El cáncer de mama generalmente tiene rostro de mujer y una semblanza guerrera, podría ser una abuela, una madre, una tía, una hija o bien una misma, por lo que una muestra de profundo amor propio es realizarse el autocontrol mamario diez días después del primer día de la menstruación.

Así lo hizo Lorena Giménez Espínola, quien antes de sus 30 años de edad se tocó, encontró lo que no esperaba, pero gracias a esto pudo detectar el cáncer temprano, pidió ayuda, tuvo un tratamiento adecuado y hoy vive para contarlo. “Tocarse puede hacer la diferencia entre vivir o estar bajo tierra”, dijo la sobreviviente a los medios de prensa.

Ella es oriunda de San Pedro, fue invitada por una vecina a participar de capacitaciones para convertirse en promotora de salud voluntaria en la Colonia Vy‘a Renda, en el distrito de Yrybucuá, departamento de San Pedro, y accedió. En la oportunidad, conoció la Asociación Tesãi Reka Paraguay.

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“Tocarse puede hacer la diferencia entre vivir o estar bajo tierra”, dijo la sobreviviente. Foto: Ilustrativa.

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Ella fue promotora de salud, capacitada por la licenciada Maura Giménez y volvía a capacitar a jóvenes en los colegios de su comunidad. En esos tiempos, también se autoexaminó diez días después del primer día de la menstruación y allí encontró que tenía una bolita en su pecho derecho. “Me toqué como me había enseñado la licenciada Maura Giménez y fui enseguida al puesto de salud. Allí me atendió el doctor Edgar Larrea y me dio la orden de mamografía”, recordó.

Como ni siquiera tenía los 30 años, el médico le advirtió que sería difícil conseguir ese estudio, ya que en el orden de prioridad están las mujeres mayores de 33 años, pero le insistió que debía hacerse rápido o podría ser demasiado tarde.

La valiente mujer, lejos de hundirse entre lágrimas y desesperación, tomó los recaudos correspondientes y sin importar lo que diga su familia o su comunidad por la falta de información, migró primeramente a Santa Rosa del Aguaray para consultar en mastología.

”Tenía en ese momento 130 kilos, no me había controlado nunca y en los exámenes, salió que era hipertensa, tenía diabetes, tenía colesterol y un problema del corazón. Me quedé un mes y 15 días, por suerte tenía un hermano en esa ciudad. Todos los días iba y venía al hospital y en un mes y 15 días me operaron, me hicieron una biopsia, me salió benigno”, relató.

A los 3 meses, en el control volvieron a aparecer más nódulos y con cada ecografía mamaria le volvían a aparecer los bultos. La cuarta vez que la operaron se infectó todo el pecho y debía ir diariamente al hospital. Volvía a cirugía cada vez hasta que la doctora de Santa Rosa ya le explicó que sacaron los nódulos más grandes, pero no tenían la maquinaria para extirpar los más pequeños.

Decidí por mi vida

Viajó a Asunción para buscar al Dr. Rodrigo Espinosa, que la había atendido inicialmente, ya que él tenía las máquinas para ver los nódulos pequeños. ”Eso me costó mucho porque mi marido no estaba de acuerdo, le decían que me hacía nomás, que no se me veía tan mal y no estaba de acuerdo con que viaje. Pensé mucho en mi hija. Decidí vivir, decidí por mi vida, porque quería vivir para estar con ella”, comentó. “Tomé mis ropas, las ropas de mi hija, una perrita que teníamos y nos vinimos”, recordó.

Encontró al profesional en cuestión en el barrio Calle’i de San Lorenzo y este le recomendó ir a Areguá al Instituto Nacional del Cáncer (Incan). Allí la atendió la Dra. Pilar García, consultó por primera vez con ella una mañana y por la tarde ya la estaba operando y con eso le confirmaron el cáncer.

“Me dieron la medicación. Hace 5 años que estoy en la lucha. Este año, el 22 de junio, me dieron el alta médica y solo debo realizarme los controles cada año. El cáncer de mama me colocó en una situación en donde tenía que decidir entre mi vida y mi familia. Decidí por mi vida. Algunos de mis familiares me dijeron “le dejaste a tu marido tan bueno, perdiste todo y no fue fácil, decidí por mi vida”, relató.

Lorena recordó esos tiempos difíciles, sin el apoyo del que entonces era su compañero de vida, pero supo salir adelante. Luego de divorciarse, siguió el tratamiento, rehizo su vida, volvió al colegio para terminar su secundaria para entonces volver a soñar con convertirse en maestra como siempre lo había deseado.

“Con toda mi experiencia, quiero decir a las mujeres que primero debemos decirnos me amo para después decir te amo. Porque todas estas complicaciones creo que tiene que ver con que antes yo no tenía los ojos abiertos y siempre las mujeres queremos poner primero a nuestro marido, a nuestro hijo, a nuestra casa. Si morimos, no nos sirve de nada lo que pusimos adelante que nosotras”, concluyó.

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