Largas colas de vehículos, fila de personas caminando. Así se ve todos los años el camino hacia el Kurusu Cerro, una actividad de la religiosidad popular que cada año tiene más adeptos. Cientos de personas de diversos puntos del departamento de Misiones realizan esta peregrinación todos los años. Se trata de una actividad tradicional de Viernes Santo y que es conocida en todo el octavo departamento y más allá. Se trata de una aventura donde se mezcla la devoción, religiosidad popu­lar, el paisaje natural y la ecoaventura.

Cada Viernes Santo miles de personas llegan hasta el distrito de Santa María, inclusive desde antes de la medianoche, para subir el Cerro Santa María, ubicado a 9 km del casco urbano de la localidad Santa María de Fé, departamento de Misiones.

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En la cima del cerro, cientos de persona no solo descansa, sino además, elevan una oración en la capilla y admiran el paisaje. Foto: Archivo

Niños, jóvenes y adultos se aventuran todos los años a remontar al cerro, sin impor­tar que haga frío o calor. Algunos llevan piedras en las manos, otros suben descalzos. Hay cientos de tipos de promesas. Solo una gran lluvia puede impe­dir que la tradicional peregri­nación se suspenda, e incluso así, aquellas personas que tie­nen una promesa al Kurusu Cerro, igual, llegan hasta la capilla para rezar y prender una vela, para luego iniciar el descenso.

La tradición de escalar el cerro se remonta a la época de los jesuitas. Fue transmi­tida de generación en generación, llegando hasta nues­tros días y ya no solo a los pobladores de Santa María de Fe. Esta tradición traspasa las barreras locales. Hoy en día, llegan hasta la cima visitante de todo Misiones, incluso de otros departamen­tos, muchas veces por curiosi­dad y otras por devoción.

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Parte del trayecto recorrido durante la escalada. Foto: Archivo

Todo mariense que tiene parientes en el resto del país alguna vez realizó esta aventura. Escalar hasta la cima no es fácil, pero es gratificante. En el trayecto no solo se puede encontrar cientos de personas que ya están bajando, sino, además, obstáculos como piedras y lugares muy empinados. El contacto con la naturaleza es desde el principio hasta el fin de la aventura. La escalada se hace entre follajes y piedras, por un angosto sendero.

Los habitantes de la ciudad inician el peregrinaje de madrugada. Algunos inclu­sive salen del pueblo la noche del Jueves Santo, a fin de lle­gar a la cima las primeras horas del Viernes Santo. Tras elevar una oración, prender una vela y descansar, muchos se quedan a esperar el ama­necer, un espectáculo único ya que se puede observar desde la cima y los primeros rayos del sol se atraviesan entre las ramas. Mientras esto sucede, más gente se junta en la cumbre.

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Además de la venta de artesanía, también se puede encontrar puestos de comidas rápidas. Foto: archivo

Si bien llegar a la cúspide no es muy difícil, los que suben por primera vez o si se padece de alguna afección, podría resultar más complicado. Tanto los “primerizos” como los ya habituales peregrinos sufren por las tres partes más empi­nadas, que deben hacerse en medio de un camino rocoso. En la medida que se avanza, un imponente paisaje se va mos­trando, no solo lo que va que­dando abajo, sino, además, las grandes rocas, algunas talla­das, y lo que alguna vez fue­ron parte de las 12 estaciones que simulaban el calvario de Cristo para llegar al Gólgota.

En total son 2 kilómetros de recorrido para llegar hasta el Kurusu Cerro, en la cima, donde hay una pequeña capilla y una cruz donde la gente deposita sus promesas, flores, o simplemente se inclina a rezar. Cada año, aproximadamente 15.000 personas llegan hasta el lugar entre el jueves y Viernes Santo.

El Kurusu Cerro fue encontrado en las épocas de las reducciones por los indios, en donde se construyó una capilla en la cima del cerro. Desde entonces es visitado por miles de personas, principalmente en cada Viernes Santo.

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Desde la cima, se pude observar gran parte del territorio de Misiones. Foto: Archivo

Como este es ya un sitio tradicional de peregrinación y visita durante todo el año, pero especialmente en Semana Santa, muchos vendedores de artesanías nativas están apostados en todo el trayecto y hasta la cima de la formación rocosa.

También hay vendedores de comida, jugos, agua, así como pobladores de la zona se organizan para habilitar estacionamientos en la parte baja, teniendo en cuenta que la mayoría de los visitantes llegan hasta el sitio en vehículos.

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