Había renunciado a su trabajo y se encon­traba abocado a cumplir con un sueño: reco­rrer nueve países de Suda­mérica pedaleando, incluso llegando a Ushuaia, la zona austral de Argentina. Salió el 26 de enero desde el Panteón de los Héroes de Asunción y se encontraba en Brasil cuando debió interrumpir su periplo ciclístico para emprender otra, volver al país en plena pandemia del COVID-19. Hoy es parte de uno de los huéspedes de los albergues habilitados en el Este para los paraguayos que ingresaron después del cie­rre de frontera y están cum­pliendo con el aislamiento. Se trata de Alexander Ghiringhelli, un abogado de 34 años, quien accedió a contar a La Nación sobre su expe­riencia en esta situación.

“Lo único que nos restaba para sobrellevar el problema era la organización, el orden, desde el primer día fuimos muy bien tratados por parte del personal de blanco, mili­tar, policial, en cuanto a las comidas y muchas otras cosas. Evidentemente no estamos en un hotel de cinco estrellas, pero tam­poco podemos esperar eso en esta situación”, refiere Alexander.

Alexander Chiringhelli, con su bicicleta, en el albergue de Ciudad del Este.

“Tenemos cuatro comidas al día, una litera para cada persona, nos proveen la mas­carilla, alcohol en gel, nos organizamos en grupo y cada uno se encarga por día de limpiar las áreas comu­nes como el espacio del almuerzo y los pasillos. Los hombres limpiamos nuestro baño y las mujeres el de ellas, dormimos en habitaciones con aire acondicionado, ven­tiladores, nada más queda cumplir con la cuarentena para poder regresar bien a nuestros hogares”, cuenta también.

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En cuanto a los controles de salud, Alexander dijo que todos los días, a partir de las 8:00, se llama lista, se les hace las preguntas de rutina y les toman la tem­peratura. Hasta el viernes pasado nadie presentó nin­gún síntoma. En el grupo están personas de Asunción, Ciudad del Este y Hernan­darias, según pudo notar el ciclista. Sobre cómo tomó su familia la situación, dijo en forma tajante que depende de lo que cada uno transmita para que la familia esté tran­quila.

Lista de horarios de actividades.

“Si yo me desespero, voy a afectar a mi familia; si creo un problema, eso llegará a mi familia, el control debe partir de la persona que está en esta situación, mi fami­lia, al darse cuenta que estoy tranquilo, acepta de mejor manera. Lo correcto es ser responsable y ellos acom­pañan esa postura”, expresó Chiringhelli. “Esa es la clave que no todos comparten. Si yo me pongo histérico, a llorar, a reclamar, creo pro­blemas, lógicamente que mi familia se pondrá así tam­bién”, agrega.

EL SUEÑO

Alexander Ghiringhelli tenía un desafío y un sueño que cumplir. Planeó viajar en dos ruedas por nueve países de Sudamérica. Salió el 26 de enero desde el Panteón de los Héroes de Asunción, se encon­traba recorriendo Brasil cuando, estando en Porto Alegre, decidió volver ante los anuncios de las prime­ras medidas de prevención del COVID-19. “Estaba casi en la frontera con Uruguay cuando este país cierra su frontera con Brasil, enton­ces busqué llegar a Argen­tina y también cierra, las cosas fueron complicán­dose y ya se hacía irrespon­sable seguir con el viaje, por lo que decido volver”, relató.

Cuenta que se enteró que Paraguay estaba por cerrar su frontera y “empezó la carrera contrarreloj para llegar lo antes posible hasta Foz de Yguazú”. Por las res­tricciones a extranjeros para tomar vuelos y el ser­vicio de ómnibus cortado entre los estados, Alexan­der recurrió a un amigo que tiene una empresa de transporte en Cascavel y de esa forma debió llegar hasta un lugar distante a 210 kilómetros de donde él se encontraba para poder abordar ese transporte para dirigirse a Cascavel. Desde ciudad paranaense pedaleó dos días para llegar a Foz de Yguazú.

Alexander se comunicó con el consulado y esperó tres días en el departamento de otro amigo en Foz, hasta que integró el primer grupo de paraguayos que cruzó el Puente de la Amistad para llegar a Ciudad del Este.

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