Por Jorge Zárate, periodista, jdzarate@gmail.com
Justina Fernández, lideresa de la comunidad Enxet de Santa Elisa, Chaco, es una luchadora. Asegura que el rol que lleva adelante hoy lo tuvo que asumir como consecuencia de que “los hombres ya no se quedan en la comunidad, se van todos a trabajar”.
Como peones de campo, en las estancias del Chaco, los enxet hacen el dinero para la sobrevivencia, no sin denuncias de explotación laboral y otras dificultades ligadas a lo difícil de transportarse en los polvorientos, cuando no barrosos, caminos de la región occidental.
“A veces se pone duro porque la gente tiene muchos problemas, también nos preocupamos porque los hombres se dan a la bebida y ese es un problema difícil de afrontar”, comenta Justina. Esta mujer, de hablar tranquilo y pausado, representa a poco más de 50 personas entre mujeres, hombres y niños que viven en las cercanías del kilómetro 370 de la Ruta 5 que une Pozo Colorado con Concepción.
“Pido que nos construyan una escuela y que mejore la atención en salud”, dice esgrimiendo su principal reclamo. “Muchos niños necesitan alimentos, ya comenzaron la escuela y necesitan leche, la merienda escolar”, recuerda. La salud es otra preocupación grande: “Los chicos se agarran gripes y aquí en los centros de salud cercanos a veces hay remedios y a veces no, tenemos que ir hasta Concepción a conseguir los remedios, al hospital para que se puedan atender. Aquí, solo cuando vienen los promotores atienden a la gente”, relata.
Cuenta también que trabaja en la comunidad y que lo puede hacer “bien con los hombres, especialmente con Carlos Mareco, Leonardo González y Heriberto Ayala”. Son sus compañeros líderes en la gran comunidad Sawhoyamaxa, “el lugar donde se acabaron los cocos” y donde viven más de 800 personas en cinco aldeas.
“Soy la única lideresa, los otros son todos hombres. Me llevo bien, tranquilo con ellos, me respetan, yo los respeto, conversamos siempre, les digo que tienen que escuchar a todas las mujeres porque tenemos experiencia y conocimiento”.
Llevan 23 años en lucha por sus tierras: “Tenemos todos nuestros papeles y me toca hacer las gestiones a favor de la comunidad”, apunta. En 1991, cuando se agotaron las instancias ante los poderes del Estado paraguayo, los enxet recurrieron a la Corte Interamericana (Corte IDH) que falló a favor de la restitución de las tierras de la comunidad Sawhoyamaxa, cuestión que todavía no se terminó de cumplir. En parte por la resistencia del que se dice titular de las mismas, Heribert Roedel, que no acepta los G. 34.000 millones por la expropiación que hasta el momento hace que el trámite siga en los estrados judiciales.
También, el millón de dólares que la Corte IDH obligó al Estado paraguayo a integrar en un fondo para desarrollo comunitario forman parte de los G. 3.100 millones que Rubén Quesnel habría hecho desaparecer de las cuentas del Instituto del Indígena cuando fue su presidente durante el paso por el gobierno de Federico Franco.
El año pasado, la Secretaría de Viviendas (Senavitat) les construyó 141 casas que todavía están en proceso de culminación. “La lucha sigue, siempre, difícil es por aquí, pero es lindo también, tienen que venir”, reclama.