Tenía 7 años y no podía ir muy lejos por sus dificultades motrices, pero aun así la pequeña Juliette desapareció misteriosamente de la propiedad de Emboscada donde vivía con su madre y su padrastro, hoy los únicos imputados por no cuidarla. Las muestras de sangre humana encontradas allí hasta ahora no tienen explicación ni de los investigadores, ni de los procesados.

En la mañana del miércoles 15 de abril, empleados de la quinta de Reiner Helmut (ciudadano alemán y padrastro de la niña) vieron por última vez a Juliette, alrededor de las 9:00, paseando por la propiedad junto a su madre, quien sin embargo asegura que la niña estaba jugando con sus cabras el último instante en que la divisó.

Los dos animales fueron hallados posteriormente a unos 10 km de la casa, en una zona totalmente desolada conocida como tres pirámides. Pasaron 24 horas antes de que la Policía reciba la denuncia de la desaparición y, por ende, se perdió un tiempo valiosísimo para evitar que se borren evidencias importantes sobre los responsables del hecho.

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Los primeros operativos no fueron inmediatos y los resultados más contundentes se obtuvieron recién en la noche del lunes 27 de abril, cuando encontraron atuendos del padrastro y de la niña con rastros que corresponderían a sangre. Estos mismos fluidos los hallaron en una colcha y en un colchón. Días después se confirmó que la sangre hallada es humana, pero desde entonces quedó pendiente un estudio de ADN para saber a quién pertenece, algo que sería vital para la investigación.

Si bien la Fiscalía y la Policía dicen mantener en pie todas las hipótesis: asesinato, secuestro, venganza, entre otras pesquisas, que se han inclinado hacia lo primero, pues utilizaron perros entrenados para detectar cadaverina, y las búsquedas se hicieron cavando la tierra, destruyendo pisos de cemento y hasta desagotando pozos artesianos. En todos los procedimiento se levantaron elementos calificados como “importantes”.


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