Paraguay participará de la reunión de seguimiento de la III Conferencia Regional de Educación Superior en América Latina y el Caribe (CRES+5) a realizarse del 13 al 15 de marzo en la ciudad de Brasilia (Brasil), donde se dará seguimiento y análisis a los compromisos entablados en el marco del plan de acción 2018-2028 con miras a la próxima reunión global.
En esta ocasión viaja una delegación compuesta por el presidente del Consejo Nacional de Educación Superior (Cones), Federico Mora; el consejero del Consejo Nacional de Educación y Ciencias (Conec), Jorge García Riart; la presidenta de la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (Aneaes), Dina Matiauda, además de rectores de diversas universidades, incluyendo a Zully Vera, titular de la Universidad Nacional de Asunción (UNA).
“Este encuentro organizado por la Unesco es un espacio donde se reúne a todos los actores involucrados en la educación superior para justamente reflexionar y pensar en los desafíos de la educación superior en este caso en América Latina y el Caribe y contar con una visión clara de los principales pilares a trabajar”, indicó Jorge García Riart en comunicación con La Nación/Nación Media.
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El miembro del Conec destacó que uno de los debates centrales será la definición del modelo de educación superior para los próximos años, admitiendo de que este debe ser distinto pero mantener la calidad con relación al modelo tradicional, ya que a nivel regional y mundial se está viendo y convirtiendo en tendencia la mediación de la tecnología en el proceso educativo y en la gestión institucional en sí.
“Las reflexiones previas tienden a que nuestro sistema de educación superior sean más flexibles, estén más conectados con otras instituciones y con el mundo, todo lo que tiene que ver con la internacionalización y con modelos educativos que puedan llamarse combinados o híbridos, pero en definitiva la tecnología digital está abriendo nuevos caminos reformulando las propuestas académicas y la gestión institucional”, comentó García Riart.
Además, se analizan factores como la evolución de los modelos y montos de financiamiento de la educación superior en la región, la distribución actual de las fuentes de financiamiento y la gestión del sistema regional de enseñanza superior, las iniciativas de coordinación y colaboración en red ya existentes y otras medidas que pueden adoptarse para mejorar la coordinación.
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“Solo quiero ver mi casa”: víctimas no hallan respiro en la tragedia en Brasil
El motor de “Gulu”, la lancha de Ricardo Frediani, ruge surcando las aguas del río Guaiba, que inundó la ciudad brasileña de Porto Alegre. Corre hacia la devastada Eldorado do Sul. Volverán las lluvias y el tiempo apremia para salvar lo que aún sea posible. Mientras tanto, en el barrio Medianeira, en la misma localidad, Katiane Mello espera que alguna embarcación la lleve hasta la casa que fue su hogar.
Salió de allí hace una semana cuando las torrenciales lluvias que se abatieron sobre el estado de Rio Grande do Sul desbordaron el río y llegaron hasta el segundo piso en el que vivía junto a su esposo James Vargas y su hija Natalia, de 5 años. Las aguas amarronadas del Guaíba registran un incesante ir y venir de embarcaciones que trasladan comestibles para quienes se niegan a dejar sus hogares a pesar del peligro. Una lancha policial vigila la entrada del barrio sumergido.
“¡El agua está bajando muchísimo!”, exclama Ricardo, mientras le pide a su hijo Guilherme, estudiante de odontología de 26 años, que le ayude a estabilizar la lancha con un remo. La bajante causa una fuerte corriente porque las aguas buscan una salida por las calles anegadas.
Hacia la popa, se recorta la silueta moderna de Porto Alegre, una ciudad de 1,4 millones de habitantes enlutada por una tragedia que ya se cobró más de un centenar de vidas. Hacia la proa, la imagen es dramática: casas cubiertas, autos destruidos; comercios inundados; carteles con nombres de calles que se pueden tocar con la mano.
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Lo quiso el destino
Las cabezas de los tripulantes pasan a menos de un metro de los cables de energía eléctrica, desconectados. Algunas personas observan desde los tejados. Son quienes no quisieron salir “por miedo a saqueos”, explica a la AFP Frediani, un vendedor de lubricantes de 62 años que se toca el corazón cuando se le pregunta por qué se lanza hacia las aguas hediondas arriesgando su propia vida.
