CAROLINA VANNI, carolina.vanni@gruponacion.com.py y ALDO BENÍTEZ, aldo.benitez@gruponacion.com.py

Un promedio de 10 denuncias de niños con bajo peso recibe cada mes la Consejería Municipal de la Niñez y Adolescencia (Codeni) de San Juan Nepomuceno, Departamento de Caazapá. De esta cantidad, 7 corresponden a indígenas. El sistema de salud de este departamento está en urgencias.

La primera semana de febrero se publicó en los medios las historias de dos niñas de comunidades indígenas con desnutrición extrema. Los casos saltaron en las redes sociales, se masificaron con los medios y obligaron a la intervención estatal.

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Sin embargo, para la gente que vive el día a día de las comunidades campesinas e indígenas de Caazapá, la desnutrición no representa algo extraño ni aislado. Es una situación que viven todos los días y deben dar soluciones en la medida de sus posibilidades, más aún cuando los recursos estatales disminuyen.

“Para nosotros lastimosamente no es algo raro. Claro, los casos extremos que tuvimos con estas dos niñas llamaron la atención de la gente, pero acá hay muchos casos de niños con bajo peso”, expone Liz Silvero, encargada de la Codeni de San Juan Nepomuceno, capital departamental de Caazapá.

Uno de los sectores más afectados es el de los indígenas. Este departamento concentra 36 comunidades en total, que aglutinan a 5.400 aborígenes, según el último censo oficial que figura en los registros de la Dirección General de Estadística Encuestas y Censos (DGEEC).

La doctora Martha Cardozo, de la USF de Tupá Rendá, comentó que desde noviembre están sin suplemento nutricional del Programa Alimentario Nutricional Integral (PANI), un aporte del Ministerio de Salud para el sustento de las madres y niños lactantes. “Hacemos lo que está a nuestro alcance. Hacemos las visitas a las comunidades indígenas cada 2 meses, proveemos lo que el ministerio nos da”, sostiene.

Para Cardozo, además de que las USF no están equipadas como para atender casos complejos, la cuestión de la salud indígena adquiere otra dimensión porque se trata muchas veces de involucrarse en la cultura y creencia de las comunidades. En el caso de Tupá Rendá, trabajan con los mbya guaraní.

“Hay que entender que trabajar con indígenas implica una serie de cosas un tanto diferentes, tenemos una manera distinta de atenderlos, porque ellos llevan muy en cuenta sus creencias y lo que dicen sus líderes, por lo tanto, siempre tratamos de llegar a ellos a través de sus caciques”, dice Cardozo.

El doctor Ronald Britos, director del hospital distrital de San Juan Nepomuceno, responde sin mayores rodeos que para ellos “no es ningún caso aislado” cuando el equipo periodístico de La Nación le consulta sobre la situación de las niñas indígenas que fueron atendidas justamente en este local.

El Hospital Distrital de San Juan Nepomuceno es el reflejo del desamparo. Tiene apenas 2 pediatras para atender a toda la población, que no solamente viene de San Juan, sino de otras localidades. Al ser distrital, es el nosocomio mejor equipado. Al menos, en teoría. El hospital tiene una sola ambulancia, que no para todo el día.

El doctor Britos reconoce que tienen falencias, pero que la principal es la falta de recursos humanos. Generalmente, atienden todos los casos y los más graves los derivan a otro hospital. Si bien están con déficit en todo, hacen lo posible para cumplir con los pacientes.

Si la situación del hospital distrital es alarmante, la cuestión se agudiza con las Unidades de Salud Familiares (USF), que son centros asistenciales más pequeños, pero que trabajan en forma más directa con las comunidades campesinas e indígenas.

OTRAS DENUNCIAS

No solo existe el drama del bajo peso y la desnutrición. “Hay problemas de alimentación, de educación y de acceso a las comunidades. Las calles son muy feas y eso hace que muchas veces, los indígenas y campesinos de asentamientos queden aislados”, dice Silvero.

Asimismo, la Codeni maneja otras cifras que llaman la atención. Al mes recibe, en promedio, 15 denuncias por maltratos y 5 por casos de abuso sexual. En todas estas situaciones, existen comunidades indígenas involucradas.

Esta camilla tiene 30 años, una muestra de que los equipamientos no se renuevan.
Los niños indígenas son los más golpeados por los casos de bajo peso y talla.


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