Existen necesidades básicas y fundamentales con las que la gran mayoría de los paraguayos privilegiadamente podemos acceder. Desde el simple hecho de abrir una canilla y refrescarnos tomando agua, también poder higienizarnos accediendo a un sanitario y darnos una ducha, o la práctica de lavar nuestros alimentos antes de consumirlos. Estos son privilegios que pasamos por alto y solo caemos en cuenta de su vital importancia cuando el sistema de distribución de agua se ve afectado y por cierto lapso de tiempo se ve interrumpido.

Esta no es la misma suerte con la que cuentan un número importante de compatriotas. En pleno siglo XXI, comunidades de familias compuestas por niños y ancianos, hasta hoy siguen sin poder acceder a un derecho básico y fundamental como lo es el consumo de agua potable. No estamos hablando de África ni territorios remotos donde existe la misma problemática, esta triste situación se experimenta solo a kilómetros de la ciudad de Asunción.

En el departamento de Caazapá, a 330 kilómetros de la capital del país, se encuentra la compañía San Gabriel perteneciente al distrito de Tavai. En ella, desde siempre, 38 familias experimentan a diario penurias y obstáculos para poder acceder al consumo de agua potable. Estas personas caminan alrededor de mil metros varias veces al día hasta llegar a un arroyo y poder de esta manera abastecerse del líquido vital para su supervivencia.

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Unos pocos sobre motos, otros utilizando caballos o simplemente cargando bidones en sus espaldas, estos compatriotas deben ingeniárselas todos los días para trasladar hasta sus hogares un poco de agua y así poder lavar sus ropas, utensilios e higienizarse.

“Nos duele la indiferencia de las autoridades ante nuestra situación. Duele ver que ancianos y niños tengan que caminar mil metros para poder llegar a un arroyo y así acceder a una fuente de agua. Ni siquiera sabemos cuan potable puede llegar a ser, pero no nos queda de otra, es nuestra única fuente y debemos sobrevivir”, fueron las palabras de Gabriel Britos poblador del lugar.

También comentó que la última visita que recibieron de las autoridades fue hace 3 años, posteriormente no recibieron aviso alguno ni respuestas a sus reclamos. Resignado explicó que se tuvieron que acostumbrar a este modo de vida, ya que desde que tiene memoria se manejaron de esta manera.

Los pobladores de San Gabriel necesitan poco más de 200 millones de guaraníes, precio que demandará un proyecto de instalación del servicio de agua potable con una duración de dos meses de trabajo, para poder dar un cambio total a sus vidas.

Esta es la situación en la que se encuentra una de las tantas comunidades de compatriotas distribuidas a lo largo y ancho del país. Sumidos en el olvido e indiferencia de las autoridades, esperan que sus necesidades sean atendidas y claman porque sus derechos sean cumplidos como el resto de los paraguayos.

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