- Por Laura Morel
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Sábado, a las 7:30, y mientras nos esperaba, Diego ya corrió unos 10 kilómetros sobre la moderna cinta antigravedad en la que entrena. No había tiempo que perder. Apenas pasaron dos semanas de haber corrido la ultra maratón de San Pedro (Argentina), donde tras 14 horas se vio obligado a abandonar, y él ya se estaba preparando para otro desafío.
En Buenos Aires, la rodilla le jugó una mala pasada y no pudo cumplir con el sueño de completar 181 kilómetros en 24 horas para clasificar al Spartathlon, algo que sí consiguió su compañera Karina Molinas, consagrándose incluso campeona en la rama femenina. Ella necesitaba recorrer 171 km. Hizo 172,312km.
Ambos quedaron impresionados con su primer ultra, tanto que transpiraban no solo sudor, sino demasiada emoción, mientras a medida que sumaban kilómetros en la cinta, rememoraban las anécdotas y experiencias vividas en San Pedro. Fueron casi sesenta minutos de oírlos relatar, felices, cada detalle y contagiarse con el mix de sentimientos que destilaban.
"Fue mucho más de lo que esperaba. Me sorprendió el nivel de atletas que hay en esta disciplina, fuera del país. Aprendí mucho en cuanto a cómo llevar la competencia hora tras hora, pero lo que más me llamó la atención fue la camaradería entre todos los atletas. No había rivalidad", destaca Diego, quien tras un muy buen inicio, se vio obligado a abandonar la competencia.
"En el kilómetro 60 comencé a sentir molestias en las rodillas, que me obligaron a parar y a realizarme masajes. Lo mismo cuando llevaba 80 km. Ya en el kilómetro 100, pasadas las 13 horas, el dolor era muy fuerte, por lo que conversé con mi entrenador, que me hizo cambiar el plan de carrera para dar más descanso a las rodillas. No funcionó y en el kilómetro 104 tuve que dar fin a mi participación en San Pedro", recuerda, recalcando que caminar no le iba a alcanzar para completar en 10 horas los 77 km que le faltaban.
LÁGRIMAS DE DOLOR
"Fue muy fuerte, porque uno está preparado para los logros, la victoria, pero nunca para estos golpes duros de tener que abandonar una competencia importante en donde pusiste tanto empeño para llegar de la mejor manera. Fueron horas, días de doble turno de entrenamiento, gente y empresas detrás apoyando, pasan mil cosas por la cabeza… Cuando decidimos retirarnos, entré a la carpa y me largué a llorar", reconoce.
"Cuando Diego tuvo que abandonar, una fuerza mía se apagó. Le encontré parado frente a nuestro puesto de auxilio y me contó que estaba sintiendo las rodillas. Era la parte en que me tocaba caminar y fuimos juntos, agarrados de la mano. En el momento donde debíamos correr, él no podía seguir mi ritmo y me dijo que hiciera mi carrera. Ahí supe que su dolor era fuerte, que no seguiría. En la siguiente vuelta pregunté por él y me dijeron que abandonó. Se me cayeron algunas lágrimas, me vino a la mente todo nuestro sacrificio, pero después de ese bajón me dije que uno de los dos tenía que llevar un resultado a toda la gente que apostó en nosotros. Retomé fuerzas, pero con el corazón rasgado. En cada vuelta lo buscaba, quería saber cómo estaba, porque me imaginaba lo doloroso que había sido tener que parar", rememora a su vez Karina.
Ella no solo tuvo que sobreponerse al abandono de su compañero, sino a muchos otros inconvenientes. "Lo más difícil fue superar esa barrera del cansancio, que a cada segundo me repetía que pare, que habría otras oportunidades", confiesa quien "físicamente estaba destruida", pero sentía en el corazón "un latido que no me dejaba rendir".
"En ningún momento pensé en abandonar. Lo que sí tenía miedo era de no lograr el kilometraje necesario. Leí una frase que dice 'Besa la muerte o muere en el intento'. Creo que se aproxima a lo que siento en esas horas en donde el cansancio te quiere derrumbar. Prefiero morir en el intento que dejar que el cansancio me mate y me haga abandonar", asegura. Y eso fue lo que exactamente hizo.
Karina soñaba con correr la última hora de la prueba con la bandera paraguaya en la espalda. Repasó esa escena en su cabeza una y otra vez, confiada en que completaría el desafío. Sin embargo, "la realidad fue que faltando una hora y media, tenía que meter 8 km. Mi entrenador se acercó a decirme que solo lo lograría corriendo" y allí ya no hubo tiempo para pensar en la bandera.
De una estrategia inicial de correr 800 m y caminar 150 m en un circuito de 950 m, Karina comenzó a apurar el ritmo, mientras su entrenador le lanzaba palabras de aliento en cada vuelta y Piris la acompañaba frente a la pantalla informativa. Hoy, ya entre risas, recuerda Diego que cuando le quisieron pasar la bandera a una hora del final, él mismo pidió –por no decir ordenó– que no la interrumpieran. La conoce tanto que sabía que estaba nerviosa.
"No pude llevar la bandera faltando una hora porque cualquier cosa me iba a desconcentrar, así es que cuando llegué al kilómetro 171 (marca mínima para anotarse en la lista de sorteo del Spartathlon) faltaban 10 minutos, agarré la bandera e hice caminando la última vuelta. Ahí pude hacer realidad mi sueño de flamear la bandera paraguaya en suelo argentino", relata.
Karina llegó a la meta emocionada, llorando, consciente de que había alcanzado el objetivo en su primer intento, pero sin negar "que dentro del momento de gloria había una parte de tristeza" por no haber llegado con Diego. Sin embargo, ambos entendieron que "el tener que parar por una lesión o probable lesión tiene que estar dentro de nuestra experiencia como ultra. En este tipo de competencias no existe fracasos, sino más bien enseñanzas para la próxima", asegura Karina.
A SEGUIR INTENTANDO
Y eso es exactamente lo que puso en práctica Diego este fin de semana, compitiendo en el Desafío 12 horas de Powerade, en donde buscaba retomar el ritmo de competencia para "pulirme para los 100 km de Formosa, en julio, donde voy a buscar la marca para el Spartathlon". Karina no necesitaba correr, pero su pasión por el ultra es tan fuerte que se anotó para las 6 horas.
"No puede con su genio, es como una niña en una tienda de dulces", dicen sus amigos de ella por ese deseo incontenible de correr. "Ya tengo la marca mínima, lo que no significa que no siga intentando. Tengo mucho que mejorar, quiero seguir aprendiendo, madurando mi cuerpo para el Spartathlon", se defiende.
Ambos valoran el respaldo que tienen de sus amigos, equipos médicos y técnicos, pues según afirman, "en estas competencias extremas, el apoyo vale oro", por eso es que dedican cada logro, cada paso que dan a sus familiares, amigos, compañeros de OkaRunTeam y patrocinadores, que entre la noche y madrugada de este domingo estuvieron al borde de la pista, asistiendo y alentando a dos guerreros que buscan la perfección.