DESDE LA FE
POR MARIANO MERCADO
Según la Biblia, Dios nos dio, a todos los hombres y mujeres, la franca potestad de poder elegir y actuar libremente según nuestras consideraciones, indistintamente de si las decisiones son las correctas. Pero debemos hacerlo responsablemente, en lo posible. Pero esto, desde luego, tiene sus implicancias religiosas, morales y sobre todo éticas. Pues la persona que obra según el libre albedrío es responsable de todas sus acciones, tanto si son buenas como malas.
La vida, que no se detiene, nos pone a prueba, se esmera en presentarnos un sinfín de conflictos que debemos afrontar, no solo en la relación con nosotros mismos, sino también en nuestra relación con el resto de la sociedad. Enfrentamos, por tanto, cientos de juicios y dilemas relativos a la libre elección y la moral, donde cada persona debe anteponer sus valores éticos y morales para decidir qué hacer. Pero ¿Son, tanto la ética, como la moral el bálsamo para una sociedad desorientada?
Esto depende mucho de a quien le preguntemos, ya que apelamos a ellos como el santo remedio para todos los males de nuestra realidad, pero me parece que no llegamos a comprender su significado y relevancia. En mi opinión, sin entrar en juicios de valor, debemos diferenciar la ética de la moral, que se pueden convertir en una paradoja con muchos matices.
Mientras la moral podría acotar, que se basa en el cumplimiento de las normas surgidas de la costumbre de una sociedad, la ética, como forma de conciencia social, protege y regula los principios que guían ese comportamiento moral. Básicamente es, hacer lo correcto, aunque eso desafíe la tradición, el pensamiento, la política y las costumbres de la sociedad.
El ser humano no es una isla, forma parte de un conjunto, por lo tanto, si creo para vivir en él armoniosamente, es necesario acatar principios y valores que forman la moral, y la ética; y actuar con respeto, justicia, responsabilidad, compromiso, honestidad y sobre todo la libertad que los protege. La ética es fundamental para la construcción de una sociedad más sólida, justa y libre.
El próximo 26 de abril conmemoramos el Día del Periodista Paraguayo. La historia contemporánea de nuestro país no se entendería sin el empeño y dedicación de tantos profesionales, como informadores empíricos.
Hoy más que nunca, todos los que nos dedicamos a esta noble vocación, como agentes socializadores, tenemos un deber con la ética, debemos ser coherentes, comprometidos con la información de calidad; objetiva, contextualizada y contrastada. Una gran responsabilidad con la verdad y la libertad. Hoy más que nunca somos los principales responsables de servir a los intereses y necesidades de la ciudadanía.
En su mensaje por la Jornada Mundial de las Comunicaciones de este año 2021, que se celebrará en mayo próximo, el Santo Padre afirma que: “También el periodismo, como relato de la realidad, requiere la capacidad de ir allá donde nadie va: un movimiento y un deseo de ver. Una curiosidad, una apertura, una pasión. Gracias a la valentía y al compromiso de tantos profesionales –periodistas, camarógrafos, montadores, directores que a menudo trabajan corriendo grandes riesgos– hoy conocemos, por ejemplo, las difíciles condiciones de las minorías perseguidas en varias partes del mundo; los innumerables abusos e injusticias contra los pobres y contra la creación que se han denunciado; las muchas guerras olvidadas que se han contado. Sería una pérdida no solo para la información, sino para toda la sociedad y para la democracia si estas voces desaparecieran: un empobrecimiento para nuestra humanidad”.
El papa Francisco nos anima a todos los informadores, a hacer un periodismo valiente “ir allá donde nadie va”, para mostrar la realidad, sobre todo ahora, en tiempos de pandemia. La actualidad, más que nunca, necesita de profesionales de la comunicación que anuncian y denuncian.