Ahora “Gulu” avanza lento, esquivando columnas de alumbrado inclinadas y techos de vehículos semicubiertos. La resistencia del agua obliga a forzar el motor. “Ayer no tenía esta fuerza” la corriente, dice Frediani. A unos 400 metros puede verse movimiento. ¿Serán vecinos o la policía? Los rescatistas afirman que hubo muchos saqueos y la zona se volvió peligrosa. La presencia de efectivos de seguridad fuertemente armados es ostensible.
Katiane está en ese grupo al final de la calle, con la esperanza de poder acercarse hasta su hogar. “Gulu” llega a destino y Katiane pregunta si es posible caminar por el agua. “Perdimos nuestra fuente de sustento, nuestra tienda. Y la casa...”. Su voz se corta. El agua la arrastraría. Frediani y su hijo le ofrecen subir para ir a su casa o a lo que haya quedado de ella. “No sabemos cómo está... ¡Miren la altura del agua!”, exclama la mujer.
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Solidaridad en la tragedia
Katiane no puede contener las lágrimas. El paisaje es de destrucción total. Era su barrio, su vida y la de su familia. A pocos metros, se yergue la vivienda. “Ahí está ¿Me habrán robado?”. Frediani y su hijo observan la escena en silencio. Katiane contiene el aliento. Alguien la sostiene hasta que ocurre lo que para esta mujer es un milagro...
“¡Está todo intacto!”. James consiguió llegar antes. La falta de señal de celular le impidió contarle las buenas nuevas. Ella se lanza hacia el agua, sube por la escalera y en el camino junta mecánicamente ropa tirada, húmeda, irrecuperable. Las pertenencias de la familia, los juguetes de su hija: todo está allí. Creyó haber perdido lo que con tanto sacrificio construyeron. Se funde en un abrazo con su marido.
En las paredes hay fotos de la pequeña Natalia, de ellos cuando eran jóvenes, de sus padres, hoy viejos y enfermos. Un cartel de madera reza “Amor eterno. Familia”. Frediani y su hijo Guilherme sonríen desde el agua, abrazados a “Gulu”.
Fuente: AFP.
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Teorías conspirativas proliferan en medio del desastre en Brasil
La catástrofe climática que golpea el sur de Brasil incrementó la difusión de teorías conspirativas, como en videos de antenas y rastros de aviones viralizados en redes sociales. “Lo que sucede en Rio Grande do Sul definitivamente no es natural. ¡Abramos los ojos!”, dice una usuaria de X.
Según ella, las inundaciones que mataron a al menos 126 personas y afectaron a casi dos millones son consecuencia de un ataque del “HAARP”, un proyecto que estudia las capas de la ionosfera mediante antenas ubicadas en Alaska, Estados Unidos. Otros usuarios de redes publican imágenes de aviones cruzando el cielo de Rio Grande do Sul (sur), cuyos rastros consideran como la verdadera razón de las lluvias devastadoras.
Los contenidos convergen en una teoría conspirativa que niega el cambio climático y, al mismo tiempo, culpa a gobiernos e instituciones científicas de supuestamente orquestar “tragedias planificadas”. Las publicaciones, que suman cientos de miles de interacciones en las redes sociales, ignoran el consenso científico sobre las causas de la catástrofe y su fuerte conexión con el calentamiento global.
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Causas definidas
Carlos Nobre, coordinador del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología para el Cambio Climático (INCT), enumera causas científicas específicas: un sistema de baja presión que, al ser bloqueado por otro, de alta presión, en el centro-oeste y sudeste del país, provocó que frentes fríos se mantuvieran en la región y provocaran lluvias históricas alimentadas por un flujo de vapor de agua proveniente del Amazonas.
