Una playa de autos. Ese era el proyecto de una concesionaria de automóviles que había comprado una de las casas diseñadas por Jenaro Espínola Tami, "Pindú", conocida como "Casa Kostianovsky", ubicada sobre la Avda. República Argentina, en la esquina de Alfredo Seiferheld, en Asunción.

Sin embargo, tras las protestas de referentes del sector de la historia y de la arquitectura del país, ese plan no prosperó. Finalmente, esta vivienda -que es hasta un punto de referencia de la zona- forma parte de la lista de residencias que fueron declaradas patrimonio cultural por la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), el pasado 13 de setiembre.

El objetivo fue proteger este grupo de viviendas, consideradas iconos para la arquitectura paraguaya, por el trabajo realizado por parte de uno de los mejores arquitectos –si no el mejor- de las últimas décadas en nuestro país: Pindú. "Se recomienda la declaración de patrimonio cultural, teniendo en cuenta de que la obra de arquitectura se reconoce como hito urbano", expresaron desde la SNC.

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También se busca mantener en los futuros arquitectos y artistas que buscan inspiración, la memoria viva de las obras de Pindú, que tenía la creación como parte misma de su existencia y que lo demostraba en cualquier campo en el que se le convocaba.

TALENTO Y PASIÓN

Jenaro Espínola Tami nació en Asunción, en 1946. Se crió en la capital del país y en esta misma ciudad dio a conocer su mejor expresión artística. Se hizo arquitecto por la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y desde 1966 incursionó en el mundo del arte.

Desde muy joven, empezó con la pintura y el dibujo, haciéndose alumno del escultor Hermann Guggiari, considerado el mejor por muchos críticos en la escultura paraguaya.

Estudiosos de sus obras sostienen que Pindú fue, antes que nada, un gran dibujante, pero que se destacó igualmente en artes plásticas, escultura y hasta ganó el segundo premio en un concurso de cuentos. Esto fue en 1973 y el evento fue organizado por el entonces diario "La Tribuna". Él siempre sobresalió en cada área en la que incursionó, sin dejar de lado ninguna de sus pasiones. Escribió, pintó, grabó y diseñó a un nivel superlativo.

Sus obras de grabado y pintura se pueden ver en museos privados de nuestro país, en su mayoría, forman parte de colecciones privadas. En su participación en bienales, consiguió algunos reconocimientos, como el "Premio Invitado de Honor" en la II Bienal de Maldonado, Uruguay, en 1977, y dos años más tarde, el "Gran Premio" en la III Bienal de esa misma ciudad.

Pindú era alguien que amaba el arte y expresaba ese sentimiento a través de sus obras. Actualmente, en la sala Carlos Colombino del Museo del Barro, Grabadores del Cabichuí 2.716 e/ Cañada y Emeterio Miranda, hay una exposición permanente de "Jenaro Pindú: Ensayos sobre el vacío, la arquitectura y la duración", con obras que pertenecen a la colección de Félix Toranzos, otro gran artista y conocedor de la obra de Pindú.

MAESTRO INSPIRADOR

En el campo de la arquitectura, su legado trasciende el tiempo, coinciden especialistas e historiadores, que creen que Pindú realizó más de 300 obras, entre ellas, varias viviendas y el conjunto de 15 casas declaradas patrimonio cultural recientemente.

Las leyendas en torno a su trabajo hablan de que Pindú ni siquiera tenía planos cuando diseñaba, sino que iba contemplando su obra y moldeándola de acuerdo a lo que su genio le dictaba. "Fue un maestro inspirador para cada estudiante", refieren los arquitectos y es que para su época, era un adelantado en cuanto a su forma de diseño.

Pindú utilizó códigos estéticos que eran toda una novedad para su tiempo. Fue así que se hizo de una fama importante y en los altos estratos sociales lo buscaban para el diseño de casas o edificios.

Un ejemplo es el edificio Nautilus, sobre Avda. 25 de Mayo y Curupayty, una construcción que se proyectó en los 90 y que se volvió una revolución arquitectónica para aquel entonces y que hoy es un ícono de la capital del país.

UN ADELANTADO

Para Osvaldo González Real, crítico de arte y escritor, la obra de Pindú es el futuro mismo de la humanidad. "Él plasmaba el arte con la ciencia ficción. Pero en muchas de sus obras se puede ver lo que nos espera como humanidad si seguimos como estamos", expone.

González Real, como periodista encargado de la sección cultural del diario La Tribuna allá por los años 70, escribió el prólogo de la primera exposición artística que hizo Pindú de sus dibujos.

La muestra fue un éxito, por la calidad del trabajo presentado. Desde entonces, comenzó su carrera para destacarse en todas las áreas. "Fue primero un gran dibujante y luego se hizo un gran y famoso arquitecto", recuerda el crítico.

Con la fama de arquitecto innovador, las familias -sobre todo las que tenían el poder adquisitivo- lo buscaban para que se haga cargo de los diseños de sus casas. En cada obra, Pindú introducía un elemento diferente. Una manera distinta de ver cómo crear un ambiente armónico de vivienda. A cada casa, le daba su propio estilo y están nombradas con los apellidos de las familias a las que pertenecieron.

"Su muerte dejó un gran vacío", asegura González Real. Pindú falleció en 1993, luego de una larga enfermedad. Estuvo en Brasil, hasta donde llegó para luchar contra lo que lo tenía aquejado. Finalmente, se confirmó su fallecimiento el 19 de noviembre de 1993. Se fue sin ver la terminación -sobre todo en la arquitectura- de varias de sus obras.

Para reivindicar la figura de Pindú como un gran artista del dibujo, desde 1999 se creó el "Premio Pindú", como una manera de estimular a jóvenes artistas a seguir apostando al dibujo, especialmente, al de la técnica a mano.

En el 2015, este certamen fue presentado en la primera Bienal Internacional de Arte de Asunción (BIA 2015) con el apoyo del Centro Cultural el Cabildo y de la Fundación Museo Pindú.

Pindú dejó un legado inmenso que hasta hoy resulta inspirador para estudiantes y amantes de la arquitectura y del arte.

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