Una comitiva de la Fiscalía y de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) detuvo ayer a un abogado y a un empleado con 8 kilos y 800 gramos de cocaína. Fue durante un procedimiento realizado en el kilómetro 8 del barrio María Auxiliadora de Presidente Franco.

Los detenidos están identificados como Carlos Darío Chávez Ávalos (42), profesional del derecho, y Abel Encina Ovelar (45), encargado del establecimiento intervenido. El operativo estuvo encabezado por el fiscal Antidrogas Manuel Rojas Rodríguez. El procedimiento comenzó a las 5:20 y se prolongó hasta las 9:45. Otro allanamiento similar se llevó a cabo en el kilómetro 12 Monday de Ciudad del Este, pero sin resultado positivo.

Desde la agencia antidrogas informaron que en el lugar allanado detectaron un improvisado laboratorio de procesamiento de cocaína. Señalaron al abogado como supuesto responsable del lugar y al empleado lo sindicaron como el presunto “químico”. Estas dos personas se encargarían del funcionamiento del supuesto laboratorio donde trabajaban para aumentar el volumen de la cocaína agregándole sustancias químicas.

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OTRO CASO

Solo el pasado martes 22 de setiembre, agentes especiales de la Senad también descubrieron el funcionamiento de un laboratorio clandestino de procesamiento de cocaína en la zona de Tres Bocas de la ciudad de Villa Elisa. Un ciudadano brasileño quedó detenido.

Los antidrogas ingresaron de sorpresa a un inquilinato, donde en plena sala encontraron lo que sería un laboratorio casero para el procesamiento de cocaína, específicamente en este caso para el aumento del volumen de la droga.

En el sitio encontraron precursores químicos, prensas, moldes de metal y otros elementos para hacer la droga. Se encontraron unos envoltorios en los que se tenía cocaína pura que, posteriormente, era puesta en recipientes de plásticos donde se le agregaban los productos químicos. Se encontraron insumos, como cafeína, lidocaína, acetona, ácido clorhídrico, entre otros. También se detectó la existencia de la pasta base de la cocaína (crack).

Una vez procesada y aumentada la masa de la droga, era llevada hasta una prensa de metal, máquina que tiene varias planchuelas y moldes que eran accionados bajo presión gracias a un gato hidráulico.

Finalmente, terminado el ladrillo, se le colocaba encima una marca o como un sello de calidad. En este caso, se detectó el molde de la figura de un delfín. Cada paquete tenía el peso aproximado de un kilo.

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