El calentamiento agravó la situación: “La atmósfera más cálida almacena mucho más vapor de agua, lo que alimenta episodios de lluvia más frecuentes e intensos que generan desastres como este”, señala. El gobierno coincide: el presidente Luiz Inácio Lula da Silva declaró que la tragedia es una “alerta” del planeta. Su postura contradice la de su predecesor, el ultraderechista Jair Bolsonaro, cuyo gobierno relegó las cuestiones climáticas. Una encuesta del instituto Quaest mostró que un 99 % entre 2.045 encuestados cree que el cambio climático se relaciona al menos un poco con los eventos en Rio Grande do Sul.
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“Sin sentido físico”
Pese a ello, las narrativas conspirativas que anteriormente no encontraron resonancia en el entorno digital brasileño tomaron fuerza. Los usuarios repiten conspiraciones compartidas -y desacreditadas– durante años en Estados Unidos, como la teoría de los “chemtrails” y descontextualizaciones sobre el proyecto “HAARP”. Esas corrientes argumentan que el gobierno utiliza aviones para esparcir sustancias químicas a la atmósfera que, a su vez, serían activadas por poderosas antenas en Alaska, alterando el clima y provocando desastres naturales.
Las afirmaciones sobre los “chemtrails” (en inglés, ‘estelas químicas’) de los aviones ignoran procesos ya explicados: los motores de las aeronaves dejan rastros de condensación del vapor de agua presente en la atmósfera, además de liberar partículas como hollín y contaminantes. Las antenas en Alaska son parte del Programa de Investigación de Auroras Activas de Alta Frecuencia (HAARP) de la Universidad de Alaska Fairbanks, que estudia la ionosfera mediante la transmisión de frecuencias y, según la institución, sin capacidad de controlar o manipular el clima.
Como innumerables meteorólogos y climatólogos contactados por la AFP a lo largo de años, Nobre dice que la teoría sobre HAARP “carece absolutamente de sentido físico”. “No hay manera de que un instrumento en la ionosfera pueda hacer que los eventos meteorológicos sean más extremos”, del mismo modo que esto “no podría cambiar el clima en Alaska”.
Explicar lo que asusta
Raquel Recuero, coordinadora del Laboratorio de Investigación de Medios, Discurso y Análisis de Redes Sociales de la Universidad Federal de Pelotas, en Rio Grande do Sul, explica que el contenido conspirativo es importado y traducido por grupos organizados, “probablemente en busca de una audiencia, monetización e influencia”.
Esas teorías proliferan al ofrecer explicaciones para un fenómeno que asusta y preocupa, señala. Las ideas logran arraigarse, “porque mezclan su discurso con otros elementos que ya importan a la gente”, como el “discurso político y religioso”. Pese a que las teorías refuerzan creencias conservadoras y extremistas, Recuero afirma que no es posible relacionarlas con un movimiento político singular.
Según ella, está en juego la confianza en los pilares democráticos, socavada por ataques a las instituciones, autoridades gubernamentales, científicas y a la prensa, tachadas de opuestas a la verdad. Por tanto, el principal reto sería “sensibilizar a la población sobre lo que está pasando, y una educación mediática para que pueda entender qué es verdad y qué es falso”.
Fuente: AFP.
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El sector agrícola brasileño pagará el precio de las inundaciones
Campos y máquinas bajo el agua, carreteras cortadas, áreas ganaderas completamente anegadas y depósitos inaccesibles... Las lluvias que azotaron el sur de Brasil costarán caro al sector agrícola, motor de la economía local y nacional, ya afectado por el clima extremo. Brasil es un gigante agrícola global, particularmente por sus cultivos de soja, de la que es el primer productor y exportador mundial.
El estado de Rio Grande do Sul, afectado desde la semana pasada por inundaciones históricas, es una de las principales regiones brasileñas productoras de esta oleaginosa, también esencial para la ganadería. Este estado sureño contaba con tener una cosecha récord de más de 22 millones de toneladas de soja este año, pero el mal tiempo podría afectar hasta cinco millones de toneladas, dijo a la AFP Luiz Fernando Gutiérrez, analista de la consultora Safras & Mercado.
