“Tenía ganas de llorar, llorar con la naturaleza. Yo vi cómo la naturaleza sufrió con este fuego enorme”. Esas son las palabras de Juana Chiquejno. La mujer ayoreo vive a orillas del Río Paraguay en la comunidad Isla Alta de Puerto María Auxiliadora, departamento de Alto Paraguay.

La devastación del Chaco Paraguayo, hogar y territorio ancestral de varias comunidades indígenas, va más allá de lo que se pueda ver en una foto a la que se pueda reaccionar con un emoji, se pueda compartir o comentar. Hay un dolor profundo, verdadero, encarnado y largo en el corazón y en el cuerpo, que hiere la memoria de quienes alguna vez vivieron allí.

Para Juana y para su pueblo esa tierra cubierta de cenizas no corresponde a los relatos de los mayores. Esos que cuentan sobre “la rica fariña de raíz de palmas, palmitos, las mieles de distintas abejas y sus variados sabores, del agua sabor a tierra, del agua que mana de las piedras rojas”.

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Eso es lo que día a día, Iniciativa Amotocodie busca dar a conocer a través de Facebook. La organización trabaja en coordinación con otros actores para la protección de grupos Ayoreo aislados que viven en el norte del Chaco paraguayo, así como la protección de sus hábitat/ territorios y los derechos territoriales y de autodeterminación de todos los Ayoreo.

Vínculo roto

Los ayoreo están convencidos de que la naturaleza va a cambiar porque nunca se dio una migración de animales de esta magnitud. “No escuchamos nada, lo ancianos están sorprendidos. No hay mensajes. No hay señales”, según Diri Etacore, líder de la comunidad Ayoreo Ijnapui, del distrito de Filadelfia en Boquerón.

Chovoreca cruje y la primavera no llegará allí, aunque llueva. Hay preocupación porque el vínculo entre los ayoreo y la naturaleza parece roto. “Eami (personificación del monte) castiga porque los ganaderos quemaron todos los árboles que los Ayoreo necesitamos. Pienso que los ganaderos pueden aprender de todo esto. (…) Hay que pensar en el futuro de los Ayoreo, de los blancos, de cualquier persona, porque puede ser peor”, dice Mateo Sobode Chiquejno en un largo relato compartido en redes. Él escuchó como las ramas de los árboles se tocaban y chillaban juntas. “Es el llanto del monte. Está asustado por todo el fuego. Es como cuando muere una persona y sus parientes le lloran, gritan su dolor. Así está Eami.”.

Aquino Picanerai, líder de Campo Loro, portavoz de lo que ancianos y ancianas observaron en Chovoreca, piensa en la esperanza en medio de todo el negro que dejó el fuego, porque hay una mitad viva.

El pueblo que vivió en ese monte, no comparte la idea de reforestar la zona, ni cree que será una recuperación rápida como escucha hablar a los “coñones” (como llaman a los blancos).

“Nosotros vamos a plantear algunas cosas, aunque el Estado Paraguayo no considera lo que nosotros decimos. Entre nosotros hay sabios y científicos, como estos ancianos que saben qué se debe hacer. Pero nos tienen que escuchar. Son los científicos Ayoreo los que deben decidir qué hacer de ahora hacia adelante”.

CIENTÍFICAS Y CIENTÍFICOS AYOREO Aquino Picanerai, líder de Campo Loro, habla sobre lo que ancianos y ancianas...

Posted by Iniciativa Amotocodie on Tuesday, September 24, 2019

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