Antes de partir nuevamente a Roma, el cardenal Angelo Amato, prefecto para la Congregación de la Causa de los Santos y enviado de la Santa Sede para dar lectura al decreto papal que declaró beata a María Felicia de Jesús Sacramentado, Chiquitunga, el sábado 23 de junio en el estadio del Club Cerro Porteño, visitó la Sala Juan Pablo II del Aeropuerto Internacional Silvio Pettirossi y besó el sitio que había besado el entonces papa Juan Pablo II, hoy San Juan Pablo II, tras visitar nuestro país el 16 de mayo de 1988, y el actual papa Francisco, tras estar en Paraguay desde el 10 al 12 de julio del 2015.
Posteriormente, el cardenal Amato rezó un padre nuestro con el nuncio apostólico en Paraguay, Eliseo Antonio Ariotti, y sus acompañantes, ante el sitio besado por el papa Francisco y San Juan Pablo II que la terminal aérea nacional conserva y consagra.
Si bien estaba previsto que el cardenal Amato presidiera la misa de acción de gracias por la primera beata paraguaya celebrada ayer en la Basílica de Caacupé, y que al término de la eucaristía compartiera con miembros del episcopado y el monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de Caacupé, tuvo que retornar mucho antes de lo previsto a Roma debido a una huelga portuaria en Argentina. Durante la homilía realizada en Caacupé, el monseñor Valenzuela se disculpó ante los feligreses en nombre del cardenal Amato, quien no pudo asistir a la misa, explicando los motivos correspondientes. El cardenal Amato partió ayer, a tempranas horas, rumbo a Brasil, donde consiguió un vuelo para Roma.
EMOTIVA HOMILIA
El sábado 23 el cardenal Amato presidió la ceremonia de beatificación de Chiquitunga con una emotiva homilia. “Traigo el saludo del papa Francisco. Él siempre les recuerda con cariño y les hace llegar su bendición”, dijo al iniciar el sermón y luego ya resaltó la vida y las virtudes de la beata, por lo que, en varios momentos, la homilía fue interrumpida por cerrados aplausos. Se refirió a Chiquitunga como una joven entusiasta y culta, que se dedicó a su vocación. “Su sonrisa gentil y su mirada trascendían las cosas y se proyectaban hacia el cielo. Era una persona que correspondía a la llamada de Dios”, aseguró.
Amato resaltó también su sólida fe y la obediencia, además de haber pedido perdón por sus errores y los cometidos por otros. Dijo que la lectura y la meditación de las sagradas escrituras eran el origen de su virtud. “Ofreció su sufrimiento por los sacerdotes y exhortaba a que sean santos. Era su mayor aspiración, ascender día tras día la escalera de la perfección hasta la santidad”, manifestó.
Uno de los aspectos más ovacionados por el público durante la ceremonia de beatificación fue cuando el cardenal se refirió a la renuncia del amor humano de Chiquitunga para entregarse a Jesús, quien fue la verdadera razón de su existencia. “Desde que era joven hasta su muerte fue ‘todo te ofrezco Señor’. Se mostró dispuesta a morir por la fe. Era servicial con todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, todos admiraban su espíritu de servicio, su persona era un servicio”, subrayó.