Antes de las lluvias, “restaban por cosechar una cuarta parte de los campos de soja”, de ellos, “una parte se pudrirá y se perderá, y la otra tendrá rendimientos inferiores a los esperados”, advirtió. Además, estimó, “las áreas de almacenamiento probablemente también se vieron afectadas”. Aunque Brasil mantenga su rango mundial como productor de soja esta temporada, las inundaciones reducirán sus resultados.
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Ya hay previsiones de una merma con respecto a 2023 debido a episodios anteriores de fuertes lluvias en el sur, así como una grave sequía en el centro-oeste. El arroz, un cereal esencial en la dieta diaria de los brasileños, también es motivo de preocupación. Rio Grande do Sul es, con diferencia, la principal región productora del país, con 6,9 millones de toneladas el año pasado.
Antes del desastre, restaban por cosechar alrededor del 15 % de los cultivos, según el Instituto Regional de Asistencia Técnica y Extensión Rural (Emater). Para hacer frente a cualquier déficit, pero también para combatir la especulación sobre los precios, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ya ha anunciado que importará arroz.
“Una sequía y tres inundaciones”
Desde su casa, situada en lo alto de una colina de Nova Santa Rita, ubicado en la región metropolitana de la capital estatal Porto Alegre, Nilvo Bosa observa impotente la magnitud de las inundaciones. “No tenemos forma de acceder a nuestros campos, que están bajo cuatro o cinco metros de agua”, lamenta este presidente de una cooperativa local de pequeños agricultores.
“En el transcurso de un año, hemos sufrido una sequía y tres inundaciones, incluida esta, que alcanzaron niveles jamás vistos”, describe. Rio Grande do Sul también experimenta importantes trastornos en su red de plantas procesadoras de carne. De las diez plantas afectadas, la mayoría reanudó parcial o totalmente sus actividades, pero dos permanecen paralizadas, según la Asociación Brasileña de Proteína Animal.
La región produce 11 % del total a nivel nacional de carne de pollo, y cerca del 20 % de la carne de cerdo, productos de los cuales Brasil es el primer y cuarto exportador del mundo, respectivamente. “Para restaurar el sector (agrícola) necesitamos un fondo de garantía apoyado por el gobierno”, subrayó Gedeao Pereira, presidente de la Federación Regional de Agricultura.
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Según los expertos, estas lluvias torrenciales, como otros eventos climáticos extremos ocurridos en los últimos tiempos en Brasil, están vinculadas al calentamiento global, al que se suma desde el año pasado el impacto del fenómeno meteorológico El Niño.
Para el ingeniero agrónomo Eduardo Assad, que estudia los efectos del cambio climático en la agricultura, Brasil “comenzará a sufrir fuertes pérdidas de cosechas” y su producción podría verse “amenazada” si el sector no toma las medidas necesarias de protección del suelo y la biodiversidad. Según el informe publicado el año pasado por MapBiomas, un consorcio de ONG y universidades brasileñas, las actividades agrícolas fueron la principal causa de deforestación en Brasil en 2022, con un 95,7 %.
El gobierno del presidente Lula puede presumir de haber reducido drásticamente el año pasado la deforestación en la Amazonía, la mayor selva tropical del planeta considerada vital contra el cambio climático al absorber las emisiones de carbono. Pero, además de eso, se debe hacer más sostenible el modelo agrícola y desarrollar técnicas de adaptación al calentamiento global.
“Hemos invertido mucho en sistemas de integración cultivo-ganadería-bosque, recuperación de pastos degradados, uso de bioinsumos, siembra directa”, explica Paula Packer, gerente de la agencia pública de investigación agronómica (Embrapa). “Pero el sector es muy conservador y aún queda mucho por hacer”, admite.
Fuente: AFP.
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Volvieron las lluvias en medio del desastre en el sur de Brasil
Las lluvias volvieron a golpear ayer viernes Porto Alegre, capital de Rio Grande do Sul, mientras los pronósticos de más precipitaciones prolongan la situación ya crítica y sube el número de desalojados. Las torrenciales lluvias que cayeron desde fines de abril provocaron crecidas de ríos en el estado del sur brasileño y afectaron a casi dos millones de personas, con un saldo de 126 fallecidos y 756 heridos, informó Defensa Civil.
