Por Andrés Barrios y Carlos Juri, enviados especiales.

Las aguas en el barrio San Antonio de la ciudad de Pilar, departamento de Ñeembucú, llegaron a los 1,70 metros en la mayoría de las casas. Los pobladores perdieron todo, muebles, electrodomésticos y ropa. Allí, Doña María Espinoza se refugió en la vivienda de su yerno y quedó solo con la ropa puesta, una zapatilla y sus mascotas. Ella no sabe cuándo volverá a su domicilio y deja su regreso a criterio de la madre naturaleza.

Ella sufre de diabetes y sigue su tratamiento en Corrientes, Argentina. No tuvo otra opción y se fue a vivir con su yerno y su hija. Las aguas se llevaron todo en cuestión de segundos, doña María perdió todo ante esta situación. Una vez más los pilarenses son castigados por los fenómenos naturales. La crecida no distingue de clase social, no persona nada.

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Pilar amaneció prácticamente bajo agua este sábado, pero la situación crítica se vive desde hace un par de días. El día inició nublado con un viento fresco, pero los lugareños no descansan desde el viernes. Los trabajos de mudanza no cesan, hay que salvar lo poco que queda en la mayoría de los casos.

Instituciones educativas se convirtieron en albergues. Foto: Carlos Juri

Transcurrían las primeras horas de la mañana del sábado y doña María Espinoza miraba como sus nuevos vecinos se movilizaban por las calles llenas de agua. Estaba entre el portón y la vereda de la casa de su yerno, en el poco espacio que sobra a consecuencia de la crecida. Ella considera que esta es la peor inundación después de 1983, año en que colapsó la ciudad por el desborde del río Paraguay, arroyos, lagunas y esteros.

“Me quedé sin nada, sin muebles, sin ropa, sin casa. Perdí todo y por lo menos espero que las autoridades me regalen ropa. Es difícil la situación, nadie quiere pasar por lo que nosotros pasamos. Yo estoy enferma, tengo diabetes y ahora ni pienso qué puedo hacer porque perdí lo poco que tenía, estoy en la calle porque esta es la casa de mi yerno. Solo la naturaleza sabe cuándo volveremos a nuestras casas”, cuenta la señora.

Ella sigue su tratamiento en Corrientes, Argentina, ante la falta de insumos y profesionales médicos, según cuenta. A pesar de la situación, no pierde la esperanza de ver a su ciudad sin este tipo de problemas y alguna vez se tenga una buena inversión del Estado para una solución definitiva. Hasta el momento más de 2.500 familias son las afectadas por la crecida. Los pobladores solo piden el cese de las lluvias, que bajen las aguas y puedan volver a sus casas.

Solidaridad entre damnificados

La solidaridad entre los afectados por las inundaciones está presente y a pesar de la situación que atraviesan, no hay manera para negarle una ayuda al prójimo. Luis Villalba es otro de los tantos damnificados del barrio 8 de Diciembre de Pilar. Él perdió casi todo, salvó algunas pertenencias y no quiere abandonar su casa pese a estar bajo agua porque hay temor ante la inseguridad.

Algunos malvivientes aprovechan y roban lo poco que les sobra a los damnificados. “Fueron tres días de intensa lluvia y las motobombas no funcionaban, por eso nos sobrepasaron las aguas. Las autoridades dicen que andan pero la realidad es diferente, no es fácil lo que estamos pasando”, cuenta Villalba.

Él estaba en su casa con su hijo de 11 años este viernes, día en que empeoró la situación, y no pudo salvar sus cosas. Su lavarropa, cocina, ropero y heladera quedaron bajo agua. Algunas ropas se salvaron y por el momento que atraviesan, tienen mayor valor que sus electrodomésticos.

Sin asistencia de las autoridades

Los pobladores del barrio Ytororo se ingeniaron para sobrellevar el momento crítico que deben soportar por la inundación. Varias familias se refugiaron en la escuela Defensores del Chaco, donde sobreviven con lo poco que tienen. Algunos vecinos les donan víveres y cada familia ocupa una sala de clases de la institución educativa.

Inundación y crecida, dos palabras conocidas y nunca olvidadas por los lugareños. Muchos nacieron, crecieron y dejaron de existir sabiendo de memoria el significado y el alcance de estas dos palabras, que parece no significar nada para algunos, pero para otros es sinónimo de quedar sin nada. Los pilarenses solo esperan que el agua baje y puedan volver a sus casas para que se normalice la situación y puedan llevar una vida normal, pero hasta el momento parece ser una utopía porque las aguas se apoderaron de las calles de la ciudad conocida como “La perla del sur”.

Convivir con el agua

Más de 2500 familias resultaron afectadas luego del intenso temporal que se registró ayer en horas de la madrugada. Aún existen familias que se resisten a dejar sus casas. En este momento decenas de personas ya se encuentran en decenas de albergues en distintos puntos de la ciudad.

Casi la totalidad de la población de Pilar fue afectada por las intensas lluvias en la ciudad por lo que la localidad fue declarada en alerta. El nivel del río Paraguay se encuentra en 8,21 metros de altura y, en las últimas 24 horas aumentó 15 centímetros, de acuerdo a la Dirección de Meteorología.

Personal de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) continúa evacuando a familias que fueron afectadas por las inundaciones súbitas y que fueron trasladadas hasta albergues. Además realizan el traslado de chapas, víveres, colchones en camiones y camionetas.

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