Cuando llega la hora de caminar se buscan los zapatos más cómodos. Para los más pudientes serán los calzados deportivos, mientras que para aquellas personas son menos recursos es la zapatilla, aunque bastante endeble, ayuda a que el caliente pavimento no saque ampollas en la planta de los pies.

Los peregrinos se preparan con cierta antelación. Algunos tienen listo sus equipos de termo de tereré, otros solo llevan agua. Un sombrero, kepis, alguna ropa de mangas largas quizás formen parte del atuendo que se se usará ese día. No es necesario que sea elegante, es preciso que sea cómodo.

Foto: Nadia Monges.

Todos los años un importante número de fieles católicos se vuelcan a la capital de la fe, Caacupé. Desde finales de noviembre los promeseros se organizan para cumplir con su cita con la Virgen de los Milagros, la que en algún momento les concedió una gracia o un milagro, escuchando así la súplica de los devotos.

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Los que han peregrinado saben que este acto de fe no es meramente una caminata. Aunque se trata de tan solo unos kilómetros desde Ypacarai hasta la basílica, ese andar no siempre es fácil, ya sea por las condiciones climáticas o por el peso mismo de la promesa. La mayoría de los peregrinos van acompañados de familiares, amigos, o compañeros de trabajo. Algunos se aventuran a llevar niños, aunque no está recomendado, así como tampoco está recomendado que vayan los adultos mayores, aunque estos son los más fieles a la hora de cumplir sus promesas.

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Foto: Nadia Monges.

Subir el cerro de Caacupé es una de las travesías más difíciles, más en días tan calurosos como estos. Es por eso que se recomienda que el peregrinar se haga de noche o madrugada, pues de día puede pagar una promesa, puede terminar en tragedia. Luego del cerro, los que han caminado desde Ypacarai lamentan que el eucaliptal ya no esté. La larga fila de árboles solía ser un alivio para los peregrinos que podían descansar bajo su sombra para seguir el camino.

Aunque parece que el altar está cada vez más cerca, realmente queda al menos una hora de caminata, el cuerpo empieza a sentir el cansancio, y el andar se vuelve más lento. Al llegar a la zona de las chiperías, muchos recargan fuerzas comiendo algo. En este trayecto el andar se vuelve más lento, pues los pies van pesando un poco más.

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Foto: Nadia Monges.

Cuando al fin se llega hasta Descanso del Peregrino, el último kilómetro para llegar hasta la Virgen, aunque parece acelerarse los pasos no se puede andar mucho debido a la cantidad de peregrinos que se aglutinan en esta parte de la ciudad. Llegar a la Plaza Tte. Fariña es un alivio para los peregrinos, pues saben que efectivamente estamos la meta está solo a unos pasos.

Al cumplir la promesa de llegar hasta el altar, muchos van hacia los lugares donde se puede bendecir los objetos de piedad, otros prenden velas, en tanto que los más devotos hacen fila para entrar al camerino de la Virgen y allí tener un encuentro íntimo con la Madre celestial.

Foto: Christian Meza.

Tras participar de la misa, descansar en algún rincón donde se encuentre lugar, comer algo, muchos se dirigen al Tupasy Ycua, para llevar un poco del agua milagrosa. Otros apuntan a distraerse yendo al otro lado, hacia donde está la romería y el mercado, para comer, beber y divertirse tras las horas de caminata.

Pero ir hacia un lado u otro ya no importa, pues el principal objetivo, el de pagar la promesa a la Virgen ya se hizo. Tras esto los promeseros pueden volver tranquilos, livianos a sus casas, pues han dejado el mayor peso a los pies de la Virgen y le han encargado sus pesares, sus penas, angustias y piden para que el año que inicia sea de prosperidad, abundancia, salud y que nuevamente se pueda llegar junto a ella para dar gracias por que ella siempre está allí, como una madre que no olvida de sus hijos.




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