Con 141 personas aún desaparecidas, las autoridades temen que el total de víctimas siga aumentando, mientras la región se prepara para precipitaciones “intensas” el fin de semana. El número de personas obligadas a abandonar sus hogares por la catástrofe -que expertos y el gobierno brasileño vinculan al cambio climático y al fenómeno El Niño -, casi se duplicó en las últimas 24 horas.
Según el último balance de Defensa Civil, 411.000 personas salieron de sus hogares, de las cuales más de 71.000 están en centros de abrigo. En algunos de ellos, las autoridades tratan de instaurar el orden tras denuncias de robos y violencia.
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Las autoridades temen lo que pueda ocurrir en los próximos días, luego de que las lluvias volvieron la mañana del viernes a la capital Porto Alegre y a otras áreas ya afectadas del estado, como el norte y los valles. Para el fin de semana, la región espera precipitaciones “fuertes y persistentes”, que se extenderán incluso al inicio de la semana próxima, según el Instituto Nacional de Meteorología.
La meteoróloga Cátia Valente advirtió sobre el riesgo de nuevos deslizamientos en el litoral norte y la sierra ‘gaúcha’: “Esa es nuestra mayor preocupación en este momento”. Varios ríos, como el Uruguay, Jacuí y Guaíba, además de la Laguna de los Patos, estaban desbordados, informó el gobierno del estado.
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Mientras, con colaboración de miles de efectivos federales y de otros estados, las autoridades se apresuraban a distribuir toneladas de donaciones, con víveres, colchones y otros, provenientes de todo el país. El agua potable envasada seguía siendo un bien muy escaso en Porto Alegre, donde refugios, hospitales, edificios y hoteles son abastecidos con camiones cisterna en constante circulación, constató la AFP.
Los daños de las aguas se estiman gigantescos. El gobernador de Rio Grande do Sul, Eduardo Leite, estimó que en algunas ciudades devastadas “será necesario trasladar áreas enteras” a zonas que deberán ser urbanizadas, lo que tendrá un costo “multimillonario”. La víspera, había calculado el monto de la recuperación y construcción en 19.000 millones de reales (3.700 millones de dólares).
Cultivos bajo agua
Más allá de la tragedia humana, la violencia de las aguas dañó o destruyó más de 85.000 viviendas y sus efectos devastadores son visibles para la economía de Rio Grande do Sul, un estado agrícola y ganadero con el quinto PIB entre los estados brasileños.
En las regiones arroceras que rodean Porto Alegre, periodistas de la AFP constataron que el nivel de las aguas mantiene los cultivos inaccesibles. Si bien en algunas plantaciones de arroz -que requiere de anegamiento- comienzan a verse las pequeñas plantas, otras están completamente bajo agua.
El arroz es una de las principales producciones de Rio Grande do Sul y un alimento tradicional para los brasileños. Los cultivos de “arroz hasta con dos metros de agua se perdieron”, afirmó a la AFP Daniel Dalbosco, que tiene 300 hectáreas de campo en Eldorado do Sul.
“La naturaleza contraataca”
El desastre en Rio Grande do Sul es producto del “golpe doble” del cambio climático y el fenómeno meteorológico El Niño, afirmó Clare Nullis, potavoz de la agencia de la ONU sobre meteorología OMM. “Incluso cuando El Niño se desvanezca, los efectos de largo plazo del cambio climático están con nosotros. Cada incremento de una fracción de un grado de temperatura significa que nuestro clima se hará más extremo”, dijo Nullis a la prensa en Ginebra.
“Cuando estamos en guerra con la naturaleza (...) La naturaleza contraataca y desafortunadamente golpeó a Brasil”, dijo Nullis, y pronosticó que inundaciones extremas, sequías y olas de calor intensas continuarán. La cantante Anitta responsabilizó a los legisladores brasileños de formar “un movimiento” en el Congreso “para acabar con políticas de protección de la naturaleza”, con leyes como la flexibilización del uso de fertilizantes, dijo en redes.
Fuente: AFP.