DESDE LA FE

  • Por Mariano Mercado

Hace unos días leía un artículo que me emocionó. Una doctora contaba, que le pidió a un paciente anciano con problemas cognitivos causados por el Alzheimer, que escriba una frase cualquiera y éste escribió… “no te olvido mamá”. Que palabras tan conmovedoras. “No te olvido mamá” escribe una persona que está perdiendo la memoria. Una madre es la máxima expresión de amor, indescriptible, que fluye desde lo más profundo del ser. La divinidad de la mujer ha transcendido desde las más antiguas culturas y civilizaciones, es inmutable, pues la mujer es portadora del más grande milagro, LA VIDA.

¡Dar vida, que inigualable e incomparable don! Y no solo eso, Dios en su infinita sabiduría la dotó, también, de un poder maravilloso, una fuerza vital, una conexión tan íntima y estrecha entre madre e hijo, que supera cualquier entendimiento, el instinto maternal. Los hijos crecerán, cambiarán y transcenderán en sus vidas, aunque siempre bajo una huella imborrable, el áurea de la madre.

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Y de nuestra parte. ¿Somos dignos de nuestras madres? Si bien sabemos que hay madres y madres, por lo general, una madre presente es el centro del hogar, un ejemplo para su familia y para la sociedad. Encarna la grandeza a veces desapercibida, noches de insomnio, angustias, preocupaciones sin límites, agotamiento, y también, a veces, lágrimas de desconsuelo. Y pese a todo, con una entrega total y desinteresada, con una capacidad e intuición innatas para percibir la realidad, se muestra lista para consolarnos y arrullarnos con su cálido abrazo, con un amor sin condiciones.

En estos días también recordamos el día de la Independencia. No es coincidencia que el día de la patria y de la madre los celebremos el mismo día, porque la patria es como una madre, una madre a la que hay que cuidar, proteger y respetar. Recordar este día, no solo es un motivo para rendir homenaje a quienes la hicieron posible, sino, ante todo, es una invitación, a que cada uno de nosotros sea un verdadero patriota, pero no un patriota solo de bandera, de cantar el himno o fervientes canciones, de la garra guaraní o vestir la albirroja. Patriota, siendo mejores en todo, ser íntegros, empezando por la honestidad y el respeto, y ser los dignos hijos de una patria libre, fuerte y próspera. ¡Salud mi querido Paraguay! Si me permiten, antes de concluir, quiero contarles una historia. La de una madre oriunda de un pequeño pueblo del interior del país.

Hace un poco más de 40 años, cuando esta mujer tuvo su hijo número 11, la doctora y la enfermera del precario puesto de salud del pueblo, le dijeron: “Demasiados hijos ya tienes, tu próximo embarazo ya es de alto riesgo, tu útero seguro está muy frágil y es peligroso. Es mejor que ya no tengas hijos”. Aunque ella en su corazón tenía la verdadera respuesta, solo respondió con el silencio y una leve sonrisa, ya que al casarse había acordado con su esposo recibir la cantidad de hijos que Dios decidiera regalarles.

Luego de poco más de un año volvió a embarazarse. Venía el hijo número 12. La mujer tenía vergüenza de recurrir nuevamente a la doctora del pueblo, por la advertencia que le hizo la última vez.

Sin embargo, era una mujer tan fuerte y decidida, que a punto de cumplirse los 9 meses de embarazo, emprendió viaje a Asunción, recorriendo un largo y tortuoso camino de más de 300 kilómetros. Vino sola, en un bus con pocas comodidades y cargando una pequeña bolsa con ropitas para el bebé. Llegó al antiguo hospital de Clínicas. Fue atendida y dos días después, 18 de noviembre de 1977, nació el niño. Al día siguiente de dar a luz, la mujer tomó un taxi, se dirigió a la terminal de ómnibus y con el niño en brazos regresó a su pueblo, que en aquel entonces se llamaba Colonia Presidente Stroessner, hoy Minga Guazú.

Y no se quedó ahí, Dios le permitió tener dos hijos más. Esta madre es María Erenia Rotela y el hijo número 12, soy yo, Mariano Mercado Rotela. Somos 14 orgullosos hijos, todos nacidos en parto normal. ¡Que dicha tan grande tener como madre a esta mujer y más aún, tenerla con vida! ¡Gracias mamá por decir a la vida! ¡Te amamos con todas nuestras fuerzas!

Feliz día madre. Bendita seas, por todo el amor que das, por tus palabras que alientan, por tus abrazos que animan, por tus caricias que sanan. ¡Bendita seas madre por ser la esencia misma del amor!

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