La fe del peregrino mariano que llega a Caacupé se inten­sifica visitando el Tupãsy Ykua, un lugar al que acu­den para hacerse con un poco del agua en botellas o bidones. A veces simple­mente mojarse la cabeza, partes del cuerpo o beber es suficiente para curar los males, ya que según la creencia popular, el agua es bendita y obra milagros.

Aunque Estela Enriquez peregrina desde hace años hasta el santuario, esta fue la primera vez que llegó hasta el considerado pozo de la Virgen. “Siem­pre veníamos caminando desde Ypacaraí. Cumpli­mos los siete años de pro­mesa”, reluce.

En tanto Carlos Moreno, proveniente de Salto del Guairá, llega hasta el altar de Caacupé desde hace 8 años. “Ahora vinimos por la familia y luego tendremos una promesa”, aduce.

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Francisco Colmán, oriundo de Sajonia, Asunción, mues­tra las velas azules en señal de devoción y las enciende con total parsimonia, reve­lando que luego de siete años vuelve a Caacupé.

La señora María Santa Ruiz de Silva, de 74 años, llega todos los años desde Piri­bebuy, antes lo hacía desde Caaguazú, pese a que padece de presión alta, quiste en el hígado y problemas de pulmón. Sin embargo, la Virgen la ilumina y pro­tege, dice al recordar que estuvo recientemente inter­nada. Pese a ello sigue cum­pliendo su promesa. “No se puede sacar el quiste y así vivo”, asegura al tiempo de expresar que en el pulmón le hallaron mucho carbón.

Sosteniendo en los brazos a su hija, a la que diagnostica­ron una enfermedad rara, María Ramírez se entregó a la fe ante la Virgen María y cada año acude hasta ella con su hija, vestida en alu­sión a la Santísima. Indica que ningún médico puede determinar de qué enfer­medad se trata y que la niña vive convulsionando. Ambas vienen desde Con­cepción.

HISTORIA

El manantial de cristalinas aguas era anteriormente conocido como Ycuá Rivas, por una antigua familia del vecindario que fue ultrajada durante la Guerra Grande. Más tarde, el sitio se con­virtió en atracción para cre­yentes y no creyentes.

El famoso pozo del que manaba un manantial, providencia de la Virgen de Caacupé, es hoy un cen­tro de convocatoria anual de feligreses que peregri­nan hasta la Basílica de Caa­cupé.

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