En conmemoración a los 208 años de la inde­pendencia del Para­guay, el diario La Nación rinde homenaje a nuestra historia, en esta ocasión entrevistando a la politóloga Milda Rivarola. Le consultamos acerca de su análisis, con una perspectiva política, de la conformación del Estado-Nación y los desa­fíos culturales de paraguayo contemporáneo respecto de su independencia.

–¿Qué deberíamos entender sobre lo que es una Nación y lo que es un Estado?

–Nación es una población que normalmente ocupa un terri­torio, que tenga lengua, cultura y una historia común, cuando a esto se le suma institucio­nes públicas, la ley, un poder político, eso se transforma en un Estado. La Nación pasa a ser Estado-Nación. Esto ocu­rrió en Europa a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX en la época de Napoleón. Ocurrió muy tardíamente en países como Italia, que se convierte en Estado-Nación ya a finales del XIX.

América Latina empieza a dividirse en Estado-Nación entre 1810 y 1830, en ese pro­ceso Paraguay ya se distingue de las otras repúblicas, en el sentido primero de que per­maneció encerrada a la cam­paña de San Martín, a la cam­paña de Bolívar, todas las ex colonias contra los centros de poder español; salvo el famoso Cnel. Bogado, Paraguay no se sumó a eso, se quedó defen­diendo la independencia de su propio país.

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En nuestro proceso, no hubo guerras, no hubo levanta­miento armado contra el poder español. Pero, al mismo tiempo, primero se hizo un pacto con el gobernador Velazco y después se lo echó; para 1814 empezamos a pensar que queríamos independen­cia, porque los levantamientos anteriores se hacen en nombre del rey Fernando VII.

Lo que nosotros tardamos por quedarnos aislados, por el hecho de no habernos sumado como país a la lucha contra el imperio digamos, tardamos en ser un Estado republicano. O sea, tardamos hasta la pos­guerra de la Triple Alianza. En muchos sentidos bajo el gobierno de Francia y de los López las instituciones colo­niales persistieron en Para­guay. Seguíamos teniendo esclavitud, servidumbre, la gente necesitaba un pasa­porte para moverse de un lado al otro. De hecho, no teníamos Congreso, ni tampoco Cons­titución. Hasta la guerra de la Triple Alianza se manejó con leyes medievales de guerra, no teníamos ni siquiera remi­niscencias republicanas. Esto tuvo su costo de retraso, en tér­minos de configurar un Esta­do-Nación republicano.

Cuando al final entramos con la Constitución de 1870, tuvi­mos que pasar por el mismo periodo de caos, de guerra civiles, de anarquía política que tuvieron los otros países unos 50-70 años antes. Esa es la historia de la conformación del Estado-Nación.

Tanto Félix de Azara como el Gral. Belgrano ya hablaban de que existía una nación paraguaya, en el sentido de una nación que tenía una lengua, que se sentían unidos entre sí. En ese sentido nosotros éra­mos la nación más cimentada, tanto por la lengua guaraní como por el encerramiento, alejado de las migraciones.

–¿Qué significa la indepen­dencia? ¿En qué consiste ser una república?

–La historia de la indepen­dencia tendría que ser mirada desde otra perspectiva o nos obligan a mirarla desde otra perspectiva en tiempos de la globalización. Porque de hecho los Estado-Nación se están diluyendo, eso fue importante quizás en el pri­mer centenario, pero ahora ya debemos hacernos otras preguntas en el sentido de que las fronteras son mucho más abiertas, más difusas. Hay movimientos económi­cos y culturales y tecnológi­cos que atraviesan todos los viejos Estado-Nación.

Cuando los Estados no pueden o ni siquiera pueden regular las tendencias de importación, exportación, tecnología, que ya es mundial, en este momento dejamos de ser independien­tes. En América Latina esta­mos así no porque tengamos algún retraso, los que ya die­ron un paso han sido los euro­peos, ellos están saliendo de los viejos Estado-Nación del siglo XVIII y comienzos del XIX hacia una mancomuni­dad, que tiene más posibilida­des de controlar en algo a la glo­balización.

Bartomeu Melià hablaba los tres símbolos identitarios paraguayos que eran: lo koy­gua, lo campesino, nuestra ruralidad; ore mboriahuha, que el paraguayo se definía como que no es rico, aun­que sigue habiendo un grupo grande en la franja de pobreza, ya existe una clase media, ya no nos sentimos ni queremos definirnos como pobres. Lo tercero tiene que ver con la len­gua, con nuestro ñe’e. Los seg­mentos de paraguayos única­mente guaraníparlantes está disminuyendo a pasos acele­rados. De alguna manera esta­mos perdiendo nuestra lengua, que era lo que nos definía como país. Todos nuestros elementos identitarios están en transfor­mación; lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no termina de morir.

–¿Cuáles considera usted que son los desafíos con­ceptuales del paraguayo contemporáneo respecto a su independencia?

–Yo creo que en Paraguay aún continúa habiendo naciones que no se sienten representa­das por el Estado, y me refiero a los pueblos indígenas. Por­centualmente son minorita­rias, pero los mismos cam­pesinos no ven a un nivaclé o a un zanapaná como para­guayo, más bien o pertene­ciente a otra nación. Si vos sumás a eso a las poblacio­nes migrantes, los mennoni­tas, los brasiguayos, tenemos ese desafío en plena globali­zación de integrar naciones distintas. ¿Qué es ser inde­pendiente si aún no conse­guimos ser un “nosotros”? En un momento donde los Estado-Nación tienen cada vez menos fronteras o auto­nomía propia.

Deberíamos buscar pri­mero esa “unión e igualdad” de nuestro himno nacional, porque un Estado es sobre todo un nosotros, lo que nos une a los paraguayos, a los ricos y a los pobres, a los guaraníparlante y a los que no, a los que hace cua­tro o cinco generaciones somos mestizos. Esto tiene que ver con nuestro desafío cultural como país indepen­diente.

PERFIL

MILDA RIVAROLA ESPINOZA

Profesión: Politóloga e Inge­niera Agrónoma por la Uni­versidad Nacional de Asun­ción.

Estudios: DEA en Historia y Civilización por la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS), París.

Nació en Asunción el 27 de agosto de 1955 y es autora de varias obras como: “Obre­ros, Utopías & Revoluciones”, “Vagos, Pobres y Soldados”, “La polémica francesa sobre la Guerra Grande”, entre otras.

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