El Mecanismo de Prevención de la Tortura (MNP), en su informe anual de gestión 2018, destaca como principal desafío hacer frente a la crisis del sistema penitenciario. Ayer en la mañana, durante la presentación del informe a los tres poderes del Estado paraguayo y a la ciudadanía en general, se resaltó la preocupación en torno a la prevención de la tortura y la garantía de los derechos humanos.
“El principal desafío es hacer frente a la crisis del sistema penitenciario, ya que de 15.434 personas privadas de su libertad en el país, solo 4.310 tienen lugar y el 74% (8.451 personas) no tiene condena”, expresaron los responsables.
De acuerdo a estos datos, proponen un diálogo entre las instituciones gubernamentales y el acompañamiento de la sociedad civil. Consideran como problemas estructurales del sistema la falta de acceso al agua potable, a la salud, al alojamiento adecuado, a la educación, al trabajo y falta de recursos humanos: personal de blanco y de seguridad.
Desde el MNP consideran que persiste la corrupción dentro del sistema y la emergencia de los grupos criminales. “Entre los temas para el diálogo figuran analizar las causas del crecimiento poblacional penitenciario, erradicar el abuso de la prisión preventiva, políticas represivas versus políticas de prevención efectivas de hechos punibles y mejorar las condiciones de privación de libertad de todas las personas”, aclararon.
MUJERES EN LOS PENALES
Agregaron que el 47% de las mujeres ingresó por una causa vinculada a la Ley Nº 1.340 (microtráfico). Aunque hubo algunas mejoras, persisten las recomendaciones no cumplidas de adaptar las prisiones a las mujeres que sufren –en especial– de mayores vulnerabilidades. “Tienen restricciones para recibir a sus hijos que dificultan el contacto con ellos”.
MENORES Y ADOLESCENTES
“En lo que respecta a los hallazgos y recomendaciones en los diferentes ámbitos de intervención, existen 2.113 niños y niñas institucionalizados, sin cumplirse el derecho de vivir con sus familias”, dicta el informe.
Recomiendan diseñar e implementar sistemas de cuidado con alternativas diferentes al encierro para que la condición no confesional permita trabajar desde una perspectiva de derechos, sin limitaciones basadas en creencias religiosas.
Apuntaron que para los adolescentes privados de libertad se debe fortalecer el modelo socioeducativo y terminar con los traslados arbitrarios (691 en cuatro años).