Por Andrés Barrios

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En el asentamiento Tierra Prometida de la ciudad de Benjamín Aceval, departamento de Presidente Hayes, actualmente viven cerca de 134 familias. Cada vez que llueve la zona se inunda por la falta de canalización y caminos en buen estado. Entre ollas populares y todo tipo de alimañas, los pobladores van sorteando dificultades en cada situación crítica.

En una precaria vivienda vive un señor de 69 años, postrado en cama por diferentes enfermedades. La falta de una silla de ruedas y la situación de vulnerabilidad en que se encuentra con su esposa, hace que el día a día sea más difícil de lo que uno puede imaginarse.

Hace como seis años, la entonces Secretaría de Acción Social (SAS), actualmente Ministerio de Desarrollo Social (MDS), entregó los terrenos a las personas de escasos recursos de Benjamín Aceval. Casi la totalidad de los habitantes del sitio son de escasos recursos y no pueden solventar los gastos de construcción de una casa y esperan la ayuda del Ministerio de Urbanismo, Vivienda y Hábitat.

Otro reclamo de los pobladores es la canalización para evitar las inundaciones los días de lluvias. El río Verde bordea el asentamiento y causa estragos cada vez que se dan precipitaciones. La Municipalidad de Benjamín Aceval empezó algunas obras, pero no se encuentran terminadas, lo que empeora aún más la situación. Para los damnificados, cada día de lluvia es una prueba de fortaleza en la que demuestran que pueden seguir adelante, a pesar de las precarias condiciones en que se encuentran.

Don Gumersindo Garay es un señor de 69 años, jubilado del Instituto de Previsión Social (IPS). Su jubilación es 700 de mil guaraníes al mes y actualmente se encuentra en cama luego de someterse a una cirugía hace unos días. Está con algunas complicaciones luego de su operación porque también es diabético. Hace un par de meses el intendente de la localidad, Óscar Duarte (Patria Querida), le prometió una silla de ruedas, pero hasta el momento sigue siendo solo una promesa.

Su esposa, Andresa Gómez, recibió a un equipo periodístico del diario La Nación en una precaria pero acogedora casa que cuenta con dos habitaciones no terminadas y un corredor. Allí se encontraba sentada, tomando un cocido negro con tortilla cerca de las 10:00 de la mañana. No tenía tiempo antes para desayunar porque la prioridad para ella es la salud de su marido, luego hacer “malabares”, para preparar el almuerzo. Ella es beneficiaria del programa Tekoporã, pero cobra cada tres meses y lo poco que percibe, 500 mil guaraníes, más 700 mil de la jubilación de su esposo, debe hacer hasta lo imposible para administrar el dinero.

“Mi marido necesita silla de ruedas, tiene una fea, ya no sirve para nada. Su salud está complicada, una vez le chocó una moto, se operó y también tiene diabetes. Hace unos días se volvió operar y está en cama. Ahora no trabajamos más por nuestra edad, antes vendíamos menudencias. Dependemos de su jubilación y mi sueldo de Tekoporã, pero a mí me pagan por un mes cada tres meses. La alimentación de mi marido es cara porque es diabético y no nos alcanza. Tengo que hacer malabares para poder comer, nadie nos ayuda. Cuando llueve nos entra todo el agua y es un desastre”, relata Andresa Gómez durante la entrevista.

La señora corta el diálogo por unos momentos para ir a revisar el agua que dejó hirviendo con un poco de fideo, casi todo listo para el almuerzo de la familia. Retoma la charla y cuenta que hace unos días se fueron los funcionarios de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) hasta el asentamiento para la entrega de chapas, colchones y víveres, pero a ellos no les “alcanzó”. “A nosotros no nos dieron nada y somos pobres también”, agrega la señora.

Otro problema que deben atravesar los pobladores del asentamiento Tierra Prometida de Benjamín Aceval es la inseguridad. Hace unos días robaron la garrafa de la señora y tampoco cuenta con los recursos necesarios para adquirir otra. No queda de otra, la única opción es usar leña, esto en caso de conseguir porque las aguas una vez más castigaron a los lugareños. A simple vista se nota el nivel que alcanzó con las últimas precipitaciones, dejando barro y todo tipo de alimañas.

Su marido es insulinodependiente y a pesar de ser un jubilado del Instituto de Previsión Social, la mayoría de las veces que acude a la previsional de la zona no consigue su medicamento. Los doctores alegan que el ente no cuenta con los insumos necesarios, reflejando una vez más las falencias y la precariedad del sistema de salud del país. Doña Andresa también sufre de algunas enfermedades y cada vez que necesita consultar debe acudir al centro de la salud de la zona a las 04:00 de la mañana para probar suerte y tratar de conseguir turno. La mayoría de las veces debe volver a la casa resignada porque no acuden los médicos o ya no hay turnos para consultas.

“Tiene que usar insulina y hace meses que no se le pone porque nos dicen en la previsional no hay y no tenemos plata para comprar. Yo también estoy enferma y si me voy al centro salud pierdo todo un día porque atienden por número y hay pocos doctores. Más que nada mi preocupación es por mi marido, él ya vive como criatura y no tenemos recursos”, comenta la señora.

Nada cambió desde la mudanza

Cynthia Martínez es otra pobladora del asentamiento y vive en el sitio hace seis años. Cuando llueve su situación también se complica por la inundación. Su precaria vivienda fue hecha de ladrillo, con techo de chapa y el piso es de arena. Al costado de la casa se observa un pequeño baño construido con bolsas arpilleras. La problemática atraviesan desde que se mudaron, desde aquel entonces todo sigue igual, nada cambió.

“Esta vez llovió mucho y desde que nos mudamos pasamos por lo mismo. Cada vez que llueve tenemos el mismo problema, hasta la rodilla nos alcanzó con las últimas precipitaciones. No tenemos opción, nos quedamos en nuestra casa con el agua, porque ni arena nos dan para cargar por lo menos. A mí me dieron víveres los de la Secretaría de Emergencia Nacional esta vez, pero solo eso”, cuenta Martínez, quien vive en su vivienda con sus tres hijos.

De acuerdo a los últimos reportes de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), a nivel país actualmente existen cerca de 9.000 damnificados por las últimas lluvias caídas. La mayor cantidad de familias afectadas se encuentran en el distrito de Paso Barreto, departamento de Concepción, con un total de 1.079. La zona alta del Chaco atraviesa por el este mismo problema.

Localidades de Benjamín Aceval, Cerrito y Remansito del departamento de Presidente Hayes también están afectadas como consecuencia de las precipitaciones. A estas ciudades se debe sumar a Limpio, Asunción y los distritos del departamento de San Pedro. La situación podría empeorar en caso que sigan las lluvias.

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