Más de 26 mil fami­lias son víctimas de la implacable subida de las aguas en Asun­ción, muchas de ellas llega­ron hasta la capital del país soñando oportunidades que en sus olvidados pueblos del interior no encontraron.

Por sus escasos recursos eco­nómicos, las únicas zonas a las que pudieron acceder en Asunción son las más bajas, los bañados, áreas que perte­necen históricamente al río Paraguay y que serán toma­das por él cada 3 a 5 años en un inacabable ciclo natural. Así, muchas familias, en lugar de salvarse, repetirán la historia de la que quisieron huir.

Alumnos de la escuela Adriano Ayala no reciben la merienda escolar por el mal estado del camino.

En este escenario, si hay algo que no nos cansamos de repe­tir es el olvido. El olvido de comunidades que, lejos de Asunción, no llaman la aten­ción de nadie, pero que están llenas de historias. Una de ellas es Puerto Pinasco, locali­dad del departamento de Pre­sidente Hayes.

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Un equipo del Grupo Nación visitó esta comunidad, dis­tante a 527 km de Asunción, pese a lo complicado que resulta llegar hasta allí por el estado de los caminos.

En el lugar abundan historias como las de Alberto Mendoza y Alejandro Barreto, cuyas familias forman parte de las 38 mil que sobreviven a los embates de la inundación a nivel nacional.

La ruta que une Pozo Colorado con Concepción está olvidada por el MOPC.

COMUNIDAD OLVIDADA

Llegar hasta ellos implicó sor­tear una serie de vicisitudes, ya que hacer el camino desde Asunción a Puerto Pinasco en línea recta (292 kilómetros) es casi imposible; incluso, el estado de la pista de aterri­zaje varía todo el tiempo por las lluvias.

La opción que queda es la ruta Transchaco. Tras viajar 390 kilómetros se llega a Sala­zar y de ahí se debe avanzar otros 190 kilómetros por tie­rra hasta Pinasco. Pero, la ruta Salazar ya está tomada por las aguas.

Entonces, el equipo del Grupo Nación viajó 8 horas por tierra hasta la localidad de Vallemí, en un trayecto largo y agota­dor, sobre todo debido al mal estado de la ruta que une Pozo Colorado con Concepción. Este tramo está olvidado por el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC).

Los caminos internos, más precarios aun, son intransitables tras las lluvias.

Una vez en Vallemí, el equipo se vio obligado a tomar una lancha y navegar por 2 horas y media para continuar su camino hasta Puerto Pinasco. Si bien hacer este recorrido por las aguas del río Paraguay es un regalo para el alma por los paisajes únicos que trans­miten magia y paz, esta ilusión se acaba al llegar a la localidad de Puerto Pinasco.

Se trata de una comunidad de más de 2.500 habitantes que sobrevivió por la persistencia y la fuerza de su gente, ya que a lo largo de su historia nunca fue prioridad para el Estado.

AISLAMIENTO

Uno de sus mayores proble­mas es el aislamiento. La falta de una ruta de todo tiempo hace que, ante cualquier lluvia y más aun por la inundación, los pobladores queden total­mente aislados por tierra. Los caminos internos de la ciudad, más precarios aún, también se ven cerrados, dejando a los pinasqueños 9 meses al año con grandes dificultades para movilizarse.

Julio Balbuena, comerciante nacido en Pinasco, conoce los pesares de su querida ciudad y los relata camino a la colo­nia Esteban Saldívar, donde se dirige el equipo para conver­sar con el director de escuela, Alberto Mendoza.

Los pobladores deben movilizarse a caballo para llegar a destino

“La gente tiene que procurar, se moviliza en caballo. Hici­mos el pedido al MOPC a tra­vés de la municipalidad para que nos ayude a arreglar el camino, pero no tenemos res­puesta”, precisó Julio.

El transitar del equipo perio­dístico se vuelve cada vez más difícil y viven en carne propia lo que deben soportar y supe­rar los pobladores de Pinasco, la falta de caminos. Si los cami­nos no están bien, a Puerto Pinasco no pueden llegar ali­mentos, medicamentos, que son básicos para la subsisten­cia de cualquier comunidad. Las chacras en su mayoría fue­ron destruidas por la inunda­ción. Así, sin poder producir y menos recibir víveres, la vida se vuelve casi insostenible.

EDUCACIÓN

Sabina Cardozo tiene 52 años y a esta altura de su vida no se resigna a su suerte de pinas­queña y exige al Estado lo básico, ya que para ellos, los humildes de a pie, todo es mucho más duro. “Pedimos a las autoridades canoas para que nuestros hijos puedan ir a la escuela. Ahora el agua llegó hasta nuestra chacra. La ayuda no llegó hasta el momento”, relató Sabina.

Tras sortear los caminos tomados por las aguas se llega a la colonia Esteban Saldí­var, distante a 5 kilómetros del casco urbano de Puerto Pinasco. Allí, Alberto Men­doza, director de la pequeña escuela Adriano Ayala, cuenta las adversidades que junto con sus 50 alumnos soportan a causa de la inundación y la falta de caminos de todo tiempo.

Un desafío es transitar por los caminos que conducen a Puerto Pinasco.

“Prácticamente, en una semana el río inundó nues­tros caminos y está muy cerca de nuestra institución educa­tiva. Acá tenemos 50 alum­nos, desde el preescolar hasta el noveno grado”, manifestó Alberto.

La falta de caminos no es el único problema de los niños humildes de la escuelita Adriano Ayala. Necesitan mejoras en infraestructura de su escuela, una biblioteca, un comedor y, sobre todo, alimen­tos. Al igual que el Ministerio de Obras Públicas, la Secreta­ría de Emergencia Nacional y el Ministerio de Educación, la gobernación también está en deuda con ellos.

OPORTUNIDADES

En la pequeña y humilde loca­lidad de Puerto Pinasco, que adolece la escasa asistencia del Estado, mora Alejandro Barreto y su hijo, que lleva el mismo nombre y quien sueña con ser capitán de barco. “Me gusta navegar. Tengo que ir hasta Concepción para estu­diar”, dijo el joven. Mientras que su padre, a quien le toca aceptar que el futuro de su hijo está lejos de Pinasco, instó a las autoridades a que trabajen por los caminos de la comunidad. “Se complica nuestra situación cuando nuestros familiares están enfermos, el traslado es difícil. Para trabajar nos movi­lizamos a caballo”, precisó.

Con el Estado casi ausente, una comunidad no puede progresar. Sus jóvenes sin oportunidades solo tienen dos alternativas: quedarse y sobrevivir como pueden en medio de la precariedad y el atraso, o huir de la falta de caminos, de la falta de educa­ción digna, de salud, de tra­bajo y, lamentablemente, sin preparación para terminar en la misma situación de la que buscaron correr. Pero en otro lugar, tal vez Asunción, tal vez los bañados.

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