- POR ANGELO PALACIOS
- Twitter: @angelopalacios
- Economía por la UNA. Maestría en Banca por la UCNW de Gran Bretaña.
Los gobiernos y la población siempre se plantean cuál es la mejor forma de estructurar nuestras relaciones sociales y económicas. Hoy nos referiremos al punto medio entre derecha e izquierda, o DSI Doctrina Social de la Iglesia. Al margen de creencias, esta institución milenaria ha pasado por todos los tipos de sistemas políticos del mundo. Algunos dicen que fe debe separarse de la política; sin embargo, la fe tiene como objetivo, al igual que la política, el bienestar del hombre. Todo gobierno debe ser justo con los más necesitados económicamente, pero también justo con los empresarios que generan riqueza y empleos.
Pío XI en 1931 escribió: “Es tan grave la lucha de pareceres que debemos volver urgente al depósito de la verdad”. Casi 100 años después estamos en una situación económica casi similar. Estamos viendo que ni el libre mercado ni el Estado están pudiendo mitigar el efecto económico, inflacionario y social. La izquierda mira a China Popular como un modelo a seguir, pero lamentablemente sus métodos son la coerción y la violación de libertades. Muchos de derecha miraban a EEUU como ejemplo, pero a la hora de la verdad, cuando las ganancias caen, los empresarios piden auxilio al gobierno. La DSI contempla como algo positivo a gobiernos que actúen de árbitros para mitigar con leyes justas la “realidad humana del egoísmo, el afán desmedido de ganancias y del afán desmedido de justicia social sin trabajar”.
En el documento “Divini redemptoris”, de 1937, Pío XI ha tenido la valentía de criticar al comunismo, al cual lo definió como “intrínsecamente malo” por atentar contra lo más sagrado de la naturaleza humana: la libertad. La paz es fruto de la justicia. El mandamiento “no robarás” aplica a todos y sabemos que la corrupción existe tanto en la izquierda y como en la derecha, sencillamente porque los administradores son seres humanos con tentaciones y avaricias. En estos momentos, el libre mercado tampoco está pudiendo atender estas necesidades extremas y por ello países occidentales han implementado apoyos estatales de auxilio económico a personas y empresas, pero estamos ante un arma de doble filo por el efecto inflacionario de estas medidas. La justicia social nace de la solidaridad y aquí no importa si uno es creyente o no porque hasta por propia conveniencia es importante ser solidarios, de modo que no exista una explosión social. El comunismo se nutre y florece por culpa de las injusticias de los sectores más ricos.
En 1891, León XIII escribió el documento “Rerum novarum”, donde indica que “la condición humana debe ser respetada y que no se puede igualar a la sociedad para abajo, cosa que el comunismo siempre lo pretendió, pero es claramente una vana tentativa contra la naturaleza de las cosas porque nunca serán iguales los talentos, la salud, las fuerzas de las personas y por esta diferencia se generan patrimonios diferentes. Lo correcto es que el Estado vele por que todos reciban la misma educación, sanitación y alimentación. Las diferencias siempre existirán porque cada persona es única e irrepetible. No tiene nada de malo ser más rico que otros, el problema es la falta de generosidad. El documento “Rerum novarum” habla sobre el derecho de los débiles, la dignidad de los pobres y las obligaciones de los ricos. En particular, critica la avaricia desmedida que produce sufrimientos y muertes. Pío XI reafirma el valor de la propiedad privada, insistiendo en su función social.
Así, el capitalismo se nutre naturalmente de la avaricia, buscando permanentemente utilidades mayores a cualquier precio, argumentando falazmente que “el que no tiene dinero es porque no trabaja”. Este error genera mucho sufrimiento en los más débiles y es caldo de cultivo para el comunismo. El socialismo, por su parte, se nutre de la envidia, disfrazada de justicia social que se expresan generalmente con discursos de odio y lucha de clases. Algunos gobiernos, buscando apaciguar esto, estructuran los “planes sociales” que –sin límites– fomentan la pereza y la conveniencia de no trabajar. En ambos sistemas económicos tienen como factor común el problema de la soberbia y el afán desmedido de acumular dinero, por la inseguridad que todo ser humano tiene al separarse de Dios. Por ello, la mediación de obispos es muy útil para la resolución de estos conflictos.
“La propiedad privada, adquirida por el trabajo, o recibida de otro por herencia o por regalo, tiene la función original de que la misma debe estar al servicio de todos. Los bienes, “aun cuando son poseídos legítimamente, conservan desde un destino original universal innato de generosidad, y el no hacerlo tiene consecuencias naturales adversas. En la medida que se pueda, lo ideal es que ocurra por voluntad propia, de lo contrario vía impuestos razonables, asumiendo siempre la premisa de que debemos tener un Estado de tamaño y gastos aceptables. “Toda forma de acumulación indebida no es justa” y además genera el caldo de cultivo para que se predique el mensaje de odio al rico por parte del socialismo extremo que tanto daño ha hecho ya en el mundo”. “Los bienes de producción como tierras o fábricas, profesiones o artes, requieren que su fecundidad aproveche al mayor número de personas, al enfermo y al pobre”. El Estado debe cumplir el rol de un buen padre de familia que busca ayudar a encontrar el punto de equilibrio entre sus hijos, algunos de los cuales han tenido más suerte o más capacidades para construir sus patrimonios, mientras que otros no han tenido esta suerte o capacidad de lograrlo.
Juan Pablo II: “Existen muchos hermanos necesitados que esperan ayuda, muchos desocupados que esperan trabajo, muchos pueblos que esperan respeto”. ¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se muere de hambre; quien carece de la asistencia médica más elemental; quien no tiene techo donde cobijarse? La acumulación se vuelve ilegítima “cuando sirve para impedir el trabajo de los demás u obtener unas ganancias que no son fruto de la expansión del trabajo y la riqueza social”. ¿Cómo podríamos hacer el bien al prójimo –se pregunta san Clemente– si nadie poseyese nada? San Juan Crisóstomo indica que las riquezas pertenecen a algunos para que estos puedan ganar méritos compartiéndolas con los demás. Las riquezas son un bien que viene de Dios: quien lo posee, lo debe usar y hacer circular, de manera que también los necesitados puedan gozar de él; el mal se encuentra en el apego desordenado a las riquezas, San Basilio invita a los ricos a abrir las puertas de sus almacenes. La riqueza, explica, “es como el agua que brota cada vez más pura de la fuente si se bebe y se comparte de ella con frecuencia, mientras que se pudre si la fuente permanece inutilizada”. “El rico, dirá san Gregorio Magno, es un administrador de lo que posee; dar lo necesario a quien carece de ello es una obra que hay que cumplir con humildad”. “http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html”. Felices Pascuas 2022.