• POR CAROLINA VANNI
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La vida de laica de María Felicia de Jesús Sacra­mentado y su final, abrazada a la cruz de Cristo, fue representada en La Barraca, luego de que la ima­gen de la Virgen Dolorosa salió de la capilla de Tañarandy y haya llegado junto a su hijo crucificado, en medio de lumi­narias de candiles y antorchas.

La procesión partió de la capilla de Tañarandy, donde cuelgan en exposi­ción 15.000 rosarios orde­nados por color, de los 30 mil rosarios recolectados. El camino de la Dolorosa fue acompañado por el artista plástico Koki Ruiz Pérez. En la medida en que avanzaba la procesión, la gente comenzó a encender los candiles y las antorchas, incluso antes de que oscurezca.

Tras el paso de los estacione­ros y la llegada de la imagen, el grupo de artistas, que ya se presentó el Jueves Santo por la noche en el Teatro Molino, nuevamente hizo una bri­llante presentación, esta vez usando antorchas y cruzando el pequeño lago, vestidos de carmelitas, hasta llegar a la cruz en la que estaba colgado el Cristo crucificado.

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La representación se realizó ante un público expectante que siguió ávido de ver un espectáculo único donde se mostró la vida de la futura beata del Paraguay.FOTO: PÁNFILO LEGUIZAMÓN

En medio de la oscuridad y solo con las luces de los can­diles, las velas flotantes, gran­des y las antorchas de manos, además de los candelabros de papel, la representación se realizó ante un público expec­tante que siguió ávido de ver un espectáculo único donde se mostró la vida de la futura beata del Paraguay.

Mientras que los artistas cru­zaban el lago, portando las antorchas, comenzó el encen­dido de las luces flotantes y poco después, en una canoa y sosteniendo una lumina­ria de mano, llegó una actriz representando a Chiquitunga de laica.

Tras arribar a la pequeña isla, subió lentamente las escale­ras, iluminada por los cande­labros de papel, hasta llegar a la cruz y abrazarse a ella.

Las luces se prendieron y allí se pudo ver lo que represen­taba a Chiquitunga abrazada a la cruz, para luego dar paso, lentamente, a la iluminación del retablo, que se descubrió al final de la representación.

Unas de las hermanas de Chi­quitunga, que no quiso iden­tificarse, siguió toda la repre­sentación muy emocionada y, en medio de sollozos, ase­guró que esto le recordaba a su hermana.

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