Tras la denuncia de pobladores de Villa Oliva (Ñeembucú), replicada en Puerto Antequera (San Pedro) y en Villeta (Central), la mortandad de peces se tornó preocupante. Darío Mandelburger, director de Biodiversidad de la Secretaría del Ambiente (Seam), explicó que cuando ocurre una crecida, hay una remoción del suelo. "Hay un arrastre que afecta a los peces para obtener oxígeno a través de su sistema biológico", resaltó. Expresó que este fenómeno natural similar fue registrado dos años atrás en el pantanal (Chaco).
Por otro lado, indicó que no tienen registro e indicios de que se estén comercializando peces contaminados. "Hay ejemplares que están en estado de descomposición. Sabemos que los pescadores no están haciendo esta captura", dijo.
Recomendó buscar tres rasgos que se deben verificar en el pescado, de modo a identificar su calidad: dureza, color y aroma íntegro.
Luego explicó que esta situación es una consecuencia de la alteración del ecosistema, es decir, la crecida del río afecta el hábitat de los peces y también, entre los factores de riesgo para las presas grandes y comestibles como el caso del surubí o dorado, son los ataques de las pirañas.