El evento se desarrollaba como estaba previsto, cuando de pronto hacia el costado del tinglado una maestra corrió al percatarse de que una niña estaba en serios problemas, ya que la abuela de daba insistentes palmadas en la espalda, señal inequívoca de que estaba atragantada.
Con gran afluencia de invitados, alumnos, padres y familiares se desarrollaba con total normalidad la feria de ciencias en el polideportivo de colegio Sagrada Familia de la ciudad de San Lorenzo. Era toda una fiesta, con colorido y un clima que se aliaba para que todo sea una fiesta, pero la alegría y el bullicio de pronto se cortaron cuando una mujer mayor comenzó a golpear con desesperación la espalda de una pequeña de aproximadamente un año de edad.
Sus gestos nerviosos, su rostro desesperado y sus lágrimas denotaban que necesitaba ayuda, que no sabía que hacer. Su pequeña nieta se le estaba muriendo en sus brazos y ella no lograba que reaccionase.
Fue entonces cuando de entre el público apareció con prisa una mujer, que se dio cuenta de la situación. La niña se estaba ahogando con un caramelo que le había dado la abuela.
Era la profesora Luciana Barrios, quien con rapidez y eficiencia, arrancó la criatura de las manos de la abuela y con movimientos exactos procedió a salvarle la vida al colocarle boca abajo y presionar varias veces el pequeño abdomen hasta lograr que expulse la golosina que estaba atorada en la garganta infantil.
La efectiva maniobra de la heroína había logrado su propósito. La niña comenzó a respirar con normalidad y el susto había pasado.
Barrios devolvió la niña a la abuela, que no cabía en sí de tanta alegría y agradecimiento. En unos segundos todo había transcurrido. Pocas personas se dieron cuenta de lo ocurrido, sin embargo una cámara de circuito cerrado fue silencioso testigo de lo que había sucedido. No hubo aplausos ni premios, solo la satisfacción del deber cumplido de una maestra, que no solo salvó una vida, sino que dio cátedra de sabiduría y humildad.