lograron cambiar las irreductibles posiciones de los beligerantes.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Sin embargo, a mediados de marzo de 1935, las gestiones pacificadoras de Argentina y Chile, principalmente, condujeron hacia el camino de la paz que se concretó el 12 de junio del mismo año, con la suscripción del protocolo, para poner fin a la cruel disputa bélica.

Argentina había puesto a consideración de la Comisión de la Liga la predisposición de “cooperar afanosamente” con la labor pacifista que emprendía dicho organismo. El proceso se desarrolló en Buenos Aires, en un ambiente de arduas gestiones de mediadores internacionales. Diplomáticos representantes de países neutrales, con los delegados de Bolivia y Paraguay, lograron que estos últimos se avinieran a firmar un acuerdo que establecía una serie de compromisos con el fin de asegurar una paz duradera por medio de un futuro tratado, que se concretó el 21 de julio de 1938. Al referirse a dicho tratado definitivo de paz, amistad y límites, el historiador paraguayo Ricardo Scavone afirma que, “el tratado de paz no satisfizo a todos, pero fue aceptado con el anhelo de evitar nuevas hostilidades. Ambas partes hicieron renunciamientos recíprocos en aras de una paz perdurable”.

Pero, volvamos al protocolo. Fueron necesarias varias gestiones oficiales, extraoficiales y confidenciales, para llegar a la conclusión del mismo. Tras sucesivas propuestas y contrapropuestas entre Paraguay y Bolivia, se logró un texto final. Parte de dicho documento expresa: “En Buenos Aires, a los doce días del mes de junio del año mil novecientos treinta y cinco, reunidos en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina, los excelentísimos señores, doctor Luis A. Riart, ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay; el doctor Tomás Manuel Elío, ministro de Relaciones Exteriores de la República de Bolivia, con asistencia de los miembros que forman la Comisión de Mediación constituida para promover la solución del conflicto existente entre la República del Paraguay y la República de Bolivia…”, pasando a citar luego a los integrantes de la Comisión de Mediación.

Más adelante el documento cita las bases de la concertación, “ad referéndum” de ambos gobiernos, las bases de la misma, y la solicitud al grupo mediador para que se sirva rogar al excelentísimo señor presidente de la nación Argentina (Agustín Pedro Justo) que convoque, inmediatamente, la Conferencia de Paz. Se establecía igualmente el pedido de “solemne” ratificación del convenio, disponiéndose que ambos gobiernos –Paraguay y Bolivia– se comprometen a “obtenerla en el termino de diez (10) días de la fecha de firmado este convenio, su aprobación legislativa”.

PROTOCOLO ADICIONAL

Además de otras cuestiones relativas a las competencias y fines de la Conferencia de Paz, el canje y repatriación de prisioneros, el establecimiento de un “régimen de tránsito, comercio y navegación, se establecía también los términos de la cesación definitiva de las hostilidades sobre la base de las posiciones actuales de los ejércitos beligerantes, y un plazo de tregua de 12 días con el fin de fijar líneas intermedias entre los ejércitos. Mediante un protocolo adicional se dispuso el envío inmediato de una Comisión Militar Neutral al frente de operaciones, disponiéndose que esta Comisión debía estar integrada por oficiales en actividad de las fuerzas militares de tierra, mar y aire de cada uno de los Estados mediadores (Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos, Perú y Uruguay)”.

Los negociadores del Protocolo de Paz habían considerado necesario tomar algunas previsiones, razón por la cual habían establecido un protocolo adicional, con el fin de resguardar y garantizar un efectivo cese del fuego en el frente de operaciones. Sin embargo, para el 14 de junio, al arribar la Comisión Militar Neutral al campo de batalla ya se habían suspendido provisionalmente las hostilidades. Por ende, “resultó que todas las previsiones de seguridad adoptadas…” fueron innecesarias, porque según relata Tomas Guillermo Elío en su libro “La Paz del Chaco, una decisión política”, “los soldados paraguayos y bolivianos que hasta el día anterior habían combatido, espontáneamente dejaron sus armas y se abrazaron fraternalmente”. Por su parte, el historiador boliviano Roberto Querejazu Calvo, en su libro “Masamaclay” relata un hecho significado y real del ejercicio y efecto del Protocolo de Paz.

“Estaba terminantemente prohibido parlamentar con el adversario. Era una tregua de diez días y los comandos temían que la moral de los combatientes perdiese la belicosidad para el caso de la reanudación de las hostilidades. Sin embargo, en algunos puntos los oficiales no pudieron resistir a la tentación de conocer de cerca al enemigo con el que había peleado a ciegas. Tal como ocurrió por ejemplo en el sector del camino Villa Montes – Boyuibe. Luego de concertar a voces una entrevista en el campo de nadie, lo oficiales del Regimiento Santa Cruz y de las baterías vecinas salieron de las trincheras paraguayas el comandante y los oficiales del Regimiento Toledo. Ambos grupos avanzaron hasta colocarse frente a frente. Luego de saludarse militarmente se estrecharon las manos. La frialdad de los primeros momentos no tardó en trocarse en franca camaradería...”.

Agrega como comentario final de la paz lograda que, “la comprensión y la camaradería surgidas tan espontáneamente donde quiera que se encontraron excombatientes bolivianos y paraguayos, a partir de ese momento, demostró que había sido una guerra sin odio, entre pueblos que no se conocían. Demostró lo absurdo y fratricida de la guerra, lo absurdo y fratricida de todas las guerras”.

Fuentes consultadas: *Ricardo Scavone Yegros. “Después de la Guerra. Las Relaciones paraguayo-bolivianas desde el Tratado de Paz hasta 1952”. Editorial Servilibro. 2013. *Tomás Guillermo Elío. “La Paz del Chaco, una decisión política”. Colección Texto y Documento. Los amigos del Libro. 1988. *Roberto Querejazu Calvo “Masamaclay”. Historia política, diplomática y militar de la Guerra del Chaco”. Cuarta edición. Librería Editorial G.U.M. La Paz, Bolivia. 2008.

El Gral. José Félix Estigarribia y el Gral. Enrique Peña Aranda, jefes de ambos bandos, al termino de la guerra, en pleno suelo chaqueño.

Déjanos tus comentarios en Voiz